Descubro la Biblia ...y encuentro a Jesús
6 a 9 años
SEGUNDO TRIMESTRE AÑO C Serie Mi Biblia, mi tesoro
6 a 9 años
SEGUNDO TRIMESTRE AÑO C Serie Mi Biblia, mi tesoro
Textos:
Mercè Gascón
Esther Villanueva
Ilustraciones:
Ferni
Diseño:
Agustina Daniela Flores
Revisión Teológica:
Jonathán Contero
Es un proyecto de Aula7activa, editora digital de AEGUAE (Asociación de Estudiantes y Graduados Universitarios Adventistas de España), en colaboración con el Ministerio de la Infancia de la UAE (Unión Adventista Española).
Todo el trabajo de elaboración de textos, actividades y revisión se ha realizado de forma gratuita y desinteresada.
Edita:
AULA7ACTIVA-AEGUAE
Barcelona, España
E-mail: redaccion.aula7activa@gmail.com / info@aeguae.org
Web site: www.aula7activa.adventista.es / www.aula7activainfantil.blogspot.com / www.aeguae.org
Primera edición en español, 2023
Es propiedad de:
CC BY-NC-ND 2022, Mercè Gascón y Esther Villanueva.
CC BY-NC-ND 2022, Aula7activa-AEGUAE, en español para todo el mundo
Todos los derechos reservados al autor y los editores.
Contacta con nosotros infantil.aula7activa@gmail.com
Empezamos nuevo trimestre y es un trimestre vital en cuanto a la historia de la salvación. El problema surge cuando queremos explicar la muerte de Jesús a nuestros niños. La primera reflexión con la que nos enfrentamos es si contar o no la muerte de Jesús a niños. En edades tempranas, como más abajo explico, no es necesario. Pero llega un momento en el que no podemos obviar que Jesús murió en una cruz porque lo escuchan en la iglesia, en la calle, en las conversaciones de los adultos y porque la muerte de Jesús tiene un valor central en la historia de la salvación. Así que sí, debemos contar la muerte de Jesús a nuestros niños. Pero ¿cómo?
Nos podemos encontrar con dos casos principalmente.
1. Por una parte, nuestra cultura católica hace que algunos niños estén acostumbrados a la imagen del Cristo crucificado, sangriento y muerto. Y más cuando vivimos la Semana Santa de procesiones, tambores estruendosos, santos ensangrentados y llorosos y nazarenos encapirotados (eso cuando no con penitentes). Imaginad esta sensación en los niños, niños a los que hemos enseñado a amar a Jesús y que ahora ven esta imagen terrible de su amigo. Una de dos: o viven la muerte de Jesús con miedo, casi pánico o se protegen distanciándose emocionalmente de ella como si de una película de superhéroes violentos se tratara. Y no queremos que los niños vivan esto de ninguna de estas maneras.
2. Por otra parte, nos encontramos con otros niños que nunca, o muy pocas veces, se han enfrentado a la imagen de Jesús crucificado bien sea porque sus padres no son creyentes o porque siendo de tradición protestante les hemos evitado estas imágenes. Para estos niños también es un choque saber que Jesús, que tanto bien hizo, que es su amigo, que hizo milagros, que es Todopoderoso, que es el Creador, muere de una forma tan cruel y despiadada.
Por eso os propongo una serie de consideraciones cuando trabajemos estas lecciones.
a. Como habéis visto, las lecciones de 3 a 6 años evitan la muerte de Jesús o la pasan por alto. La religiosidad de estas edades no necesita la muerte para comprender que Jesús siempre está con ellos, que se fue al Cielo y que volverá para estar juntos para siempre. Dependiendo de la madurez de vuestro hijo, se la podemos mencionar como que unos hombres malos lo mataron pero que, como era Jesús, resucitó y luego se fue al Cielo a prepararse para volver otra vez.
b. Evitad los detalles sangrientos y macabros. Cuanto más pequeños más debemos evitar regodearnos con la sangre, los latigazos o los clavos atravesando sus manos. Los niños tienen mucha imaginación y pueden llegar a pensar que eso les va a pasar a ellos por seguir a Jesús, así que no vale la pena ser amigo de Jesús. La tortura de Jesús no aporta nada al valor de su muerte dentro del plan de salvación.
c. Anticipad el final. Aquí sí que valen spoilers. Jesús avisó varias veces a sus discípulos que iba a resucitar. Los niños necesitan saber que, aunque las cosas se pongan feas, aunque el protagonista de la historia lo pase mal, al final todo se arregla y hay un final feliz. Eso les ayuda a no angustiarse, y según cómo contemos la muerte de Jesús puede ser una historia muy angustiosa. Así que en las lecciones previas idles anticipando que Jesús iba a morir, pero también que ya estaba prevista su resurrección. Y eso les ayudará también a que por muy mal que estén las cosas en este planeta, sabemos que Jesús va a volver y a darnos un final feliz y eterno.
Celebrad a Jesús resucitado, el Jesús de las buenas noticias, el Jesús que nos amó tanto que no dudó en dar su vida por nosotros.
LECCIÓN 1 ¡ES JESÚS!
LECCIÓN 2 DE VUELTA A GALILEA
LECCIÓN 3 JESÚS SE DESPIDE
LECCIÓN 4 LLAMAS COMO DE FUEGO
LECCIÓN 5 SALTANDO Y ALABANDO A DIOS
LECCIÓN 6 NACE LA IGLESIA
LECCIÓN 7 ¿ES DE DIOS O DE LOS HOMBRES?
LECCIÓN 8 HACEN FALTA AYUDANTES
LECCIÓN 9 LA VALENTÍA DE UN DIÁCONO
LECCIÓN 10 EL EVANGELIO LLEGA A ÁFRICA
LECCIÓN 11 DEL TERROR A LA PAZ
LECCIÓN 12 DE VIAJE CON PEDRO
LECCIÓN 13 ABRIENDO PUERTAS
LECCIÓN 14 MISIONEROS DE JESÚS
VERSIONES DE LA BIBLIA
Hemos utilizado la versión Reina Valera 1995. Cuando se utiliza otra versión, se indica.
TLA Traducción en lenguaje actual
DHH Dios habla hoy
PDT Palabra de Dios para todos
«Por medio de Cristo, vosotros creéis en Dios, quien los resucitó y le dio un lugar de honor en su reino. Por eso habéis puesto vuestra confianza en Dios y estáis seguros de que él os dará todo lo que ha prometido».
(1 Pedro 1:21, Traducción en lenguaje actual)
La Biblia dice que, de los once discípulos, solo Pedro y Juan dan algún tipo de credibilidad a María y a las otras mujeres. (ver Juan 20:1-8 y Lucas 24:11,12).
esús estaba vivo! ¡Jesús había vencido a la muerte! Un ángel les contó a las mujeres que Jesús había resucitado. Pedro y Juan vieron la tumba vacía. Entonces recordaron que Jesús había dicho que resucitaría al tercer día.
María Magdalena estuvo hablando con Jesús ¡en persona! ¡Qué feliz estaba!
Sin perder un instante, María corrió hasta donde estaban escondidos los demás discípulos para darles la buena noticia: Jesús había resucitado, ella lo había visto y hablado con él. Pero los demás discípulos no se lo creyeron (ver Marcos 16:10,11).
¡Qué pena! Los discípulos habían escuchado a Jesús decir muchas veces que, aunque muriera no debían estar tristes porque iba a resucitar. Jesús cumplió su promesa, pero estaban tan apenados y con tanto miedo que no se lo creían.
A nosotros también nos puede pasar. Cuando estamos tristes nos cuesta más aprender las cosas. Cuando estamos asustados porque tenemos un problema difícil, no podemos pensar bien. Cuando te ocurra esto piensa en Jesús. ¿Hay algún problema más difícil que la muerte? Pues Jesús venció y resucitó. Y quiere darte esa misma fuerza a ti para que puedas resolver tus problemas y ser feliz.
Había otras personas que también sabían que la tumba estaba vacía: los soldados. Los soldados que vigilaban la tumba se asustaron tanto al ver al ángel que quitó la piedra de la entrada al sepulcro, que huyeron corriendo. Y eso que eran soldados, pero lo que vieron era tan asombroso que se asustaron y mucho.
Lo primero que hicieron fue ir a ver a los sacerdotes para contarles que Jesús había resucitado (ver Mateo 28:11).
Al escuchar lo que los soldados contaban, los sacerdotes, en vez de pensar que habían estado equivocados y arrepentirse, se enfadaron muchísimo. Llamaron a los dirigentes judíos para ver qué hacían. Y juntos volvieron a tramar un plan en contra de Jesús y sus discípulos.
Decidieron pagar mucho dinero a los soldados para que no dijeran lo que habían visto. A cambio de ese dinero debían decir una mentira.
• Coloca las palabras en el lugar correcto y descubrirás la mentira. (Mateo 28:13)
«Id y decid a la …….…… que los discípulos de …………. vinieron por la ………………., cuando estabais ………………….., y que …………………….. el ……………….. de Jesús. Si el ………………… llega a saber esto, nosotros hablaremos con él, y a vosotros no os …………………… de nada.»
Los soldados contaron la mentira por todo Jerusalén. Y mucha gente en Israel creyó a los sacerdotes durante algún tiempo (ver Mateo 28:15).
¿Cómo crees que se sintieron los discípulos cuando dijeron esa mentira sobre ellos? ¿Cómo te sientes tú cuando te acusan de algo que no has hecho?
• De noche no se distingue muy bien a los soldados. Encuentra las siluetas que son exactamente iguales al soldado de la izquierda.
Las mentiras tienen muy malas consecuencias, aunque nos parezca que la mentira es muy pequeña. Por creerse esa mentira hay muchos judíos y personas en nuestro mundo que no creen que Jesús murió y resucitó.
Explicadles a vuestros hijos la importancia de la resurrección de Jesús. Eso nos da la garantía de que todos nosotros resucitaremos cuando Jesús venga.
Aunque Pedro, Juan y algunas de las discípulas habían dicho que Jesús había resucitado, los demás discípulos no terminaban de creérselo.
Además de los doce y de las mujeres, había muchos otros discípulos que acompañaron a Jesús durante la última semana en Jerusalén. Ahora con Jesús muerto (o eso es lo que creían) volvieron a sus casas. Dos de estos discípulos vivían cerca de Jerusalén, en una aldea llamada Emaús. Emaús estaba como a unos diez kilómetros de Jerusalén. Recorrerían esos kilómetros caminando y si salían temprano llegarían a su casa antes del anochecer.
Por el camino iban hablando de todo lo que había pasado el fin de semana. En algún lugar del camino se encontraron con otro viajero que se unió a ellos. ¿Quién era el viajero? (Lee Lucas 24:15,16). Jesús les preguntó que de qué hablaban. Cleofás, que así se llamaba uno de los discípulos, quedó sorprendido. ¡Todo el mundo en Jerusalén se había enterado de la muerte de Jesús!
Le contaron que ellos conocían a Jesús. Creían que era el Mesías prometido. Le contaron cómo habían detenido a Jesús y cómo lo habían matado. Ellos estaban muy tristes. Y ahora no sabían qué pensar (ver Lucas 24:18-21).
Explicadles a vuestros hijos que a veces pensamos que Jesús nos ha abandonado, pero Jesús siempre camina a nuestro lado, aunque no nos demos cuenta. Explicadles alguna experiencia personal.
• Atraviesa el dibujo empezando desde Jesús hasta la flecha que señala el pueblo de Emaús sin cruzar ninguna línea. Ve buscando los huecos en el dibujo.
Curiosidades:
La Biblia solo da el nombre de uno de los discípulos. ¿Quién podía ser el otro? La Biblia menciona que Cleofás tenía una esposa llamada María que acompañó a María, la madre de Jesús, durante la crucifixión (Juan 19:25). Sería lógico que Cleofás viajara con su mujer. ¿Podría ser que el «otro discípulo» fuera en realidad María, la mujer de Cleofás?
Cleofás y su acompañante le contaron a Jesús que algo raro había pasado esa mañana. No estaban muy seguros. Según las mujeres, un ángel les había dicho que Jesús había resucitado. Pedro y Juan vieron que la tumba estaba realmente vacía. Pero nadie podía demostrar que hubiera resucitado porque nadie le había visto. Seguramente dijeron esto porque salieron de Jerusalén antes de que María Magdalena llegara con la noticia de que había hablado con Jesús.
Ahora le tocaba el turno de hablar a Jesús. ¿De qué habló? (Lee Lucas 24:27).
Jesús les dio un «estudio bíblico» muy completo. Les demostró con las Escrituras que Jesús era el Mesías y que, si confiaban en él, debían estar seguros de su resurrección. Intentó animarlos, pero ellos no se estaban dando cuenta de quién era ese viajero. Los dos discípulos escuchaban encantados. ¡Qué bien se explicaba! ¡Se explicaba tan bien como Jesús!
Cuando llegaron a Emaús, lo invitaron a quedarse en su casa a pasar la noche y él aceptó. Cleofás y su acompañante ya no estaban tan tristes. Ahora tenían esperanza. Tal vez era verdad lo que habían dicho las mujeres y Jesús podría estar vivo en algún lugar de Jerusalén. Con esa esperanza se sentaron a comer.
Ya en la mesa, invitaron a su nuevo amigo a que partiera el pan y bendijera la mesa. En el momento que vieron a Jesús partir el pan… ¡Era Jesús! ¿Cómo no se habían dado cuenta antes? Su corazón comenzó a latir muy fuerte. ¿Qué ocurrió en ese momento? (Léelo en Lucas 24:31) y marca la respuesta correcta.
• Hizo una oración
• Desapareció
• Les recordó la Santa Cena
• Les dio un trozo de pan a cada uno
• Fue a buscar la bebida
¡Sí, era Jesús y era real! No había sido su imaginación. Habían hablado y caminado con él. ¡Jesús estaba vivo!
Sin esperar ni un momento más, sin importarles que se hacía tarde y que estaban cansados, regresaron otra vez a Jerusalén, lo más aprisa que pudieron. Tenían una gran noticia que dar a los demás discípulos.
En los tiempos de Jesús ya había muchas creencias en torno a la muerte. Incluso entre los judíos se habían extendido las ideas griegas de que después de la muerte el espíritu continuaba viviendo. Por eso los discípulos se asustaron, porque pensaron que tal vez era verdad lo que habían escuchado a los griegos.
Cleofás y su acompañante regresaron a Jerusalén. Fueron al lugar donde estaban escondidos los discípulos para contarles que habían visto a Jesús, que hablaron durante mucho tiempo con él en el camino y en su casa.
Los discípulos también tenían noticias sobre Jesús. Les contaron que María Magdalena había hablado con Jesús, y también alguien más. (Sabrás quién era si lees Lucas 24:34).
Mientras hablaban, ¿qué ocurrió? (Lee Lucas 24:36).
Los discípulos se asustaron. La puerta estaba cerrada y, al verlo en medio de ellos, de repente, pensaron que era un espíritu, un fantasma (ver Juan 20:19 y Lucas 24:37).
Pero Jesús los tranquilizó. Los espíritus no existen. Él era de carne y hueso. Y los discípulos pudieron abrazarlo y darse cuenta de que Jesús tenía el mismo cuerpo que cuando murió (ver Lucas 24:39,40).
Cuando todos se calmaron, ¿qué les pidió? (Lee Lucas 24:41). ¿Acaso algún fantasma podría comer comida de verdad? No, claro que no. Los discípulos tenían algo de pescado asado que les había sobrado de la comida y Jesús lo comió delante de ellos (ver Lucas 24:42,43).
¿Te puedes imaginar la escena? Jesús comiendo y todos mirando a Jesús con la mayor sonrisa de la que eran capaces de mostrar. ¡Jesús estaba vivo!
• Dibuja en una mesa lo que Jesús y los discípulos comieron.
Pero aquella noche faltaba un discípulo. ¿Quién era? (Lee Juan 20:24).
Cuando los discípulos le contaron a Tomás que Jesús había cenado con ellos no se lo creyó. Tomás debió pensar que todos se habían vuelto locos a la vez. ¿Cómo podrían convencerlo de que Jesús había resucitado? (Léelo en Juan 20:25).
Pasaron ocho días. Los discípulos continuaban escondidos por miedo a lo que los judíos podrían hacerles y mantenían la puerta cerrada. Tomás estaba en la casa con otros discípulos cuando escucharon una voz. ¿Quién era? (Lee Juan 20:26).
¡Qué alegría! ¡Jesús había vuelto!
Pero esta vez, Jesús quería hablar con uno de sus discípulos, con Tomás. Se acercó a él y le dijo que hiciera algo. (Podrás saber qué le pidió si lees Juan 20:27). Y Tomás lo hizo. ¡Era real! ¡No era su imaginación! ¡Jesús estaba vivo!
Entonces Jesús les recordó a todos que después de que él regresara al cielo muchas personas iban a creer en Jesús sin haberlo visto nunca, sin haberlo tocado y sin hablar cara a cara con él (ver Juan 20:29).
Imagínate los millones y millones de personas que han creído en Jesús sin haberlo visto nunca. Tú y yo creemos en Jesús porque nos lo han contado. ¡Y qué felices somos!
• Al dar la vuelta al dibujo han aparecido algunos errores. ¿Puedes encontrar las siete diferencias entre los dos dibujos?
«Dios es amor y el que vive en el amor vive en Dios y Dios en él».
(1 Juan 4:16, Dios habla hoy)
Comentad con vuestros hijos por qué nosotros también debemos estar contentos de que Jesús esté vivo. Y a quién nos gustaría contar esa gran noticia.
Los discípulos de Jesús estaban felices. Su maestro estaba vivo. Lo habían visto con sus propios ojos y lo habían podido tocar. Hablaron con él y hasta comieron juntos. Jesús les había prometido que resucitaría y lo había cumplido.
Pero no podían quedarse en Jerusalén escondidos para siempre. ¿A dónde irían?
Durante la cena del jueves, antes de la crucifixión, Jesús les dijo qué tenían que hacer. ¿A dónde debían ir? (Léelo en Marcos 14:28).
Galilea era un lugar seguro. Allí estarían lejos de Anás, Caifás y los demás enemigos de Jesús. Además, la mayoría de los discípulos vivían en Galilea antes de seguir a Jesús, así que allí tenían sus casas y a sus familias.
Poco a poco, los discípulos fueron saliendo de Jerusalén y se dirigieron a Galilea. Cuando llegaron contaron a todo el mundo lo que había sucedido en Jerusalén. Y esperaron a que llegara Jesús.
• Mira el mapa. Localiza Jerusalén y luego localiza la región de Galilea. Ese es el viaje que hicieron los discípulos de Jesús para encontrarse con él.
Mientras esperaban a Jesús, Pedro decidió volver al trabajo que hacía antes de conocer a Jesús. ¿Te acuerdas cuál era el oficio de Pedro? Era pescador. Con lo que pescara esa noche podrían comer y ganar algo de dinero. Algunos de los discípulos de Jesús, que estaban con él, decidieron acompañarlo. ¿Quiénes eran? (Lo sabrás si lees Juan 21:2).
Aquella noche recordaron algunos momentos vividos junto a Jesús en el mar de Galilea. ¿Puedes recordarlos tú también?
Mientras hablaban de aquellas historias lanzaban las redes y la volvían a recoger. ¿Cuánto pescaron aquella noche? (Lee Juan 21:3).
Aquello les pareció increíble. Ellos eran buenos pescadores. Después de tres años y medio con Jesús, ¿se les había olvidado cómo pescar?
Recordad con vuestros hijos lo bien que lo habéis pasado en una excursión, en un campamento, en una fiesta de cumpleaños o en esa tarde con los amigos. Los buenos recuerdos siempre nos acompañan y nos hacen revivir esos momentos felices. Dad gracias a Jesús por tener memoria y poder ser felices recordando.
Enseñad a vuestros hijos que la obediencia en los pequeños detalles es importante. Los padres y los maestros queremos lo mejor para ellos, como lo quiere Jesús. Por eso les damos instrucciones concretas de cómo hacer las cosas. La Biblia también nos dice cómo ser más felices y por eso haremos bien en obedecer los pequeños detalles que a veces nos parece que no tienen importancia.
¡Este dibujante no se entera!
Cuando comenzaba a amanecer decidieron volver a la orilla, aunque las redes continuaban vacías. Estaban cansados. Ya lo intentarían otra vez la próxima noche.
Al acercarse a la playa, vieron a un hombre de pie en la orilla. El extraño, dando voces, les preguntó si qué tal les había ido la pesca. Ellos tuvieron que contestarle que no habían pescado nada. Entonces, el extraño les propuso algo. (Lee Juan 21:4,5 para saber qué les dijo el hombre).
Eso era muy raro. La barca estaba muy cerca de la orilla. Los peces más grandes estaban en medio del mar donde las aguas son más profundas. Normalmente, en la orilla, solo se pueden ver algunos pececillos pequeños. Además, daba lo mismo echar la red a un lado u al otro del barco. Si había peces estarían por todas partes. Pero decidieron hacerle caso. ¿Qué sucedió? (Léelo en Juan 21:6).
Cuando vieron las redes llenas de pescado, Juan se dio cuenta de quién era ese hombre:
—¡Es Jesús! —gritó.
¡Sí, era Jesús! Jesús había vuelto a hacer el mismo milagro que hizo cuando los llamó para que fuesen sus discípulos.
• Encuentra los errores que ha cometido. ¿Podrías explicar por qué está mal dibujado?
Cuando Pedro se dio cuenta de que Jesús estaba en la orilla de la playa, se tiró al agua. Quería estar cerca de Jesús lo antes posible. ¡Cuánto lo había echado de menos! ¡Qué ganas tenía de abrazarlo! Los otros discípulos se quedaron en el barco. Sujetaban la red, que estaba tan llena de peces que no habían podido subirla al barco. Cuando llegaron a la playa, vaciaron la red. ¿Cuántos pescados habían capturado? (Lo sabrás si lees Juan 21:11).
Cuando los discípulos llegaron a la orilla, Jesús los esperaba con el fuego ya preparado. ¿Qué más había preparado Jesús mientras los discípulos llegaban? (Léelo en Juan 21:9).
Así era Jesús. Siempre pensando en las necesidades de los demás. Sabía que después de toda la noche trabajando los discípulos estarían hambrientos y nada mejor que tener preparado el desayuno para sentarse y compartirlo con los amigos.
Una vez más, Jesús quería darles ejemplo de cómo comportarse: siempre debemos ayudarnos los unos a los otros. Tal vez no podamos hacer grandes milagros, multiplicar la comida, sanar enfermos de forma milagrosa o detener tormentas. Pero hay muchas cosas que sí podemos hacer para ayudar a otros. Porque Jesús te necesita para que sonrías a un anciano, para ayudar a cruzar la calle a un ciego, para defender a un amigo al que todos los días molesta un fanfarrón, para ayudar a tu hermana pequeña a hacer los deberes o escribir una tarjeta a tus padres para agradecerles todo su cuidado y amor.
Cuando haces todas estas cosas, haces lo mismo que haría Jesús si estuviera aquí. Cuando haces todas estas cosas vives el reino de Dios.
Comentad con vuestros hijos que el amor a Jesús nos empuja a amar también a los demás porque el amor de Jesús es contagioso.
Cuando terminaron de comer, Jesús tenía que hablar a solas con Pedro. Pedro no había dicho nada, pero Jesús sabía que su discípulo estaba muy avergonzado. La noche que detuvieron a Jesús, Pedro había dicho que siempre defendería a Jesús y que no lo abandonaría nunca. Sin embargo, pocas horas después, en casa de Caifás, negó tres veces que fuera su discípulo. Incluso aseguró que no lo conocía.
Ahora Pedro pensaba que nunca sería un buen ayudante de Jesús. Y Jesús quería decirle que lo había perdonado y que sabía que sería un buen ayudante, a pesar de que se había equivocado.
Jesús le preguntó:
—Pedro ¿me amas más que los demás?
Pedro se quedó sorprendido por la pregunta. ¡Claro que lo amaba! Y deseaba tener la oportunidad de demostrárselo. ¿Qué le pidió Jesús que hiciera? (Lee la conversación en Juan 21:15).
Jesús le estaba diciendo que si de verdad lo amaba debía cuidar de todos aquellos que querían seguir a Jesús.
Por segunda vez Jesús volvió a preguntarle:
—Pedro, ¿me amas?
¿Qué respondió esta vez? (Lee Juan 21:16).
Por tercera vez Jesús volvió a hacerle la misma pregunta. (Lee la tercera pregunta de Jesús a Pedro en Juan 21:17). Pedro negó tres veces a Jesús y, ahora, tres veces había declarado su amor por él. Ahora Pedro estaba convencido de que sería un buen ayudante de Jesús.
• Escribe una palabra en cada oveja de forma que pueda leerse la petición de Jesús a Pedro.
Jesús y Pedro siguieron paseando para hablar a solas. Jesús quería hablar con Pedro sobre su futuro. Seguramente le contaría que su trabajo como ayudante de Jesús iba a ser difícil. También le dijo que moriría siendo anciano y que, cuando muriera, todos sabrían cuánto amaba Pedro a Jesús (ver Juan 21:18,19).
Cuando Jesús terminó de hablar, Pedro se dio cuenta de que Juan los seguía de lejos. Entonces sintió curiosidad por el futuro de su compañero. ¿Qué le preguntó Pedro a Jesús? (Léelo en Juan 21:21). Era como decirle: ¿Y Juan también morirá de viejo como yo?
Pero Jesús respondió algo que Pedro no esperaba. (Puedes leer la respuesta de Jesús en Juan 21:22).
Jesús le estaba diciendo: «¿Y a ti qué te importa? Ahora estamos hablando de ti y de mí, no de Juan. Tú ocúpate de seguirme; lo que pase con Juan es cosa mía y de Juan».
• Piensa en estas situaciones
Explicad a vuestros hijos por qué Dios nos da a cada uno una responsabilidad diferente y por qué no nos pide a todos lo mismo.
• Tienes que ir al dentista y te van a poner un aparato de ortodoncia. Tu hermano mayor nunca llevó aparato. ¿Por qué tienes que llevarlo tú?
• En el comedor del cole, hoy hay una comida que no te gusta nada. Y ves que a otra chica le ponen una comida diferente en el plato. ¿Por qué no te ponen a ti también de esa comida?
• Os han dicho mil veces que no os subáis a una valla del colegio. Un grupo de amigos decidís ir a jugar a la valla. Tú subes el primero, te pillan y te castigan. A los demás, no.
En todas estas situaciones, lo primero que pensamos es: «¡Qué cara! ¿Por qué yo tengo que hacer algo que no me gusta (o me castigan) y los demás no?».
En estas situaciones nos parecemos a Pedro. Siempre comparándonos con los demás. Pero Jesús nos dice que no todos tenemos que ser iguales. Cada uno necesitamos cosas distintas y tenemos necesidades, talentos y gustos diferentes. Y Jesús sabe qué es lo mejor para cada uno de nosotros y cómo cada uno de nosotros podemos ayudar mejor a los demás.
3
«Acabáis
Jesús se había reunido con sus discípulos en Galilea. Durante unos días disfrutaron como de unas vacaciones para todos. Estaban cerca de sus casas y de sus familias. Y estaban con Jesús.
Durante el tiempo que estuvieron en Galilea ni Jesús ni sus discípulos se escondieron. Jesús paseaba por las calles de las aldeas o por los caminos y todo el mundo podía verlo y hablar con él.
¿Cuántas personas pudieron ser testigos de que Jesús estaba vivo? (Pablo lo cuenta años más tarde en 1 Corintios 15:6).
(Hechos 1:11, Traducción en lenguaje actual)
Quinientas personas son muchas personas. Y todas podían decir que Jesús no estaba muerto, que Jesús había resucitado.
Jesús estuvo durante cuarenta días con sus discípulos (ver Hechos 1:3). Durante ese tiempo, pudo volver a explicarles todas sus enseñanzas. Y esta vez le entendieron mucho mejor (ver Lucas 24:44,45).
de ver que Jesús fue llevado al cielo, pero, así como se ha ido, un día volverá».
Había llegado el momento de que Jesús regresara al cielo. Pero antes de irse tenía un mandato muy importante para sus discípulos. Les estaba dando una gran responsabilidad. Tenían que hacer más discípulos. (Léelo en Mateo 28:19).
¿Qué significa ser discípulo? La palabra discípulo significa alumno. Tú eres un alumno en tu escuela. No solo vas a clase, oyes lo que dice el profe y ya está. Tienes que escuchar con atención y aprender. Tienes que practicar haciendo ejercicios y al llegar a casa debes ponerte a estudiar para que se te quede en la cabeza. Entonces has aprendido. Luego haces unos exámenes para saber cuánto has aprendido. Los alumnos de tu escuela también hacéis trabajos en grupo. De esa forma aprendéis los unos de los otros. Y cuando llega la hora del recreo convivís, jugáis, os contáis cosas que han pasado y hacéis amigos de otras clases.
Ser discípulo de Jesús es muy parecido. Un discípulo no es una persona que escucha un sermón en la iglesia y se va a su casa. Un discípulo es aquel que aprende de Jesús, que llega a su casa y estudia lo que la Biblia dice sobre cómo ser más felices y hacer más felices a los demás. Un discípulo es el que piensa sobre si se está portando bien, reconoce sus errores y le pide a Jesús que le ayude a ser mejor cada día. Un discípulo es el que ayuda a los demás y sabe ser amigo de todo el mundo.
¿Y tú? ¿Eres discípulo de Jesús?
• Completa las frases de la izquierda con los cuadros de la derecha
Ayudo la Biblia
Cuento a los demás a mis compañeros
Estudio que Jesús es bueno
Obedezco hable a mi corazón
Dejo que Jesús a Jesús
Dejo que Jesús hable a mi mente
Los discípulos habían pasado tres años y medio estudiando y ahora tenían que enseñar a otros. ¿Dónde tenían que ir? (Lee la orden de Jesús en Marcos 16:15).
Jesús les estaba diciendo que debían hacer discípulos en todas las partes del mundo. No podían quedarse escondidos y con miedo de los sacerdotes y fariseos. Había mucha gente en todo el mundo que necesitaba escuchar las buenas noticias de Jesús. Y ellos debían compartir todo lo que habían aprendido junto a Jesús. Los discípulos de Jesús debían ayudar a otras personas a ser también discípulos de Jesús. Debían enseñar a otros a obedecer lo que Jesús les había mandado (ver Mateo 28:20) porque así serían más felices. Y sobre todo debían contar las buenas noticias, el Evangelio: que Dios se hizo ser humano; que nació, vivió y murió como un ser humano; que resucitó y que volverá a buscarnos; que nos perdona y nos ayuda a ser personas mejores y más felices. Y todo porque nos ama.
Pero Jesús sabía que su trabajo no sería fácil. Por eso les prometió algo muy importante, que nosotros también debemos recordar hoy. (Léelo en Mateo 28:20).
Jesús les prometió que estaría con ellos siempre. De la misma manera, podemos estar completamente seguros de que está con nosotros SIEMPRE.
• Completa la frase con las vocales que faltan y descubrirás la maravillosa promesa de Jesús que hemos estudiado hoy. (Mateo 28:20-RV1995).
Después de los cuarenta días, Jesús y sus discípulos regresaron a Jerusalén. Por el camino, les dijo que cuando llegaran debían esperar «la promesa del Padre» (ver Hechos 1:4). Si recuerdas, la noche que Jesús fue detenido, les prometió que, aunque él regresara al cielo, no iban a estar solos. Prometió enviar a un ayudante especial para que estuviera con ellos y les ayudara. Ese «ayudante especial» iba a ser el Espíritu Santo. (Lee Juan 14:26 para recordarlo).
• Si has leído el texto, sabrás cómo llama Jesús al Espíritu Santo. Colorea la palabra correcta.
Ellos sabían que el Espíritu Santo siempre había estado con ellos. La Biblia habla de muchas personas que hicieron grandes cosas porque el Espíritu Santo estaba con ellas. Por ejemplo, Josué, Gedeón, David o el profeta Ezequiel.
Nos imaginamos al Espíritu Santo de muchas formas. Cuando Juan bautizó a Jesús pudieron verlo con forma especial.
• Si no lo recuerdas colorea los espacios del dibujo marcados por un punto azul.
Si queréis verificar con vuestros hijos que el Espíritu Santo estuvo con esos personajes bíblicos Podéis hacer un trabajo de investigación: Deuteronomio
34:9; Jueces 3:10; 1 Samuel 16:3; Ezequiel 11:5; Lucas 1:15,41,67; Lucas 2:25,26. Hay muchos más personajes que fueron llenos del Espíritu Santo.
Ya estaban cerca de Jerusalén. ¿A dónde los llevó Jesús? (Lee Lucas 24:50). A medio camino entre Betania y Jerusalén, estaba el monte de los Olivos donde tantos momentos de oración había pasado y donde también había sido detenido por los soldados del sumo sacerdote.
Jesús entonces se detuvo. Reunió a todos sus amigos alrededor de él y los bendijo.
En ese momento Jesús comenzó a elevarse del suelo, como si una fuerza lo subiera hacia arriba. Los discípulos, sin poder decir ni una palabra, vieron como Jesús ascendía cada vez más alto y más alto. Los discípulos no querían perderle de vista, pero llegó un momento en que una nube lo ocultó (ver Hechos 1:9).
En ese momento, dos ángeles llegaron para consolar a los discípulos. Y además tenían un último mensaje de Jesús. (Puedes leerlo en Hechos 1:11).
El mensaje de los ángeles a los discípulos es también un mensaje para nosotros. Jesús volverá otra vez. Y de la misma forma que ascendió hasta ser tapado por la nube, lo veremos cómo regresa desde el cielo. Si los discípulos vieron ascender a Jesús con sus propios ojos, también nosotros lo veremos descender «igual que le habéis visto».
Después de eso, los discípulos volvieron a Jerusalén. Jesús les había prometido que el Espíritu Santo estaría con ellos de forma muy especial. No sabían cómo ni cuándo, pero ahora estaban seguros de que Jesús cumpliría su promesa.
Cuando leemos la Biblia nos damos cuenta de que Jesús siempre cumple lo que promete. Jesús podía haberse quedado en el cielo tranquilamente, con los ángeles y las personas de otros mundos que no pecaron. Pero nos quería tanto que no podía soportar vernos sufrir, por eso decidió venir a este mundo a salvarnos.
Nació como un niño pobre, para que todos los niños pobres del mundo se sintieran comprendidos y amados por él.
Vivió siendo una persona perfecta y sin pecado para enseñarnos cómo debemos comportarnos.
Murió y resucitó y subió al cielo.
Ahora desde el cielo nos está cuidando y defendiendo de las acusaciones de Satanás. Porque cada vez que hacemos algo malo, Satanás va a acusarnos delante de Dios. Entonces Jesús le dice: «Yo di mi vida por ellos y siguen siendo mis amigos».
Jesús prometió volver a vivir con nosotros y crear un nuevo mundo donde no habrá ni guerras, ni terremotos, ni enfermedades, ni peleas. Todo lo malo desaparecerá y podremos hacer cosas increíbles: jugar con los animales salvajes o, tal vez, viajar a otros mundos. Piensa en algo que te gustaría mucho hacer y que ahora no es posible. En la Tierra Nueva todas las cosas buenas se harán realidad. ¡Ponte contento! ¡Jesús pronto vendrá!
Hablad con vuestros hijos de cómo cambiará nuestro mundo y nuestra vida cuando venga Jesús. Pedidles que hagan una lista de cosas que les gustaría hacer en la Tierra Nueva.
Imagínate que tus padres tienen que irse a un lugar lejano y no puedes ir con ellos. Te sentirías muy triste y preocupado. Los echarías mucho de menos. Pero si tus padres te dijeran que un pariente muy querido estaría contigo para cuidarte mientras ellos no estaban, te sentirías más tranquilo, ¿no? Pero, aunque estuvieras tranquilo, protegido y bien cuidado, estarías deseando que tus padres volvieran.
Así debieron sentirse los discípulos cuando Jesús regresó al cielo. Echaban de menos a Jesús, pero ya no estaban tristes porque pensaban en el día en el que él regresará. Y sabían que el Espíritu Santo siempre estaría cuidándolos. ¿Cómo se sentían? (Puedes leerlo en Lucas 24:52).
Cuando volvieron a Jerusalén fueron al aposento alto (al segundo piso de una casa) donde habían preparado la cena de pascua hacía unas semanas. Allí se quedaron los once discípulos, las mujeres que los acompañaban, María la madre de Jesús y sus hermanos (ver Hechos 1:12-14). También se reunían con ellos otros discípulos de Jerusalén.
• Coloca las vocales que faltan para completar los nombres de algunas personas que estaban en el aposento alto.
«Pídele perdón a Dios, vuelve a obedecerlo y deja que nosotros te bauticemos en el nombre de Jesucristo. Así Dios te perdonará y te dará el Espíritu Santo».
(Hechos 2:38, Traducción en Lenguaje Actual)
Pasaron algunos días. Siempre que podían se reunía un grupo bastante grande de seguidores de Jesús con los discípulos. ¿Cuántos eran? (Lee Hechos 1:15).
Entonces Pedro tuvo una idea. Pensó que Jesús había elegido a doce de sus discípulos como sus ayudantes especiales, pero ahora solo eran once, porque Judas había muerto. Así que Pedro dijo a los otros discípulos que deberían elegir a un sustituto de Judas.
¿A quién elegir? Entre las personas que estaban en el aposento alto había algunas que habían estado con Jesús tanto tiempo como ellos. Lo conocían desde su bautismo, habían vivido con Jesús y lo habían visto vivo después de resucitar. De entre todos los hombres que cumplían estas condiciones se eligieron a dos. (Sabrás sus nombres si lees Hechos 1:23).
Recuerda que en la Biblia “echar suertes” no es un juego de azar como lanzar una moneda al aire. Seguramente se trataba de algún tipo de rito (del que no tenemos mucha información) en el que se permitía la intervención directa de Dios.
• Pero ¿cómo saber a cuál de los dos elegiría Jesús? Si quieres saber su nombre colorea los espacios marcados por un corazón (Hechos 1:26).
A partir de ahora, cuando hablemos de los doce discípulos de Jesús utilizaremos la palabra “apóstoles” como en Hechos 1:26.
Apóstol significa enviado porque Jesús los envió a predicar el evangelio. Ahora los discípulos son los «enviados de Jesús».
No sabemos muy bien qué ocurrió. Fíjate que la Biblia dice que escucharon un ruido como de un viento. Y lo que vieron no era fuego, sino que era algo como fuego. Los discípulos no sabían muy bien cómo describir lo que estaban sintiendo y viendo e intentaron explicarlo de este modo.
Recuerda también que cuando el Espíritu Santo se manifestó en el bautismo de Jesús, no era una paloma, sino que vieron una forma como de paloma. Muchas veces no podemos explicar la acción de Dios, pero estamos seguros de que la hemos sentido.
Se acercaba la fiesta de Pentecostés. En Pentecostés se celebraban dos cosas. Primero, era una forma de agradecer a Dios el comienzo de la cosecha, las primicias, los primeros frutos del campo. También se relacionaba con el momento en el que Dios entregó a Moisés las tablas de la Ley en el monte Sinaí. Hoy en día se sigue celebrando y es típico comer productos lácteos y adornar las sinagogas con flores.
Como en todas las fiestas grandes, Jerusalén se llenaba de personas llegadas de todas partes del mundo, tanto judíos como otros que no lo eran.
¿Qué estaban haciendo los apóstoles y los seguidores de Jesús ese día? (Lee Hechos 2:1).
En un día tan señalado, todos los discípulos y apóstoles estarían juntos celebrando la fiesta. Probablemente los ciento veinte que se reunieron para elegir a Matías y todos los que quisieron acudir.
Entonces algo extraño ocurrió: primero un ruido muy grande, un estruendo, como de un viento fuerte llenó la sala donde estaban (ver Hechos 2:2). Luego aparecieron como unas llamas de fuego que se posaron sobre la cabeza de cada uno de ellos (ver Hechos 2:3).
El milagro del día de Pentecostés no terminó con ruido y con las lenguas de fuego sobre las cabezas de los seguidores de Jesús.
Cuando la gente que estaba en la calle oyó el ruido, fueron a ver qué había pasado. Enseguida se juntó una multitud. Pero todavía se quedaron más sorprendidos cuando los apóstoles salieron a la calle. ¿Por qué se sorprendieron? (Lo sabrás si lees Hechos 2:6).
Jerusalén estaba llena de personas de todos los países. La mayoría no entendían bien el arameo, la lengua que se hablaba en Jerusalén. Pero cuando escuchaban hablar a los apóstoles los entendían perfectamente.
No sabemos muy bien cómo ocurrió el milagro. Es posible que el Espíritu Santo les enseñara a hablar en otros idiomas. ¿Te imaginas querer hablar con un niño chino y darte cuenta de que de repente sabes hablar su idioma?
También es posible que los apóstoles hablaran normalmente y todos los demás les entendían en su propio idioma. ¡Sería como si el Espíritu Santo estuviera traduciendo! (Lee Hechos 2:6-8).
Antes de Pentecostés, los apóstoles no sabían cómo iban a poder ir a otras naciones predicando a Jesús si nadie los iba a entender. Ahora lo tenían claro. Si ellos no podían, el Espíritu Santo les daría poder para hacerlo.
Ahora los apóstoles podrían predicar el amor de Dios en todos los idiomas. Tú también puedes saber cómo se dice «AMOR» en muchas lenguas.
• Colorea del mismo color el cuadro de cada palabra amor con el idioma en que está escrita. Si lo necesitas, pide ayuda a tus padres o a algún amigo.
Es importante que cada uno conozca a Jesús hablando su propia lengua. Por eso se hace tanto esfuerzo en traducir la Biblia a todos los idiomas posibles. Por eso también encontrarás distintas versiones de la Biblia adaptadas a la forma de hablar de cada época. Busca biblias de distintas versiones y de distintos años para que tus hijos vean las diferencias. Si no dispones de varias versiones puedes encontrarlas en http:// www.biblegateway.com o en http://bibliaparalela.com
Entonces Pedro comenzó a hablar y todo el mundo pudo escucharle y entenderle. Quería explicar qué estaba sucediendo. Comenzó a hablar de quién era Jesús. Algunos ya sabían quién era, lo habían escuchado predicar y visto sus milagros. Pero para muchos otros era la primera vez que oían acerca de Jesús de Nazaret.
La parte más importante de este primer sermón de Pedro fue decirle a todo el mundo que Jesús había resucitado de entre los muertos.
Los sacerdotes habían dicho que los discípulos robaron el cuerpo de Jesús. Pero mucha gente vio a Jesús vivo después de la resurrección.
Y lo más importante: ellos lo habían visto ascender al cielo. Y ahora, mientras Jesús estaba en el cielo, el Espíritu Santo los acompañaba y hacía los milagros que estaban viendo (ver Hechos 2:33).
Pedro no se había preparado el sermón ni tenía un papel para recordar lo que tenía que decir. Pero durante el sermón, recitó de memoria varios versículos de las Escrituras tanto del profeta Joel como salmos de David. (Puedes comparar en Hechos 2:17-21 con Joel 2:28-32 o comparar Hechos 2:25-28 con Salmos 16:8-11).
Desde que eras pequeño has aprendido algunos versículos de la Biblia de memoria. ¿Cuál te gusta más?
• Escribe aquí un versículo de la Biblia que recuerdes con cariño.
Pedro conocía bien las Escrituras, de hecho, se sabía textos de memoria y por eso pudo apoyarse en ellos para demostrar que Jesús era el Mesías. El Espíritu Santo le ayudó a utilizar las palabras más acertadas. Es importante que tu hijo conozca bien la Biblia y que se aprenda los versículos de memoria. Un día Dios lo puede usar y le vendrá muy bien recordarlo.
Mientras Pedro hablaba, el Espíritu Santo hacía que todo el mundo pudiera comprender las palabras de Pedro en su propia lengua. Pero también estaba hablando a sus corazones. Se dieron cuenta de que Jesús era, de verdad, el Mesías. Creyeron que Jesús había resucitado y que ahora estaba en el cielo.
Entonces le preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles qué debían hacer. Y Pedro les contestó lo que Jesús les había dicho: debían bautizarse.
Bautizarse es decirle a todo el mundo que crees en Jesús. Es decir que crees que Jesús nos perdona los pecados. Bautizarse es decir que quieres ser discípulo de Jesús.
• Después del sermón de Pedro, muchas personas decidieron hacerse seguidores de Jesús. ¿Sabes cuántas lo hicieron? Lo sabrás si lees Hechos 2:41. ¡Espectacular! Escribe el número ____
• Encuentra las siete diferencias entre los dos dibujos.
(Hechos
Después del día de Pentecostés los apóstoles decidieron que debían seguir predicando como lo hacía Jesús. Comenzaron predicando en Jerusalén. Muchas personas todavía no sabían que Jesús había resucitado y tenían que contárselo. Comenzaron contándoselo a sus amigos y vecinos.
También buscaron un lugar donde poder hablar a muchas personas a la vez. ¿A dónde solían ir a predicar? (Lo sabrás si lees Lucas 24:53).
La gente que iba al templo tenía muchas ganas de aprender sobre Dios, el perdón de los pecados y la salvación. Por eso, los apóstoles sabían que allí encontrarían personas que querían aprender sobre Jesús.
Y los apóstoles sabían mucho sobre Jesús. Habían vivido con él y vieron cómo amaba a todo el mundo. Habían visto cómo Jesús sanaba a los enfermos, perdonaba los pecados y se preocupaba por hacer feliz a todos.
Y eso era lo que los apóstoles predicaban, que Dios nos ama tanto que Jesús vivió y murió como un ser humano. Y que resucitó, venció a la muerte y está en el cielo preparado para regresar otra vez para vivir con nosotros en la Tierra Nueva.
«Porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído».
4:20, Versión Reina-Valera 1995)
En una de las puertas del templo se sentaba un mendigo. Era paralítico. Había nacido con un problema en las piernas y nunca había podido caminar. Seguramente este hombre había oído hablar de Jesús y de sus curaciones. Deseaba hablar con él y conocerlo. Y a lo mejor Jesús lo podía sanar. Pero vivía lejos de Jerusalén y necesitaba que alguien lo llevara hasta Jesús. Es posible que, cuando oyó que Jesús estaba en Jerusalén, convenciera a algún familiar o amigo para que lo llevara a la ciudad. Pero cuando llegó, se encontró con la terrible noticia de que Jesús había sido crucificado. ¡Había llegado tarde!
Aquel hombre tenía cuarenta años. Había nacido paralítico y moriría paralítico porque Jesús había muerto. Y él era su única esperanza. ¡Qué triste! No podía caminar. No podía trabajar. No servía para nada, solo para dar problemas a su familia. Decidió quedarse en Jerusalén y esperar a que las personas que entraban al templo le dieran algunas monedas o algo de comida para poder sobrevivir. Lo que no sabía es que Jesús había resucitado. Lo que no sabía el mendigo es que siempre hay esperanza porque Jesús vive para siempre.
El relato de hoy está basado en el comentario de Ellen G. White sobre el texto en su libro Hechos de los apóstoles.
Para los padres
Explicadles a vuestros hijos qué significa esperanza. Significa confiar en que Jesús cumplirá todo lo que nos ha prometido.
Un día, Pedro y Juan llegaron al templo y entraron por la puerta llamada «la Hermosa». Allí estaba aquel mendigo, triste, mirando al suelo y sin fuerzas.
Al ver pasar a los dos hombres, el mendigo pidió una limosna, sin levantar la cabeza.
Entonces Pedro, conmovido, se detuvo ante el mendigo y le habló. Pedro le pidió que levantara la mirada y que se animara porque iba a suceder algo bueno. Aquel mendigo pensó que Pedro y Juan le iban a dar una buena limosna. Pero quedó profundamente sorprendido por lo que Pedro le dijo:
—Yo no tengo ni plata ni oro, pero lo que tengo te doy.
—¡Bueno! —debió pensar el mendigo—. Entonces, me darán algo de comida, o ropa.
—En el nombre de Jesús de Nazaret… —continuó diciendo Pedro.
¡Jesús de Nazaret! El mendigo abrió los ojos como platos. Él había querido conocer a Jesús de Nazaret. Y aquellos hombres le hablaban en el nombre de Jesús. ¿Qué tendrían que decirle de parte de Jesús?
—¡Levántate y anda! —ordenó Pedro.
El corazón del paralítico se llenó de esperanza. Él creía que Jesús podía sanarlo y esos hombres le hablaban en el nombre de Jesús. ¡Y le decían que se levantara! (ver Hechos 3:6).
El mendigo tenía fe en Jesús. Confiaba en que Jesús habría podido sanarle.
Al oír el nombre de Jesús recuperó algo que había perdido: LA ESPERANZA.
• En la sopa de letras encontrarás palabras que tienen que ver con lo que sentimos cuando tenemos esperanza. Encuéntralas.
Ilusión, Confianza, Certeza, Seguridad, Anhelo, Creencia, Promesa, Optimismo
¿Has visto alguna vez a una persona que lleve muchos años en una silla de ruedas? Sus piernas están muy delgadas. Como no pueden hacer ejercicio los músculos se les atrofian. No tienen fuerza en las piernas y parece que tienen los pies torcidos. Así debían ser las piernas del mendigo. El paralítico miró sus piernas. Era imposible ponerse de pie. Pero miró a Pedro y a Juan. Pedro le extendió mano y le ayudó a levantarse. ¿Qué ocurrió entonces?
(Lee el maravilloso milagro en Hechos 3:7,8).
Sus piernas tenían fuerzas. ¡Tenía músculos! ¡Los pies ya no estaban torcidos! ¡Podía caminar! ¡Hasta podía saltar!
¿Te imaginas los gritos de alegría de aquel hombre al sentirse sanado?
Mucha gente se acercó para saber qué estaba pasando y vieron dar saltos al paralítico de la puerta. ¡Pero si hace un momento no podía caminar! ¡Pero si habían visto cómo unas personas lo traían y lo sentaban en la puerta porque sus piernas no tenían fuerzas!
Seguramente abrazó a Pedro y a Juan. ¡Estaba tan agradecido! Pero ¿a quién le daba las gracias? Si lees el versículo 8 te darás cuenta de que el mendigo alababa a Dios. Sabía que Pedro había pronunciado las palabras, pero sabía que era Jesús el que le había sanado. Y quería que todo el mundo lo supiera.
Cuando les leemos la Biblia a nuestros hijos aparecen palabras que ellos no usan habitualmente. Haz una lectura previa, marca esas palabras y prepara algún juego para que aprendan su significado. Eso les facilitará la comprensión de los textos bíblicos y de las predicaciones. Intenta enseñarles a hablar del contenido bíblico con un vocabulario que puedan comprender otras personas que no son adventistas y/o cristianas.
Enseguida todo el mundo comenzó a rodear a Pedro y a Juan. Todos querían conocer a los que podían hacer milagros (ver Hechos 3:11). Entonces Pedro tuvo otra vez la oportunidad de hablar. Lo primero que les dijo es que ellos no tenían poderes mágicos. No, ellos no habían hecho el milagro. Jesús lo había realizado. (Puedes leerlo en Hechos 3:16).
Pedro comenzó a hablarles de la resurrección de Jesús y de su ascensión al cielo. No, Jesús ya no estaba muerto. ¡Estaba vivo!
Pero los sacerdotes no querían que la gente supiera que Jesús había resucitado. ¿Qué hicieron para que Pedro se callara? (Lee Hechos 4:1-3).
Pero ya era demasiado tarde. Las personas que vieron caminar al paralítico y que escucharon las palabras de Pedro, creyeron que Jesús era el Hijo de Dios.
¿Cuántas personas creyeron las palabras de Pedro? Lee Hechos 4:4 y escríbelo …………………..
• Encuentra el camino que deberán seguir los soldados para detener a Pedro.
Al día siguiente, se reunió el consejo de gobernantes (ver Hechos 4:5). Mandaron traer a Pedro y a Juan para interrogarlos. Allí estaban todos los gobernantes y los hombres más importantes de Israel. Aquella reunión era muy parecida a la que se organizó para acusar a Jesús hacía unas pocas semanas.
Los sacerdotes pensaron que sería fácil asustarlos, como se asustó Pedro cuando negó a Jesús, y así dejarían de predicar. Pero esta vez Pedro no tuvo miedo. ¿Por qué? (Lee Hechos 4:8).
El Espíritu Santo le ayudó a elegir bien las palabras que debía decir ante el consejo de gobernantes. Cuando terminó de hablar, los miembros del Sanedrín estaban asombrados. Lo que más les impresionó es que tenían la misma fuerza y la misma forma de hablar que Jesús. (Lee Hechos 4:13). ¿Qué iban a hacer con ellos? No habían cometido ningún delito. No habían hablado en contra de las Escrituras ni en contra de Dios. Decidieron dejarlos libres, pero les ordenaron que dejaran de predicar a Jesús.
¿Qué respondió Pedro? (Lee sus valientes palabras en Hechos 4:20). Habían vivido tantas cosas maravillosas con Jesús que no podían dejar de contarlas.
Pregunta a tus hijos lo más emocionante que les haya ocurrido últimamente. Una vez lo hayan explicado, vuelve a preguntarles a cuántos amigos, familiares, etc. se lo han contado y cómo se sentían al hacerlo. Lo mismo les ocurría a los apóstoles.
• Cambia los símbolos por las letras correspondientes y podrás leer las palabras de Pedro y Juan
¿Te ha pasado a ti, alguna vez que te lo has pasado tan bien en una fiesta, en un campamento o en una excursión que tienes que contárselo a tus padres, a tus abuelos, a tus tíos y a todos tus amigos? Eso es lo que les pasaba a los apóstoles. No podían dejar de contar que Dios nos ama tanto que envió a Jesús para salvarnos.
Pedro y Juan regresaron junto a los demás apóstoles y seguidores de Jesús. Dieron gracias a Dios por haberlos protegido y por haberlos ayudado a saber qué decir.
Si te pregunto ¿qué es una iglesia? ¿Qué contestarías? Una iglesia es un edificio o un lugar donde las personas van a adorar a Dios y a aprender sobre Jesús, ¿verdad?
Pero ¿te has fijado en que en todas las historias del Antiguo Testamento no hemos usado la palabra iglesia? Eso es porque en el Antiguo Testamento no aparece ninguna vez esta palabra. El lugar donde se reunían los hebreos y los judíos se llamaba templo, santuario o tabernáculo. Y también se reunían en las sinagogas.
Pero la Biblia no utiliza nunca la palabra ‘iglesia’ como un edificio o un lugar. La Biblia dice que los seguidores de Jesús se reunían en el templo, las sinagogas o las casas.
Entonces, ¿qué es «iglesia» en la Biblia? Cuando la Biblia habla de «iglesia», habla de un grupo de personas que querían seguir a Jesús. (Lee la segunda parte de Hechos 2:47).
Hablad con vuestros hijos sobre vuestra congregación. Vuestra iglesia sois el grupo de personas que os reunís cada sábado, que os conocéis, os saludáis y conversáis. Desde la persona más anciana hasta el bebé que acaba de nacer. Desde el pastor hasta ese señor tan tímido que se sienta en un rincón. Todos somos iglesia.
Pero, además, la iglesia de la que habla la Biblia era una comunidad, es decir, vivían juntos, se ayudaban los unos a los otros, se protegían y compartían todo lo que tenían.
Esta semana vamos a ver qué nos cuenta la Biblia sobre cómo vivían los primeros seguidores de Jesús, cómo era la primera iglesia.
«Y todos fueron llenos del espíritu Santo y hablaron con valentía la Palabra de Dios».
(Hechos 4:31, Versión Reina-Valera 1995)
Los seguidores de Jesús que vivían en Jerusalén se reunían todos los días. Les gustaba estar juntos porque tenían una cosa en común: todos creían que Jesús era el Hijo de Dios. Iban al templo y allí podían enseñar a otras personas acerca de Jesús.
Todos los días llegaba al templo mucha gente. Y cuando los oían hablar de Jesús con tanta alegría, se quedaban para escuchar un poco más. Así, cada día, había más personas que decidían ser seguidores de Jesús. (Puedes leerlo en Hechos 5:14).
Pero la gente no solo iba a escuchar a los apóstoles. ¿Qué ocurría también? (Lee Hechos 5:12).
Llevaban a los enfermos para que los apóstoles los sanaran. Sabían que los apóstoles tenían el mismo poder que tenía Jesús.
Las noticias de lo que hacían los apóstoles llegaron a las ciudades cercanas. Muchas personas que vivían cerca de Jerusalén iban a Jerusalén buscando ayuda, y todos eran sanados (ver Hechos 5:16).
Los apóstoles continuaban el trabajo de Jesús. Enseñaban a los demás acerca de Jesús y les ayudaban en todo lo que podían, incluso curándolos de sus enfermedades, como lo había hecho Jesús.
• Encuentra las siete diferencias entre los dos dibujos
En muy poco tiempo el grupo de seguidores de Jesús, la iglesia, se hizo muy grande. Si te acuerdas en el día de Pentecostés se bautizaron unas tres mil personas. Pues poco después, con las predicaciones de Pedro, muchas más personas decidieron seguir a Jesús. ¿Cuántas eran esta vez? (Lo puedes leer en Hechos 4:4).
• Calcula tú el número de seguidores de Jesús que había ahora.
Día de Pentecostés
Ahora
Muchos habitantes de Jerusalén creyeron en Jesús por los sermones y por los milagros de los apóstoles. Pero ¿sabes por qué querían unirse al grupo de los apóstoles? (Lee la primera parte de Hechos 4:32).
Tener un mismo corazón y un mismo pensamiento no significa que estuvieran de acuerdo en todo o que tuvieran los mismos gustos. Los seguidores de Jesús eran muy distintos unos de otros. Algunos habían vivido con Jesús y otros ni siquiera lo habían visto en persona. Había gente rica y también personas muy pobres. } Había personas muy listas y con estudios.
Pero todos tenían un mismo corazón y pensamiento: mostraban amor los unos por los otros. Eran amables y serviciales. Todo el mundo veía que, a pesar de las diferencias de carácter, de clase social o de estudios, todos se ayudaban y estaban dispuestos a ayudar a los demás
Los seguidores de Jesús eran alegres, alababan a Dios y eran generosos. Les gustaba compartir su mesa, su comida y pasar tiempo juntos.
Cuando la gente veía cómo se ayudaban y cómo se amaban se daban cuenta de que eran seguidores de Jesús. Y mucha gente se unió a la iglesia porque quería vivir con ese amor que solo podía venir de Dios. (Puedes leerlo en Hechos 2:46,47).
Fíjate en una frase del versículo 47: los seguidores de Jesús caían bien a los demás, les eran simpáticos. Nadie quiere acercarse a una persona de mal carácter, ¿verdad? Pero los seguidores de Jesús no deben tener mal carácter porque Jesús era simpático y amable. Solo así otras personas se acercarán y querrán conocer a Jesús a través de nosotros.
• Descubro la Biblia... y encuentro a Jesús.
Lo que llamaba mucho la atención de todos los habitantes de Jerusalén es que los seguidores de Jesús lo compartían todo. Los que eran más ricos ayudaban a los más pobres y así nadie pasaba hambre o necesidad de nada (ver Hechos 2:44,45; 4:34).
Entre los discípulos de Jesús había personas que eran ricas como Mateo, que había sido recaudador de impuestos, José de Arimatea que compró el sepulcro para Jesús, Nicodemo que era un dirigente judío importante o Zaqueo, el jefe de los recaudadores de impuestos de Jericó.
Pero también había muchas personas pobres que creían en Jesús y pertenecían a la iglesia. En aquellos tiempos nadie cobraba ayudas por estar sin trabajo, no había pensiones para los ancianos, los enfermos o las viudas. Por eso había gente que pasaba muchas necesidades.
Los seguidores de Jesús se organizaron de forma que las personas que tenían más dinero pudieran ayudar a las que no tenían nada. ¿Cómo lo hacían? (Puedes leerlo en Hechos 4:35).
Todos confiaban en los apóstoles. Las personas que decidían libremente donar su dinero para ayudar a otros se lo daban a los apóstoles. Así, cuando alguien necesitaba ayuda, iba a ellos y les pedía lo que necesitaba. Los apóstoles repartían el dinero para que nadie pasara hambre.
Una de las donaciones más importantes la realizó un levita llamado José. Este hombre vivía en Chipre. Cuando se enteró de que muchos seguidores de Jesús estaban pasando por dificultades, vendió una propiedad y entregó el dinero a los apóstoles (ver Hechos 4:36,37). Debió ser mucho dinero porque los apóstoles comenzaron a llamarlo Bernabé, que significa «hijo de consolación», porque con el dinero que dio se pudo consolar y ayudar a muchas personas.
• Encuentra la silueta que es exactamente igual al dibujo.
Los primeros cristianos eran generosos. Hablad de cómo vuestros hijos también pueden serlo cuando prestan sus pinturas a un compañero, cuando comparten sus juguetes o cuando juegan con ese niño o esa niña con la que nadie quiere jugar. Hablad de las cosas que como familia acostumbráis a hacer: colaborar con el banco de alimentos, donar la ropa o juguetes usados…
Explicad a vuestros hijos algún proyecto al que hayáis destinado ofrendas o donaciones a través de la iglesia últimamente.
Al igual que los primeros discípulos nosotros también podemos ser generosos, no solo con las personas de la iglesia sino también con todos los que necesitan nuestra ayuda.
¿Cómo lo hacemos en nuestra iglesia? En nuestra iglesia seguimos el ejemplo que nos dice la Biblia. La Biblia nos habla de que los israelitas llevaban sus ofrendas al tabernáculo y al templo. Nosotros también podemos dar ofrendas a la iglesia.
Las ofrendas se utilizan para cosas diferentes. Por ejemplo, cada sábado, en la escuela sabática, se recoge una ofrenda destinada a un proyecto misionero que los maestros os van contando durante todo el trimestre.
Durante el culto se recoge otra ofrenda que va destinada cada sábado a una necesidad diferente: gastos de iglesia (presupuesto combinado), colegios de iglesia, residencias de ancianos y los diferentes departamentos de la iglesia (ADRA, Jóvenes, Club de Exploradores, Escuela Sabática...). También podemos dar las ofrendas a través del banco de los papás o por internet. ¿Sabes cómo se dan las ofrendas en tu familia? Pregúntalo.
Seguro que en tu iglesia también hay varios proyectos destinados a ayudar a aquellos que más lo necesitan como recogida de alimentos, de ropa que ya no necesitas o de biblias para quien no puede comprarlas.
El dinero de nuestras ofrendas es un dinero dedicado a Dios. Cuando los israelitas llevaban sus ofrendas al templo se convertían en un dinero santo, apartado para Dios. Lo mismo que nuestras ofrendas. Por eso hay que tratarlo con mucho cuidado y utilizarlo bien. No debemos malgastarlo.
Parte del dinero de nuestras ofrendas se usa para tener un lugar para reunirnos y vivir algún tiempo juntos. Cada uno puede dar dinero o regalar otras cosas que se necesitan para tener un lugar de reunión, lo que ahora también llamamos «tener una iglesia». Con el dinero de las ofrendas se compran bancos y sillas para sentarnos en la iglesia, se pintan las paredes, se conecta la calefacción en invierno o se pagan los recibos de la electricidad. Así que todo lo que hay en la iglesia hay que tratarlo con cuidado y hay que utilizarlo bien porque son cosas apartadas para alabar a Dios, para conocerlo mejor y para que otros también lo conozcan. Imagínate que alguien empieza a escribir con un rotulador en los bancos, las puertas o las paredes de la iglesia. Está estropeando la casa de todos, que es la iglesia. Cuando estropeamos, ensuciamos o rompemos cosas por usarlas sin cuidado o por maltratarlas estamos malgastando el dinero que habíamos apartado para Dios.
Ayudad a vuestros hijos a valorar el esfuerzo de toda la iglesia (los miembros de ahora y los que estuvieron antes que nosotros) por tener un lugar de reunión bonito y acogedor. Ayudadles a valorar el trabajo de todos los hermanos que tienen una responsabilidad o que están dispuestos a trabajar por la iglesia.
También necesitamos entregar parte de nuestro tiempo y nuestro trabajo para que la iglesia funcione. Por ejemplo, los maestros de escuela sabática dedican mucho tiempo para preparar las clases de cada sábado; los diáconos dedican tiempo para tener la iglesia ordenada y preocuparse de cómo están las personas; los directores de cada departamento trabajan para que haya actividades en la iglesia… Y todo eso se hace gratis, solo para ayudarnos unos a los otros como lo hacían los primeros seguidores de Jesús.
Cuando tratamos con respeto el lugar de reunión y a las personas que trabajan para la iglesia, también estamos demostrando respeto a Dios.
La predicación y los milagros de los apóstoles hacían que cada día más y más personas confiaran en Jesús.
Los sacerdotes y dirigentes judíos estaban muy preocupados. Tanto trabajo para matar a Jesús y ahora, después de muerto, tenía más seguidores que nunca. Había algunas personas que estaban furiosas, muy furiosas. (Lee en Hechos 5:17 quiénes estaban muy enfadados).
¿Sabes por qué? El sumo sacerdote Anás y su grupo, los saduceos, no creían en la resurrección de los muertos. Los saduceos se convirtieron en enemigos de Jesús cuando descubrieron que Jesús podía resucitar muertos. Ellos decían que las personas resucitadas por Jesús no estaban muertas de verdad. Pero cuando no pudieron explicar la resurrección de Lázaro, en vez de reconocer que estaban equivocados, odiaron a Jesús.
Y ahora, los apóstoles predicaban que Jesús había resucitado, estaba vivo y que estaba en el cielo. Los saduceos no podían consentir que se contara la historia de Jesús. Jesús era la demostración de que estaban equivocados. Y si estaban equivocados los judíos seguirían a Jesús y no al sumo sacerdote.
• Jesús había demostrado que Dios puede y quiere resucitar a los muertos. La hija de Jairo, el hijo de la viuda de Naín o Lázaro fueron algunos ejemplos. Pero ¿a quién más resucitará Jesús? Separa las palabras y lo sabrás.
«Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres».
¿Es de Dios o de los hombres?
Anás y los saduceos decidieron que tenían que detener a los apóstoles para que dejaran de predicar la resurrección de Jesús. Así que mandaron a unos guardias del templo para que los metieran en la cárcel (ver Hechos 5:18)
¿Crees que a los discípulos les daba miedo estar en la cárcel? Seguramente sí que tendrían miedo, pero ahora confiaban en Jesús y no les importaba. Pero algo sucedió durante la noche mientras estaban en la cárcel. (Léelo en Hechos 5:19).
¡Un ángel abrió las puertas de la cárcel! Los apóstoles salieron tranquilamente por la puerta como si nada. Pero el ángel tenía un mensaje para ellos. No debían esconderse. Debían confiar en Jesús y seguir predicando. Debían regresar al templo y seguir predicando allí (ver Hechos 5:20)
Ni cortos ni perezosos obedecieron lo que les había dicho el ángel. No les importaba que los metieran en la cárcel otra vez. Tenían un amigo que podía enviar a otro ángel y volver a abrir las puertas.
Preguntad a vuestros hijos qué otras historias conocen de personas de la Biblia a quienes Dios sacó de la cárcel. Los apóstoles conocían esas historias y Jesús les había demostrado que Dios todo lo puede.
Los sacerdotes y dirigentes durmieron toda la noche. Estaban tranquilos y orgullosos pensando en que los apóstoles estaban encerrados en la oscura cárcel. Al día siguiente por la mañana, los juzgarían. Dirían que eran unos rebeldes y unos traidores. Dirían que convencían a la gente para que no obedeciera las leyes judías. Y los dejarían encerrados para siempre.
Así, al día siguiente por la mañana, el Consejo pidió a los soldados que trajeran de la cárcel a los apóstoles para juzgarlos (ver la segunda parte de Hechos 5:21).
Cuando los soldados llegaron a la prisión, el carcelero cogió las llaves de los calabozos. Atravesaron los oscuros pasillos vigilados por guardias y cuando llegaron a los calabozos donde habían metido a los apóstoles abrió la puerta. Pero… ¡allí no había nadie!
¡Era imposible! ¡Las puertas estaba cerradas con llave y los guardias habían estado toda la noche delante de la puerta! ¡No podían haberse escapado!
Ni todas las cerraduras ni todas las llaves del mundo habrían podido mantener encerrados a los apóstoles.
• Cuenta todas las llaves que hay en el dibujo. ¿Has podido contar cuántas llaves de cada clase hay?
Los soldados regresaron rápidamente al lugar donde se reunían los gobernantes. Llegaron muy nerviosos y contaron lo que había pasado (ver Hechos 5:22,23)
Los miembros del Consejo se miraron unos a otros asombrados. ¿Qué habría pasado? ¿Cómo se habrían escapado los discípulos?
Ellos pensaban que iba a ser muy difícil encontrarlos de nuevo. A esas horas, ya habrían salido de Jerusalén y habrían vuelto a Galilea.
Todos estaban asombrados por la fuga de los apóstoles. De repente, alguien entró corriendo a la sala. ¿Qué noticias traía? (Lo sabrás si lees Hechos 5:25). ¿Sería posible?
Los dirigentes judíos ordenaron traer otra vez a los apóstoles. Pero esta vez mandaron al capitán de la guardia para que se encargara de traerlos.
Pocos minutos después, Pedro, Juan y los demás apóstoles estaban delante del sumo sacerdote Anás, el mismo que había juzgado a Jesús. ¡Anás estaba muy enfadado! ¿Por qué? (Lee Hechos 5:27,28).
Anás no estaba enfadado porque se habían escapado de la cárcel, ni siquiera les preguntó cómo lo habían hecho. Estaba enfadado porque les había prohibido predicar acerca de Jesús y le habían desobedecido.
¿Qué le respondió Pedro? (Léelo en Hechos 5:29, y recuérdalo siempre). Lo que dijo Pedro era verdad, pero hizo que los miembros del Consejo se enfadaran aún más. Si los hubieran dejado les habrían hecho lo mismo que a Jesús. (Léelo en Hechos 5:33).
• Encuentra en la sopa de letras a los protagonistas de la lectura de hoy: Juan, Pedro, Anás y Capitán. Con las letras que sobras podrás leer las palabras de Pedro registradas en Hechos 5:29 y escríbelo debajo.
Es muy importante que les expliquéis a vuestros hijos la importancia de obedecer a Dios antes que a los hombres. Ponedles ejemplos de la relación con sus amigos. ¿Qué harían si les proponen hacer cosas que a Dios no le gustan?
Hoy en día también existen personas justas como Gamaliel, aunque no sean adventistas. Explícales a tus hijos alguna biografía de personajes históricos como Martin Luther King, Teresa de Calcuta…
Por un momento los apóstoles pensaron que ellos también serían condenados a muerte como Jesús. Pero en medio de las voces que pedían la muerte de los apóstoles, se levantó un importante miembro del Consejo. Su nombre era Gamaliel. Cuando él se puso en pie, todos se callaron. Todos respetaban mucho a Gamaliel.
Gamaliel pidió que sacaran a los acusados de la sala para hablar con tranquilidad (ver Hechos 5:34). Miró a todos los miembros del Consejo y les explicó que no era muy inteligente empezar a matar a todo el mundo que creía en Jesús.
Gamaliel les recordó dos historias que habían ocurrido algunos años atrás. Contó las historias de Teudas y de Judas el Galileo. Esos dos hombres habían sido guerreros, y los dos decían que eran «el Mesías». Tanto Teudas como Judas el Galileo solo querían luchar contra los romanos y liberar a Israel. Habían conseguido el apoyo de muchas personas. Incluso habían formado sus pequeños ejércitos. Pero cuando los romanos los atraparon y mataron, sus seguidores tuvieron miedo y desaparecieron. Eso demostraba que los planes de esos llamados mesías, no eran los planes de Dios.
Gamaliel dijo que, si Jesús era otro falso mesías, Dios no bendeciría a sus seguidores y pronto la gente olvidaría a Jesús y sus enseñanzas. Jesús y sus ideas desaparecerían y ellos no tendrían que matar a nadie más. Entonces les pidió que dejaran en paz a los apóstoles porque si el poder era de Dios ellos no podrían hacer nada para detenerlos, pero si eran falsas enseñanzas tarde o temprano desaparecerían (ver Hechos 5:38,39)
• Solo uno de los Gamaliel pequeños es exactamente igual al grande. ¿Puedes encontrarlo?
Después de las sabias palabras de Gamaliel, los dirigentes judíos se calmaron. Si Gamaliel tenía razón los seguidores de Jesús desaparecerían pronto. Pero no podían dejarlos en libertad sin castigarlos porque habían desobedecido las órdenes y se habían escapado de la cárcel. Así que ordenaron a la guardia que los azotaran antes de soltarlos.
También les dijeron que, si no querían ser azotados de nuevo, debían de dejar de predicar a Jesús. (ver Hechos 5:40). Los azotes les dolieron, pero para ellos era más importante predicar el mensaje de Jesús, el perdón de los pecados y una nueva vida en la Tierra Nueva, que todo el daño que les habían hecho. Sabían que si ellos seguían siendo valientes muchas personas conocerían lo que Jesús hizo para salvarnos y tener una vida mejor.
¿Dejaron de predicar a Jesús? (Lee Hechos 5:42). Aquellos discípulos miedosos que habían huido cuando detuvieron a Jesús, se habían convertido en hombres valientes que estaban dispuestos a todo para que el mensaje de Jesús no se perdiera y que todo el mundo conociera al Salvador del mundo. Gracias a ellos y a muchas otras personas en toda la historia, tú y yo podemos conocer a Jesús.
En tiempos de los apóstoles la forma de compartir la historia de Jesús era contándola en persona o escribiendo una carta a un amigo. Así se escribieron los evangelios, como cartas a personas que estaban lejos. Hoy hay muchas formas de compartir con otros la historia de Jesús.
• Escribe al lado de cada dibujo cuál es esa forma. ¿Se te ocurren otras formas?
Comparte con tus hijos la forma en la que conociste a Cristo. Hazle saber qué personas fueron importantes para que tomaras la decisión de seguir a Jesús y qué personas han sido y son un apoyo para continuar en la iglesia.
Antes de comenzar con la historia de esta semana, contesta a las siguientes preguntas:
• ¿En qué país has nacido tú? ¿Y tus padres?
• ¿Conoces a personas que hayan venido de otro país? Tal vez tú, tus padres o algún familiar habéis venido de lugares lejanos.
• ¿Hay personas en tu iglesia, o en tu colegio, que han venido de otros países? ¿Cuántos? ¿Has preguntado de qué países vienen?
Piensa en todas esas personas. Quizás hablan idiomas distintos, les gustan comidas distintas, tienen la piel de otro color o saben cuentos diferentes.
¿Es malo ser diferente? ¡No! Cuando una persona es diferente, no es mejor o peor que los demás.
Algunas personas se creen mejores que otras solo por haber nacido en un país, por ser hombres o mujeres, o por tener más o menos dinero. ¿Quiere Jesús que pensemos así? ¡No!
Jesús es el Creador de nuestro mundo y del universo. Él creó plantas, animales y personas muy distintas y todas son criaturas suyas. Él nos creó y nos ama a todos por igual. Cuando Jesús estuvo en nuestro mundo demostró su amor a judíos, galileos, griegos, romanos o fenicios. ¿Y si seguimos el ejemplo de Jesús?
«En cualquier caso hacedlo todo de forma conveniente y ordenada».
La iglesia en Jerusalén continuaba creciendo día a día. Los apóstoles estaban acostumbrados a ser un grupo pequeño en el que todos cuidaban de todos. Ahora el grupo de seguidores de Jesús era muy grande: eran miles de personas. Y todas necesitaban la atención de los doce.
Ya era imposible conocerse entre todos y mucho menos saber cuáles eran las necesidades de tantos seguidores de Jesús en Jerusalén. Los apóstoles estaban demasiado ocupados y no podían hacer todo el trabajo.
En Jerusalén vivían algunas personas que venían de Grecia o de lugares donde se hablaba griego. Muchos eran judíos nacidos fuera de Israel y ahora querían pertenecer a Jesús. El problema era que hablaban griego mientras que los judíos de Israel hablaban en arameo. También tenían costumbres distintas y se reunían en otros lugares para adorar a Dios en su propia lengua. Por eso los apóstoles no los conocían tan bien como a los creyentes hebreos.
Y otro asunto era el dinero. Tenían que repartirlo cada vez entre más personas. Y entonces apareció el problema. ¿Cuál era? (Puedes leerlo en Hechos 6:1)
Los creyentes griegos pensaron que los apóstoles estaban tratando mejor a los creyentes hebreos que a ellos. Se quejaron de que a las viudas griegas no se las ayudaba tanto como a las viudas hebreas. ¿Cómo crees que se sintieron los discípulos cuando escucharon estas quejas?
• Encuentra siete diferencias entre los dos dibujos.
Explicad a vuestros hijos que llamamos diáconos a las personas que son elegidas para servir en la iglesia. Diácono significa “servidor”. No es un título para mandar, sino para ayudar a otros.
Las viudas griegas tenían menos ayuda de la iglesia. Los creyentes griegos estaban molestos y fueron a hablar con los apóstoles. Los apóstoles se sintieron tristes porque se dieron cuenta de que los griegos tenían razón.
Descubrieron que estaban tratando de hacer demasiadas cosas ellos solos. Ellos sabían que su trabajo más importante era predicar y enseñar.
Pero estaban tan ocupados en administrar el dinero y en que los pobres tuvieran suficiente ropa y comida, que no tenían tiempo ni fuerzas para atender a todos, ni para predicar.
¿Cómo solucionar el problema? Los apóstoles pidieron sabiduría al Espíritu Santo para saber qué hacer. Y el Espíritu Santo les dio la respuesta: necesitaban ayudantes.
Los apóstoles llamaron a todos los creyentes a una reunión y les dijeron lo que se tenía que hacer. (Podrás leer la solución en Hechos 6:2-4). Fíjate que no los eligieron por ser más simpáticos, por tener más dinero o por ser amigos de los apóstoles. Las tres condiciones eran que fueran personas honestas (que repartieran bien las cosas a todos por igual y no se quedaran con nada para ellos), que en su vida diaria demostraran que se dejaban guiar por Jesús y que fueran sabios.
Una vez que los diáconos fueron elegidos, los apóstoles oraron por ellos. Su trabajo no era fácil y necesitaban la ayuda de Dios para tratar con sabiduría y cariño a todos los creyentes. Y para demostrar que la iglesia confiaba en ellos hicieron una pequeña ceremonia. ¿En qué consistía? (Puedes leerlo en Hechos 6:6)
¿Funcionó la solución de nombrar diáconos que ayudaran a los apóstoles? (Compruébalo en Hechos 6:7). ¡Hasta muchos sacerdotes creyeron en Jesús!
• Coloca las vocales ‘e’ y ‘o’ que faltan y podrás leer el texto de Hechos 6:7 en la Traducción en lenguaje actual.
No importa lo equivocados que podamos haber estado, el Espíritu Santo trabaja en todos los corazones para que podamos entregarnos a Jesús
Hoy, en nuestra iglesia, también realizamos esta ceremonia cuando nombramos a los nuevos diáconos. El pastor y los ancianos oran por los nuevos diáconos y diaconisas para que Dios les ayude a ser sabios, prudentes y cariñosos. También se ora colocando las manos sobre sus cabezas como señal de que la iglesia confía en ellos para realizar este trabajo.
sigui_r_n anunciand_ _l m_nsaj_ de Di_s.
Conforme la iglesia fue creciendo y se formaban nuevos grupos en otras ciudades, se hizo necesario nombrar nuevos responsables de iglesia.
En cada ciudad se nombraron responsables o dirigentes de la iglesia. La Biblia los llama ancianos (por ejemplo, en Tito 1:5) y otras veces, obispos (como en Tito 1:7). Y para ayudarles, se nombraron diáconos y diaconisas en cada ciudad o iglesia.
La Biblia habla de que había diáconos en las nuevas iglesias, pero no sabemos sus nombres, excepto el de una mujer.
¿Quieres saber cómo se llamaba y de dónde era? (Pues tendrás que buscarlo en Romanos 16:1)
Como cada vez había que nombrar más diáconos y diaconisas hubo que poner algunas normas. Los diáconos debían ser personas en las que la gente pudiera confiar. Si les contaban un problema debían saber guardar el secreto. También debían ser muy honrados y sinceros.
Años más tarde, Pablo escribió a Timoteo y le explicó qué características deben tener los diáconos. Así es cómo lo traduce 1 Timoteo 3:8,9,11 (en la versión Dios habla hoy):
«Asimismo, los diáconos deben ser hombres respetables, que nunca falten a su palabra ni sean dados a emborracharse ni a desear ganancias mal habidas. Deben apegarse a la verdad revelada en la cual creemos, y vivir con conciencia limpia. Igualmente, las mujeres deben ser respetables, no chismosas, serias y fieles en todo».
• Encuentra en la sopa de letras las palabras que indican cómo debe ser un buen diácono o una buena diaconisa, y por supuesto un buen cristiano. Si no encuentras alguna de las palabras será porque esa palabra no define a un cristiano.
RESPETABLE
DISCRETO CRITICÓN TRISTE FIABLE HONRADO SINCERO
EGOÍSTA
Actualmente la Iglesia Adventista del Séptimo Día tiene casi 22.000.000 de miembros en todo el mundo. Es imposible conocerlos a todos. Por eso se organizan grupos o iglesias en cada ciudad, para que podamos reunirnos un grupo de creyentes, nos conozcamos y nos ayudemos unos a otros. ¿Sabes cuántas personas se reúnen cada sábado en tu iglesia?
Para ayudarnos los unos a los otros, en la iglesia hay muchas personas trabajando. El coordinador de todo lo que ocurre en la iglesia es el pastor.
Junto al pastor hay un grupo de ancianos que son los responsables de la iglesia. La iglesia está organizada en forma de departamentos, áreas o ministerios y cada departamento tiene un responsable. Por ejemplo, existe el departamento de Escuela Sabática que ayuda a que podamos aprender cada día un poco más sobre Jesús. Otros departamentos son el Club de Exploradores, el Ministerio de la Familia, la Sociedad de Jóvenes, el Ministerio Personal y Evangelismo, y muchos otros.
Para tomar decisiones se reúnen el pastor, los ancianos y los responsables de cada departamento. Es la Junta o el Consejo de Iglesia. En la Junta se decide en qué se va a gastar el dinero, qué actividades que se van a realizar y muchas más cosas.
¿Tú conoces a los responsables de tu iglesia?
• Os proponemos un trabajo de investigación. Rellena el siguiente cuadro con los nombres de algunos de los responsables de tu iglesia. Mañana lo puedes completar con tus compañeros de clase de Escuela Sabática. Seguro que en tu iglesia hay muchos más departamentos con sus responsables. ¿Sabes cuáles son?
PASTOR Coordinador de la iglesia, enseña, predica, aconseja…
ANCIANO/A Representa a la iglesia, conoce a los miembros, enseña, predica, visita, aconseja…
TESORERO/A Administra el dinero de la iglesia.
SECRETARIO/A Ayuda con los documentos de la iglesia.
DIÁCONO/DIACONISA Conoce a los miembros, los visita, mantiene el orden en la iglesia, da la bienvenida, recoge la ofrenda, ayuda…
MINISTERIO DE LA INFANCIA/ ESCUELA SABÁTICA INFANTIL
Ayuda a las familias en la educación religiosa de los niños y a que los niños puedan participar en la iglesia.
CLUB DE EXPLORADORES Ayuda a que los niños tengan actividades cristianas divertidas.
SOCIEDAD DE JÓVENES Ayuda a que los jóvenes puedan participar en la iglesia y tengan actividades adecuadas a sus intereses.
MINISTERIO PERSONAL Y EVANGELISMO
Organiza actividades y proyectos para que otras personas puedan conocer a Jesús.
«Sé
Esta semana vamos a conocer la historia de Esteban, uno de los primeros diáconos. No sabemos mucho de él, pero sabemos que su nombre era griego. Seguramente hablaba griego y podía atender a los creyentes que habían nacido fuera de Israel y a sus viudas.
(Apocalipsis 2:10, Traducción en lenguaje actual)
Como vimos en otras lecciones, los primeros seguidores de Jesús continuaban yendo al Templo a adorar y a predicar. También solían reunirse en las sinagogas con otros judíos que no creían en Jesús. En Jerusalén había muchas sinagogas y algunas eran especiales para los judíos que no habían nacido en Israel. Posiblemente Esteban pertenecía a una de ellas y allí podía hablar con otros sobre Jesús, su amor, su perdón y su resurrección.
El trabajo de Esteban consistía en repartir alimentos y ropa entre los más necesitados. Esteban también predicaba y lo hacía muy bien. Pero además tenía otro don. ¿Qué hacía? (Lo puedes leer en Hechos 6:8).
• Ordena las letras y sabrás qué podía hacer Esteban.
No solo los apóstoles tenían el poder de hacer milagros en el nombre de Jesús. Esteban también podía sanar a los enfermos.
fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de justicia».
Entre las personas que escuchaban a Esteban en la sinagoga había personas de muchos lugares. Eran personas que habían nacido en el norte de África, en Egipto o en Asia, pero todos eran fieles judíos (ver Hechos 6:9)
Lo que más molestaba a los dirigentes de la sinagoga no era que Esteban ayudara a otros o que los sanara. A los dirigentes de la sinagoga no les gustaba que Esteban hablara sobre Jesús.
Así que lo llamaron para discutir con él y demostrarle que estaba equivocado. ¿Qué ocurrió? (Lee Hechos 6:10).
El Espíritu Santo le ayudaba en cada momento a decir las palabras adecuadas. Esteban estaba viendo cómo se cumplía en su propia vida una de las promesas de Jesús. ¿Cuál era? (Recuérdala leyendo Lucas 21:12-15)
Jesús ya había avisado a los discípulos que cuando él se fuera al cielo habría gente que los perseguirá y los tomaría presos. Los entregaría a las autoridades de la sinagoga y los meterían en la cárcel. Que, por ser sus discípulos, los llevarían ante los gobernadores y los reyes para que los castigasen.
Pero eso sería una oportunidad para que pudieran hablar de él. Les dijo que no se preocuparan en pensar qué tenían que decir para defenderse, porque él les ayudaría a contestar con inteligencia, y ninguno de sus enemigos podría contradecirlos ni decir que estaban equivocados.
Explicad a vuestros hijos que esa promesa aún sirve para nosotros. Dios nos ayudará a hablar para que la gente que nos escucha pueda conocerlo. Pero eso no significa que Jesús hará magia; primero tenemos que estudiar lo que Jesús dijo, que está escrito en la Biblia él nos lo hará recordar. Ponedles el ejemplo de los exámenes. Si pedimos a Jesús que nos ayude, él lo hará, pero primero tenemos que estudiar.
El problema de los judíos extranjeros era que no querían reconocer que Esteban tenía razón. Eran orgullosos y no podían permitir que nadie les dejara en ridículo. Como no podían convencerle para que no hablara sobre Jesús, tramaron un plan. Pagaron a algunas personas para que dijeran mentiras sobre Esteban. De esa manera se corrió el rumor de que Esteban había ofendido a Dios y que merecía morir.
Cuando la gente escuchó las mentiras, ¿qué ocurrió? (Lee Hechos 6:12). Los dirigentes judíos sabían que necesitaban testigos para poder condenar a Esteban. Y, como en el juicio de Jesús, al no encontrarlos, tuvieron que pagar a testigos falsos que dijeran que Esteban había hablado en contra de Dios (ver Hechos 6:13,14).
Después de que los falsos testigos dijeran toda clase de mentiras contra Esteban, le dejaron hablar para que se defendiera. Pero en ese momento vieron algo que los dejó asombrados.
• ¿Qué es lo que vieron? Léelo en Hechos 6:15 y completa el dibujo con lo que tú creas que pasó.
Por un momento quedaron impresionados, pero había tanto odio en sus corazones que no quisieron reconocer que eso era una señal de Dios.
Cuando el sumo sacerdote, Anás, le preguntó, Esteban comenzó a hablar. Esteban comenzó recordándoles la historia del pueblo de Dios.
Comenzó hablando de Abrahán, de su llamado para ir a la tierra de Canaán y de la promesa de un hijo. Les habló sobre cómo José llegó a Egipto y cómo Dios lo utilizó para bendecirlo a él, a su familia y a todos los egipcios.
Habló de cómo Dios llamó a Moisés en la zarza ardiente y de cómo liberó a su pueblo de los egipcios llevándolos al desierto. Y allí Dios permaneció entre el pueblo de Israel en el tabernáculo del desierto y años más tarde en el templo de Jerusalén construido por Salomón.
Los sacerdotes, escribas, fariseos y saduceos que formaban el Sanedrín estaban impresionados por los conocimientos de Esteban y por lo bien que comprendía las Escrituras. Pero estaban rabiosos porque no podían acusarlo.
Pero entonces Esteban dijo algo que los enfureció. Les dijo que Dios ya no necesitaba de un templo porque, después de la muerte de Jesús, ya no se necesitaban hacer sacrificios.
También les dijo que ellos tenían la culpa de la muerte del Mesías (ver Hechos 7:52). Y luego los acusó de no cumplir la Ley (ver Hechos 7:53) porque el cumplimiento de la Ley es el amor y ellos no amaban, sino que odiaban. ¿Cómo reaccionaron? (Léelo en Hechos 7:54).
Reflexionad con vuestros hijos cómo reaccionan cuando alguien les dice algo que no les gusta de su carácter, de su comportamiento... ¿Se enfadan? ¿Dejan de ser amigos de esa persona? ¿Intentan reflexionar sobre ello y piden ayuda a Jesús para superarlo? Las personas que nos quieren nos dicen las cosas que hacemos mal para que seamos mejores.
Los sacerdotes y los demás miembros del Sanedrín estaban furiosos. ¿Cómo se atrevía ese hombre a decirles a ellos, que eran los maestros más importantes de Israel, que estaban haciendo las cosas mal? Y por si eso no fuera poco ¿qué ocurrió? (Léelo en Hechos 7:55,56)
¡Eso ya era demasiado! ¡No podían consentirlo más! ¿Cómo se atrevía él a decir que veía a Dios? ¿Cómo se atrevía a decir que Jesús de Nazaret, el que ellos habían matado, estaba sentado, vivo, al lado de Dios? Algunos comenzaron a gritar escandalizados por lo que decía Esteban. Otros se tapaban los oídos para no escuchar y otros llegaron incluso a usar la violencia contra Esteban. ¿Qué hicieron? (Lee Hechos 7:57,58).
Pero Esteban, a pesar de todo, confiaba en Dios. Y mientras lo apedreaban todavía tuvo fuerzas para orar. ¿Qué fue lo último que Esteban pidió a Dios en oración? (¡Impresionante! Lee Hechos 7:60).
Esteban no odiaba. Amó a sus enemigos hasta el punto de pedir a Dios que los perdonara, aunque lo estaban matando. Esteban había dejado que Jesús transformara su corazón y había hecho lo mismo que Jesús antes de morir, perdonó a sus asesinos.
Cuando el amor de Jesús llena tu corazón no cabe lo malo. El amor es capaz de transformarlo todo. • Escribe en las piedras los sentimientos que aparecen cuando amas a Jesús, como lo amaba Esteban.
Durante el juicio había un joven que fue testigo de todo lo que ocurría. También fue testigo de la muerte de Esteban, pero no le dejaron tirar piedras. Ese joven se llamaba Saulo. Saulo fue el encargado de guardar la ropa de los asesinos de Esteban (ver Hechos 7:58)
Saulo había sido educado como fariseo y estaba tan enfadado como los demás por lo que había dicho Esteban. Y aunque no participó en su muerte sí que estaba completamente de acuerdo con lo que estaba sucediendo (ver la primera parte de Hechos 8:1)
A partir de ese mismo día los dirigentes judíos decidieron acabar con todos los seguidores de Jesús en Jerusalén. ¿Qué les ocurrió? (Lee la segunda parte de Hechos 8:1).
Los seguidores de Jesús tuvieron que huir de Jerusalén. Solo quedaron allí los apóstoles.
Los sacerdotes encargaron a Saulo la misión de acabar con todos aquellos que creían en Jesús. Pronto se corrió la voz de la maldad de este joven. No le importaba si eran hombres o mujeres. Para él todos eran enemigos de Israel. Cuando sabía dónde había seguidores de Jesús, entraba en las casas violentamente y los llevaba a la cárcel (ver Hechos 8:3).
A pesar de la persecución, las personas que huían de Saulo llevaron el mensaje de Jesús a otras ciudades de Judea y Samaria, porque allí donde iban no podían dejar de contar a otros lo que Jesús había hecho.
• Encuentra en la ciudad a seis seguidores de Jesús escondidos.
«El Espíritu Santo vendrá sobre vosotros y recibiréis poder para hablar de mí […] en los lugares más lejanos del mundo».
(Hechos 1:8, Traducción en lenguaje actual)
Nuestro testimonio y la predicación del evangelio debe producir alegría en los demás y en nosotros mismos. Lo mismo que el estudio de la Biblia, y en este caso, el estudio de la escuela sabática de tus hijos. Recuerda que evangelio significa «buenas noticias» y las buenas noticias siempre son alegres. Trasmitid esta idea a vuestros hijos usando actividades y juegos divertidos a la hora de estudiar la Biblia.
En la lección de esta semana conoceremos a Felipe, otro de los primeros diáconos nombrados en Jerusalén para ayudar a las viudas griegas. Después de la persecución que inició Saulo en Jerusalén, Felipe tuvo que huir al igual que la mayoría de los seguidores de Jesús. ¿Qué ciudad escogió Felipe para vivir y predicar de Jesús? (Léelo en Hechos 8:5).
• Colorea los espacios con un punto rojo y aparecerá el nombre de la ciudad.
Felipe predicaba el amor de Jesús de forma práctica y mucha gente lo escuchaba. ¿Cómo demostraba el amor de Dios? (Puedes leerlo en Hechos 8:6,7).
Felipe actuaba con el mismo poder que había tenido Jesús cuando pasó por Samaria. ¿Cuál fue el resultado del trabajo de Felipe en Samaria? (Lee Hechos 8:8).
En Samaria había un hombre muy famoso. (Lee en Hechos 8:9 quién era este hombre).
Simón, el mago, era un charlatán. Se aprovechaba de la inocencia de la gente con trucos de magia y les hacía creer que eran verdad.
Hoy sabemos que los magos que hacen espectáculos, en realidad, son personas que saben hacer trucos que parecen reales. Ahora la mayoría de los magos dicen que lo que hacen en sus espectáculos son, en realidad, trucos. Pero en la Antigüedad y hasta los comienzos del siglo pasado, los magos hacían creer a las personas que tenían poderes mágicos. Al igual que Simón, los antiguos magos se aprovechaban de sus clientes para conseguir dinero, fama o admiración.
Pero cuando Felipe llegó a Samaria, muchas personas dejaron de hacer caso a Simón y creyeron en lo que Felipe les contaba sobre Jesús. Muchas personas decidieron entregarse a Jesús y bautizarse (ver Hechos 8:12).
Simón se había quedado impresionado con los milagros de Felipe. Él sabía que su poder era solo un engaño. Pero lo que hacía Felipe, en el nombre de Jesús, era real. Al final también creyó en Jesús. ¿Qué decidió hacer? (Todos tenemos nuestra oportunidad. Léelo en Hechos 8:13)
Enseñad a vuestros hijos que Dios se hizo hombre y vivió entre nosotros para que podamos acercarnos a él sin miedo y con confianza. Él quiere perdonarnos, y debemos estar seguros de que lo hará si se lo pedimos de corazón, no por miedo.
Los milagros de Felipe atraían la curiosidad de Simón. Acostumbrado a hacer sus «milagros», soñaba con poder hacer algún día milagros de verdad y que todo el mundo le admirase por ello.
Cuando los apóstoles se enteraron de que había seguidores de Jesús en Samaria se alegraron mucho y decidieron enviar a Pedro y a Juan para conocerlos. Simón conoció a Pedro y a Juan y supo que también hacían milagros. A partir de ese momento solo podía pensar en una cosa: él quería hacer milagros de verdad, no solo trucos de magia. Y quería hacer los milagros que él quisiera. Así que se acercó a Pedro y a Juan y les hizo una oferta. ¿Qué les dijo? (Lee Hechos 8:18,19).
¡Qué atrevimiento! ¡Este hombre no había comprendido nada! ¿Cómo se le ocurrió que podemos comprar a Dios?
Pedro se dio cuenta que las intenciones de Simón eran muy egoístas. Él no quería recibir el poder de Dios para ayudar a otros sino para hacerse rico y para poder controlar a los demás. Pedro le contestó de una forma muy severa y le pidió que se arrepintiera y que pidiera perdón a Dios. (Puedes leerlo en Hechos 8:21-23).
Simón se asustó por la dureza de las palabras de Pedro, pero en vez de reflexionar sobre sus intenciones y pedir perdón, tuvo miedo de Dios. Tenía miedo a que Dios lo castigara. Entonces pidió algo a los apóstoles. (Puedes leer su petición en Hechos 8:24). Definitivamente, Simón no conocía a Dios de verdad.
Un día, Felipe recibió una visita inesperada. Alguien tenía una misión para él. (Podrás saber quién era el visitante y qué le pidió en Hechos 8:26). Seguramente a Felipe no le gustó mucho tener que irse tan lejos de Samaria. Jerusalén estaba mucho más cerca y el ángel podía haber dicho a uno de los apóstoles que fuera. Pero no protestó, obedeció y se puso en camino.
El camino entre Jerusalén y Gaza era un camino principal. Por allí viajaban muchos mercaderes que llevaban sus mercancías de Asia a Egipto. Pero el ángel no le había dicho con quién tenía que hablar. ¿Cómo lo sabría Felipe?
En un lugar del camino se encontró con una caravana muy lujosa. Era un hombre etíope muy rico que trabajaba para la reina de Etiopía. Era el encargado del tesoro real de Etiopía. Le acompañaban soldados y criados.
Entonces el Espíritu le dijo a Felipe que se acercara al carro del tesorero real. ¿Le dejarían acercarse a una persona tan importante?
Comentad con vuestros hijos las veces que ellos ponen excusas para no hacer lo que les pedís. Comentad cómo Felipe fue obediente, aunque él pudo haber puesto muchas excusas para no realizar su misión: estaba lejos y dejaba sola a la iglesia en Samaria, había muchos peligros en el camino, no sabía a quien tenía que hablar o los soldados no le dejarían acercarse. Pero Felipe confió en que Dios le ayudaría a resolver todos los problemas que aparecieran. Tú y tus hijos también podéis confiar en eso.
El tesorero etíope creía en Dios. Había estado en Jerusalén adorando en el templo y ahora regresaba a su país (ver Hechos 8:27).
Durante su estancia en Jerusalén había comprado un rollo con el libro de Isaías. Como el camino desde Jerusalén hasta Etiopía era muy largo, aprovechaba el tiempo para leer. Pero tenía un problema. No entendía lo que Isaías había escrito.
Felipe se acercó al carro y escuchó lo que leía en voz alta. El etíope estaba leyendo unos versículos que hablaban sobre el Mesías. Esos versículos eran una profecía sobre Jesús. Felipe sabía mucho sobre Jesús, entonces se atrevió a hablarle y se ofreció a explicarle lo que estaba leyendo.
El tesorero real se puso muy contento. ¡Claro que quería que le explicara lo que decía Isaías! Invitó a Felipe a subir a su carro y continuaron juntos el camino.
¿Qué es lo que hizo Felipe? (Lee Hechos 8:35)
Cuando el etíope escuchó toda la historia de Jesús quedó impresionado. Creyó que Jesús era el Hijo de Dios y quería convertirse en seguidor de Jesús. Pero ¿qué tenía que hacer para ser seguidor de Jesús?
Felipe le explicó que Jesús les había dicho que todos los que quisieran seguirle debían ser bautizados igual que Juan le bautizó a él. Así demostraban a todas las personas su deseo de cambiar de vida y empezar de nuevo como seguidor de Jesús. El etíope quería ser bautizado enseguida, antes de regresar a su país.
Un poco más adelante, en el camino, se encontraron con un lugar donde había suficiente agua para ser sumergido.
Entonces el etíope pidió ser bautizado allí mismo. Mandó parar el carro y delante de todos sus criados, entró con Felipe en el río y Felipe lo bautizó.
El etíope estaba feliz. Había descubierto a Jesús y deseaba agradecer a Felipe por haberlo guiado hasta él. Pero no pudo. ¿Qué ocurrió nada más salir del agua?
(Lee Hechos 8:39,40).
El Espíritu tenía más planes para Felipe y lo llevó a otra ciudad en la costa del Mediterráneo. Desde allí siguió predicando por las ciudades de la costa. El tesorero real volvió feliz a Etiopía.
Si algo daba miedo a los seguidores de Jesús era el nombre de Saulo. Saulo era un hombre que había estado presente en el juicio de Esteban y había guardado la ropa de los que lo apedreaban.
Explicad a vuestros hijos que no pueden ser como Saulo. Aunque pensemos que otra persona esté equivocada debemos respetarla.
Saulo había nacido en Tarso, el sur de la actual Turquía, en una familia judía. Sus padres quisieron que Saulo estudiara y le dieron una buena educación. Sabía hablar en al menos tres lenguas: griego (la lengua de Tarso), arameo (la lengua de Israel) y latín (la lengua del Imperio). En cuanto tuvo la edad suficiente, sus padres lo enviaron a Jerusalén para que terminara sus estudios como fariseo. Eligieron al maestro más sabio y respetado entre los fariseos: Gamaliel. ¿Lo recuerdas? Es el que habló ante el Sanedrín diciendo que dejaran en paz a los apóstoles.
Gamaliel le enseñó bien. Saulo conocía las Escrituras cuidadosamente y cumplía todas las leyes de los fariseos. Él se creía un hombre perfecto porque cumplía todas las leyes. Y quería que todos los israelitas fueran perfectos.
Saulo amaba mucho a Dios. Pero creía que era un insulto a Dios decir que Jesús era el Mesías.
Por eso, después de escuchar a Esteban persiguió a todos los seguidores de Jesús. Los metía en la cárcel y los maltrataba porque creía que estaban equivocados y que le faltaban al respeto a Dios.
Debido a la persecución dirigida por Saulo, la mayoría de los seguidores de Jesús abandonaron Jerusalén. Muchos fueron a otras ciudades vecinas y otros se fueron más lejos, a ciudades fuera de Israel. Ahora se predicaba la historia de Jesús en muchos más sitios, y la iglesia creció en todas las ciudades.
Cuando Saulo se enteró que había seguidores de Jesús en otras ciudades, se enfureció.
Se enteró de que, en Damasco, en la región de Siria, hasta les dejaban predicar en las sinagogas. Entonces, Saulo fue a ver al sumo sacerdote y le pidió cartas para los dirigentes de las sinagogas de Damasco. ¿Qué intenciones tenía? (Lee Hechos 9:2)
El sumo sacerdote firmó las cartas y Saulo se puso en camino hacia Damasco con un grupo de soldados. Después de una semana de camino, cuando ya casi estaban llegando a Damasco, ocurrió algo. De repente, Saulo se detuvo. Una luz brillante, inmensamente brillante, hizo que cayera al suelo. Y se oyó una voz. ¿Qué decía la voz? (Lee Hechos 9:4)
Saulo sabía que la voz provenía del cielo, y esa voz solo podía ser de Dios o de un ángel. ¿Quién le hablaba?
¿Por qué le decía que le perseguía?
Cuando Saulo preguntó que quién le hablaba, la respuesta lo dejó helado.
(Lee lo que oyó Saulo en Hechos 9:5).
En ese momento, Saulo se dio cuenta de repente del tremendo error en el que vivía. Los apóstoles tenían razón y él estaba equivocado. Jesús estaba vivo. Jesús estaba en el cielo. Jesús era el Hijo de Dios. Reconoció el daño que estaba haciendo a personas inocentes. Pero en vez de lamentarse y esconderse, se puso al servicio de Dios de nuevo. Pero esta vez lo haría, no a su manera, sino a la manera de Dios. ¿Qué le preguntó Saulo a Jesús? (Lee Hechos 9:6; 22:10).
• Sustituye los dibujos por las letras correspondientes y sabrás qué le dijo Saulo a Jesús.
Saulo estaba dispuesto a cambiar y a hacer lo que Dios le dijera. Y Jesús le decía que llegara hasta Damasco y esperara allí. Saulo necesitaba tiempo para pensar en lo que había hecho hasta ese momento y en lo que debería hacer a partir de ahora. Necesitaba esperar.
Cuando intentó ponerse en pie, ¿qué había ocurrido? (Lo sabrás si lees Hechos 9:8). Saulo el fuerte, el valiente, el que hacía todo lo que quería, se encontró de repente ciego y dependiendo de los demás para caminar. Saulo entró en la ciudad y esperó, pero estaba muy triste. Pensaba en todas las personas a las que había hecho sufrir tanto.
Alos tres días, Jesús se apareció en visión a un hombre que vivía en Damasco. (Sabrás quién era si lees Hechos 9:10).
Jesús le pidió que fuera a donde estaba Saulo. Le dijo que estaba ciego y que él le devolvería la vista.
Ananías debería estar contento de que Jesús le pidiera hacer un milagro tan bonito como sanar a un ciego. ¡A todos nos gustaría hacerlo! Pero Ananías no quería ir. ¿Por qué? (Lee Hechos 9:13,14).
Ananías conocía a Saulo y sabía de su crueldad. Por eso tenía miedo. Pero Jesús tenía una buena razón para devolver la vista a Saulo. ¿Qué quería hacer Jesús con Saulo? (Léelo en Hechos 9:15)
¡Increíble! ¿Ese hombre malvado se iba a convertir en seguidor de Jesús? ¡Ananías no lo podía creer! Pero obedeció. Fue a la calle Recta, a casa de Judas y encontró a Saulo orando.
Entonces Ananías, después de presentarse, oró poniendo sus manos sobre él. ¿Qué ocurrió entonces? (Lee Hechos 9:18).
Habían ocurrido dos milagros: un ciego había sido sanado y, el más grande de los milagros, un hombre había decidido cambiar de vida y ponerla al servicio de Jesús.
Explicad a vuestros hijos la palabra ‘conversión’. Saulo era como alguien que iba en una dirección y de repente, se dio la vuelta y caminó en otra dirección. A eso lo llamamos conversión. Puede haber conversiones espectaculares como la de Saulo, pero otras veces la conversión es algo mucho más personal e íntimo cuando decidimos seguir a Jesús. Sea como sea todos necesitamos convertirnos y comenzar a andar por el camino de Jesús.
A partir de entonces, Saulo cambió muchas cosas en su vida.
• Observa el dibujo y compara las dos caras ¿Qué crees que ha ocurrido? ¿Por qué?
• ¿Qué le faltaba a Saulo que ahora tiene?
Ahora el sabio fariseo debía comenzar a aprender un montón de cosas. Debía olvidar las enseñanzas humanas y aprender el evangelio, la buena noticia del amor de Dios.
Ahora Saulo no tenía ningún maestro importante que le enseñara. Sus maestros eran otros seguidores de Jesús que vivían en Damasco. Aprendió la historia de Jesús y sus enseñanzas. Y comprendió que Dios quiere que nos amemos y nos cuidemos unos a otros. Muy pronto Saulo se sintió preparado para predicar a Jesús en las sinagogas.
Cuando los enemigos de Jesús, que odiaban también a todos sus seguidores, se enteraron de que Saulo predicaba a Jesús se enfadaron mucho. ¿Qué pensaron hacer algunos judíos de Damasco? (Lee Hechos 9:23,24).
Saulo estaba en peligro. Tenía que esconderse porque había mucha gente que quería matarlo. Debía huir. Pero el problema es que los enemigos vigilaban día y noche las puertas de la ciudad. ¿Qué solución encontraron sus nuevos amigos para que Saulo pudiera huir? (Lee la original solución en Hechos 9:25)
• Encuentra en el muro el camino que ha seguido el cesto de Saulo para huir de Damasco.
Algún tiempo después, Saulo fue a Jerusalén. Pero en Jerusalén lo conocían muy bien. Había mandado encarcelar a muchas personas. Lo habían visto registrar las casas. Habían oído cómo hablaba en contra de Jesús. Y aunque algunos decían que ahora era seguidor de Jesús, nadie se fiaba de él (ver Hechos 9:26)
Por fin, Bernabé escuchó su historia y confió en que lo que decía era verdad. Así que lo presentó a los apóstoles y Saulo se quedó con ellos un tiempo (ver Hechos 9:27,28)
Pensó en ir a hablar con sus antiguos amigos, seguramente los mismos griegos que acusaron a Esteban. Tal vez a él le escucharan. ¿Qué hicieron? (Lee Hechos 9:29).
Los hermanos de la iglesia se enteraron de que Saulo, corría peligro e intentaron ponerlo a salvo. Lo primero era sacarlo de Jerusalén hacia algún sitio seguro. Decidieron acompañarlo hasta Cesárea, una ciudad con puerto. Desde donde podría viajar a un lugar seguro. Y desde allí pensaron que lo mejor era que volviera a su ciudad, con su familia, y lo enviaron a Tarso, lejos de sus enemigos.
¿Cómo fueron los siguientes años para la iglesia? (Puedes leerlo en hechos 9:31). Sin Saulo que los persiguiera y convertido en un ayudante más de Jesús, la iglesia vivió en paz y creció gracias al poder del Espíritu Santo.
• Localiza en el mapa las ciudades de las que habla el texto de hoy y dibuja el camino que siguió Saulo en su huida hasta su ciudad natal.
«Ahora comprendo que para Dios todos somos iguales. Dios ama a todos los que le obedecen y también a los que tratan bien a los demás y se dedican a hacer lo bueno, sin importar de qué país sean».
(Hechos 10:34,35, Traducción en lenguaje actual)
Cada vez había más seguidores de Jesús y los apóstoles decidieron visitar las distintas ciudades para ver cómo estaban los creyentes y ayudarles en lo que necesitaran.
Pedro fue a la ciudad de Lida a visitar a la iglesia que se reunía allí, y conoció a uno de los hermanos. Se llamaba Eneas. ¿Qué le pasaba a este hombre?
(Léelo en Hechos 9:33)
No sabemos qué le había pasado. Probablemente había tenido un accidente y ya llevaba ocho años paralítico. La única forma de desplazarse era cuando algunos amigos o familiares se ofrecían a transportarlo en su camilla. Eneas había creído en Jesús y era feliz a pesar de que no podía caminar. Pedro quedó impresionado por la fe de este hombre. Muchas personas habían llegado a creer en Jesús porque primero Jesús les había sanado, pero Eneas amaba a Jesús a pesar de seguir enfermo. Entonces Pedro le dijo unas palabras que cambiarían su vida. (Léelas tú también en Hechos 9:34)
¡Y se levantó! No lo dudó ni un momento. En cuanto Pedro nombró a Jesús, Eneas sintió que sus piernas se habían fortalecido y pudo ponerse en pie.
Lida era una ciudad pequeña. Allí todo el mundo se conocía y todo el mundo conocía la historia de Eneas y de su parálisis. La noticia de la curación de Eneas corrió rápidamente por toda la ciudad. ¿Qué pensaron los vecinos de Lida? (Lee Hechos 9:35)
No enseñéis a orar a vuestros hijos como si Dios fuera un «genio de la lámpara» que cumple todos nuestros deseos. Algunas veces podemos caer en la tentación de «exigir» a Dios un milagro para mantener o demostrar nuestra fe. Seguramente Eneas habría orado a Jesús muchas veces pidiendo su curación. Sin embargo, y a pesar de que aparentemente no fue escuchado, él no perdió la fe. Dios contestó a sus oraciones después de mucho tiempo y por medio del apóstol Pedro. ¿Qué nos enseña esto?
1. Que hay que ejercitar la paciencia.
2. Que Dios puede actuar cuando menos lo esperemos.
3. Que no siempre Dios concede nuestras peticiones tal y como las pedimos. Él puede tener otros planes para nosotros y debemos confiar en él. Como lo hizo Eneas.
Cerca de Lida, en una ciudad llamada Jope, vivía una maravillosa mujer llamada Tabita, también conocida por su nombre griego, Dorcas. Dorcas era muy querida en la iglesia de Jope. Sabía coser y había cosido mucha ropa para las viudas y los más necesitados. Recuerda que la ropa era muy cara en aquella época.
Hablad con vuestros hijos sobre los proyectos de ayuda a los pobres que hay en vuestra iglesia y proponeos ayudar de alguna forma concreta.
Pero Dorcas enfermó y en apenas unos pocos días murió. Mientras lavaban su cuerpo y lo preparaban para enterrarlo alguien recordó que Pedro estaba a pocos kilómetros de allí. En seguida mandaron a dos mensajeros a buscarlo.
Cuando Pedro llegó a Jope, lo llevaron a la casa de Dorcas. La casa estaba llena de mujeres que estaban muy tristes por la muerte de su amiga. Le enseñaron a Pedro las ropas que Dorcas había cosido para ellas y le hablaron de lo buena que había sido (ver Hechos 9:39).
Entonces Pedro pidió que todo el mundo saliera de la habitación. Necesitaba un poco de tranquilidad. ¿Para qué? (Léelo en Hechos 9:40).
Imagínate la alegría de todos los creyentes de Jope. ¡Dorcas estaba viva y su enfermedad había desaparecido! ¡Qué agradecidos estaban a Dios!
¿Cuánto crees que tardó Dorcas en ponerse a trabajar otra vez por los más necesitados? Yo creo que muy poco.
¿Sabes qué es ADRA? ADRA es una organización formada por un grupo de personas que hacen lo mismo que Dorcas: ayudar a las personas necesitadas. Seguramente tu iglesia tiene uno o más proyectos en los que colabora con ADRA. Pregunta a tus padres o al responsable de tu iglesia cuáles son estos proyectos y escríbelos aquí abajo.
Enseñad a vuestros hijos que el evangelio es una buena noticia para todas las personas, de todas las razas, países o clases sociales. Dios desea que todas las personas lo conozcan y sean felices viviendo como discípulos de Jesús.
La siguiente historia tiene como protagonista a un hombre que vivía en Cesárea, a pocos kilómetros de Jope. Era una ciudad muy nueva construida por los romanos. Allí vivían los gobernadores y los jefes del ejército romano. Por eso a los judíos no les gustaba ir allí: estaba llena de romanos invasores.
En Cesárea vivía un hombre llamado Cornelio. ¿Quién era? (Lo sabrás si lees Hechos 10:1).
Un centurión era un jefe militar que tenía a su cargo un gran número de soldados. Pero a pesar de ser un militar romano, había aprendido a adorar al Dios verdadero (ver Hechos 10:2). Cornelio y su familia adoraban a Dios y oraban cada día. Cornelio también ayudaba a los pobres y a todo el que lo necesitara.
Para Cornelio no era fácil adorar a Dios. Sus jefes y casi todos sus soldados eran paganos y se podían burlar de que un oficial romano creyera en el Dios de los judíos. Pero como era un soldado romano, los judíos tampoco lo dejaban adorar en las sinagogas. Pero Dios quería que Cornelio conociera a Jesús. Mañana veremos cómo lo hizo.
• Encuentra las siete diferencias entre los dos dibujos de Cornelio ayudando a un mendigo.
Un día, en la hora de la oración del mediodía, Cornelio tuvo una visión. (Lee en Hechos 10:3).
Cornelio comprendió enseguida que lo que veía era un ángel de Dios. ¡Y lo llamaba por su nombre!
¿Acaso Dios se preocupa de cada persona en particular? ¡Claro que sí!
Dios conocía no solo el nombre de Cornelio sino también su corazón sincero, que buscaba respuestas en la religión de los judíos. Pero Cornelio sabía que para acercarse a Dios tenía que haber algo más que sacrificios, rituales de purificación y el cumplimiento de reglas y más reglas. Pero ningún maestro judío quería enseñarle porque era un soldado romano, una de las personas más odiosas que podían existir para los judíos.
¿Qué debería hacer Cornelio si quería saber cómo acercarse al Dios verdadero?
Aquel ángel sabía que había una persona que podía ayudar a Cornelio a aprender sobre el Dios verdadero. ¿Quién podía enseñar a Cornelio?
(Lee Hechos 10:5,6).
Cornelio no podía equivocarse. El ángel le dio el nombre completo de Pedro para que no lo confundiera con ningún otro y le dijo exactamente dónde vivía.
Cornelio no pudo esperar más. En cuanto el ángel se fue llamó a dos criados de su confianza y a un soldado de su centuria que también adoraba al Dios verdadero. Su misión: traer a Pedro para que le hablara de Dios.
Utilizad el ejemplo de Cornelio. Si estaba convencido de que debía hacer algo, lo hacía cuanto antes. Enseñad a vuestros hijos a «no dejar para mañana lo que puedas hacer hoy», bien sean las tareas del cole o las de casa. Todos disfrutaréis más llevando las cosas al día.
Dios quiere que todos tengan una oportunidad de conocerlo. • Coloca las vocales ‘o’ y ‘e’ en el lugar correcto y descubrirás el mensaje.
Explicad a vuestros hijos que la visión no quiere decir que ahora ya se pueden comer toda clase de animales. Dios quería decir que no debemos rechazar a las personas como rechazamos ciertas comidas que no son buenas para nuestro cuerpo.
Al día siguiente, al mediodía, Pedro subió a la azotea de la casa donde vivía para orar y allí tuvo una visión. (Puedes leer lo que vio Pedro en Hechos 10:11,12)
Si ya era bien raro ver bajar del cielo una sábana llena de toda clase de animales, más raro todavía era lo que escuchó. (Tú puedes leerlo en Hechos 10:13)
¿Comer? Un judío no podía comer esos animales. Dios los había prohibido. Él nunca había comido eso y no estaba dispuesto a hacerlo ahora (ver Hechos 10:14). Pero la voz le volvió a hablar. (Lee lo que le dijo en Hechos 10:15).
Pedro se negó a comer de esos animales. Tres veces recibió la orden y tres veces Pedro se negó. Entonces la sábana con todos sus animales regresó al cielo. Pedro sabía que Dios le estaba dando un mensaje, pero no entendía nada.
En ese momento llamaron a la puerta. Eran tres romanos que venían a pedir a Pedro que los acompañara hasta Cesárea.
Pedro no quería ir a esa ciudad de romanos y mucho menos con romanos. Ellos habían matado a Jesús. Pero el Espíritu Santo le habló. ¿Qué debía hacer? (Léelo en Hechos 10:19,20). Entonces Pedro comprendió la visión. Los romanos, esa personas odiosas e impuras, eran los animales de la sábana. Dios quería que Pedro dejara de pensar en ellos como enemigos y comenzara a pensar que eran personas que necesitaban conocer a Jesús.
Pedro decidió acompañar a los romanos a su ciudad. Al día siguiente llegaron a Cesárea. Para Pedro no era fácil hacer lo que hizo: entró en la casa de un romano. Para un judío era tan asqueroso comer carne de cerdo como entrar en la casa de un romano.
Cornelio lo estaba esperando impaciente. Pero no solo lo esperaba él. ¿Quién más esperaba a Pedro? (Lee Hechos 10:24)
Cornelio no sabía qué era lo que Pedro le iba a contar, pero confiaba en Dios y llamó a sus amigos y familiares porque sabía que era muy importante.
Pedro comenzó a explicar la historia de Jesús, cómo había sido crucificado y cómo había resucitado. Les explicó que gracias a él tenemos asegurado el perdón de nuestros pecados.
Cornelio y toda su familia estaban felices. Sabían que lo que les estaba contando Pedro era cierto y ellos también querían ser seguidores de Jesús. ¿Qué debían hacer para demostrar que eran seguidores de Jesús? ¡Bautizarse!
Ese mismo día Cornelio y los que estaban en su casa fueron bautizados. Y Pedro se quedó unos días en su casa enseñándoles (ver Hechos 10:48)
(Mateo
La noticia del bautismo de Cornelio y su familia llegó a Jerusalén en poco tiempo.
Cuando Pedro regresó a Jerusalén, los seguidores de Jesús le estaban esperando. ¿Estaban contentos? (Lee Hechos 11:2,3)
Los creyentes de Jerusalén eran judíos y no querían creer que los gentiles también eran hijos de Dios. Ellos pensaban que, para ser salvos, tenían que ser judíos. Eso era lo que pensaba Pedro antes de tener la visión de los animales.
Así que Pedro tuvo que explicar su visión de los animales impuros, y cómo un ángel también había hablado a Cornelio. Si Dios no hacía diferencias entre los judíos y los romanos, ellos debían aceptar a todas las personas como hermanos.
Los creyentes judíos que le escuchaban quedaron muy sorprendidos y tuvieron que reconocer que estaban equivocados. Pero en vez de sentirse chasqueados, se alegraron y alabaron a Dios (ver Hechos 11: 18).
Hablad con vuestros hijos sobre saber reconocer nuestros errores. Pedro reconoció que estaba equivocado y los creyentes de Jerusalén también; y se alegraron de saber que estaban a tiempo de rectificar su conducta.
«Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá».
7:7, Traducción en Lenguaje Actual)TU LECTURA DEL LUNES
Al norte de Israel había una ciudad muy importante que se llamaba Antioquía. Algunos creyentes que había huido de Jerusalén se fueron a vivir allí. Cuando se enteraron de que Cornelio y su familia se habían bautizado, ellos también quisieron compartir el evangelio con sus amigos paganos. ¿Querrían los paganos saber algo de Jesús? Pronto lo supieron. ¿Qué pasó? (Léelo en Hechos 11:21)
Cuando los apóstoles se enteraron de que un grupo de gentiles había entregado su vida a Jesús se alegraron mucho. Y enviaron a Bernabé a Antioquía para conocer a los nuevos creyentes. Y mientras él estuvo allí mucha más gente se unió a la iglesia (ver Hechos 11:23,24)
Pero Bernabé no podía predicar él solo a todas las personas que querían conocer a Jesús. Necesitaba ayuda. Necesitaba a un hombre inteligente, que hablara varios idiomas y que conociera las Escrituras a la perfección. Y conocía a ese hombre. ¿Quién era? (¡Sorpresa! Léelo en Hechos 11:25).
Bernabé y Saulo enseñaron en Antioquía durante un año. En ese tiempo, las personas que no creían en Jesús comenzaron a burlarse de los nuevos creyentes. Y comenzaron a llamarlos de una forma burlona: «Esos que siguen a Cristo».
¿Cómo comenzaron a llamar a la persona que seguía a Jesús?
• Colorea los espacios con un punto y lo descubrirás.
En algún momento de nuestra vida podemos encontrarnos con alguien que se burle de nuestras creencias. Preparad a vuestros hijos haciéndoles sentir su fe como una característica más de su personalidad, como el pertenecer a una determinada familia, su cultura, o su origen étnico o geográfico. De esta manera se sentirán más seguros al enfrentarse a una provocación.
Para los creyentes en Jesús, el que los llamaran cristianos no era un insulto porque les gustaba que les llamaran por el mismo nombre que a su Maestro. Por eso a partir de ahora a los creyentes, a los seguidores de Jesús los llamaremos «cristianos».
Enseñad a vuestros hijos que los cristianos no habían hecho nada malo. Los malos son lo que persiguen y matan. Cuando tengamos diferencias con otras personas no podemos resolverlas de forma violenta, insultando o burlándonos, porque eso nos convierte en malas personas. Enseñadles que, aunque los demás no nos respeten, nosotros siempre debemos respetar a los demás.
Más o menos por ese tiempo un profeta llamado Agabo advirtió a los cristianos de Antioquía que iba a haber un periodo de hambre. Y efectivamente, ese tiempo de hambre llegó (ver Hechos 11:28)
Los cristianos de Jerusalén y de toda Judea tenían poco dinero y poca comida. ¿Qué decidieron hacer los cristianos de Antioquía? (Lee Hechos 11:29)
Además de pasar hambre, los cristianos de Judea tenían otro grave problema: el rey Herodes decidió perseguirlos (ver Hechos 12:1). No sabemos por qué el rey tomó esa decisión. Pero los dirigentes judíos y los sacerdotes se hicieron sus amigos.
El rey Herodes fue mucho más cruel de lo que había sido Saulo. Herodes dio orden de encontrar a los apóstoles y consiguió encarcelar a Santiago, el hermano de Juan. ¿Qué hizo? (Lee la terrible noticia en Hechos 12:2)
Santiago, el hijo de Zebedeo, uno de los primeros cuatro discípulos de Jesús, fue el primer apóstol en morir. Los cristianos de Jerusalén estaban aterrorizados de nuevo.
Hoy en día, en algunos paises, los cristianos son perseguidos y dan la vida por Jesús. Eso ocurre porque todavía existen personas que no respetan las formas de pensar o de creer diferentes a la suya. ¿Tú desprecias a los que tienen una religión diferente? ¿Te tratan distinto por ser adventista? ¡Piénsalo! Muchas veces la religión de una persona tiene que ver con la religión de su familia o de su lugar de origen.
• Une con una flecha a la persona de acuerdo con su religión y su aspecto.
Cuando los dirigentes judíos se enteraron de que Herodes había matado a Santiago, se alegraron mucho. Y como Herodes quería ser amigo de los sacerdotes y dirigentes judíos, decidió continuar su persecución. ¿A quién capturó esta vez Herodes? (Lee Hechos 12:3)
Era el tiempo de la fiesta de la Pascua, así que decidió que dejaría en la cárcel a Pedro hasta que pasara la fiesta. Pero también recordaba que Pedro ya había estado en la cárcel y había escapado de forma misteriosa, porque no querían creer que un ángel había abierto las puertas de la prisión.
Y para que esta vez no escapara tomaron muchísimas precauciones. (Lee en Hechos 12:4,6 cómo estaba vigilado).
No solo estaba vigilado por dieciséis soldados que vigilaban fuera de la celda. Dentro estaba encadenado a otros dos soldados, uno a cada lado. ¡Esta vez era imposible que se escapara! Mientras tanto, los hermanos de la iglesia ¿qué hacían? (Lee Hechos 12:5)
Es posible que vuestros hijos se pregunten por qué el ángel salvó a Pedro y no a Santiago. Hacedles comprender que nosotros no tenemos todas las respuestas y la Biblia tampoco las da. Tendremos que esperar a que Jesús nos responda cuando estemos con él en la Tierra Nueva.
Cuando terminó la fiesta de la Pascua llegó el momento de juzgar a Pedro. Una noche le comunicaron que por la mañana sería llevado ante el tribunal de Herodes.
¿Qué hizo Pedro esa noche mientras estaba encadenado a los soldados? (Vuelve a leer Hechos 12:6)
Pedro confiaba en Jesús. Si era su voluntad que el apóstol continuara trabajando para predicar el evangelio, Jesús volvería a rescatarlo como la primera vez. Y si Jesús permitía que fuera ejecutado como Santiago, tenía la confianza de que cuando despertara se encontraría cara a cara con su querido Maestro.
Pedro estaba profundamente dormido. Entonces una luz iluminó la celda y apareció un ángel. Pero Pedro seguía durmiendo. El ángel tuvo que tocarlo y despertarlo. En ese momento las cadenas se abrieron y quedó libre de sus vigilantes (ver Hechos 12:7).
Pedro estaba tan dormido que pensaba que estaba soñando. El ángel tuvo que decirle que se pusiera las sandalias y el manto antes de salir a la calle (ver Hechos 12:8,9). En ese momento, la puerta de la celda se abrió. Pedro y el ángel pasaron por delante de los primeros soldados como si nada. Pasaron por delante del segundo grupo y nadie los vio.
Llegaron a la gran puerta de hierro de la prisión que se abrió sin que nadie la tocara para dejar paso a Pedro y al ángel. Luego salieron a la calle. Cuando caminaron algunos metros el ángel desapareció. (Ver Hechos 12:10).
Y entonces Pedro se dio cuenta de que todo había sido real. ¡Estaba libre!
Cuando Pedro se encontró libre tuvo que pensar a dónde iría a esas horas de la noche. Sabía que un grupo de cristianos estarían reunidos en casa de una mujer llamada María. Así que Pedro recorrió las calles hasta llegar a la casa de María. Llamó a la puerta. Alguien se acercó y preguntó que quién era. Pedro respondió en voz baja para no alertar a los vecinos. Entonces escuchó cómo esa persona se iba corriendo. Nadie abrió. ¿Qué había pasado? Esa persona era una niña llamada Rode. Cuando reconoció la voz de Pedro se puso tan contenta que fue rápidamente a avisar a los adultos de que Pedro estaba en la casa, dejando a Pedro fuera (ver Hechos 12:14)
Cuando Rode dijo a los adultos que Pedro estaba fuera, ¿qué respondieron? (Lee Hechos 12:15)
¡Qué poca fe! Imagínate, estaban orando para que Dios libere a Pedro, pero cuando Rode les dijo que Dios había respondido a su oración, ellos no se lo creyeron. Y Pedro seguía fuera. Pedro seguía llamando a la puerta, porque necesitaba entrar en un lugar seguro.
Al final alguien decidió abrir la puerta y cuando vieron que, de verdad, era Pedro comenzaron a dar voces de alegría. Pedro les tuvo que pedir que guardaran silencio para poderles contar cómo el ángel lo había sacado de la cárcel. Luego les pidió que se lo dijeran a los otros apóstoles y se fue. Debía buscar un lugar seguro lejos de Herodes. Y decidió volver a Cesárea donde el rey no tenía poder para perseguirlo (ver Hechos 12:19).
La historia de esta semana comienza en Antioquía, la ciudad donde estaban predicando Bernabé y Saulo. Un día, el Espíritu Santo habló a los dirigentes de la iglesia en Antioquía. Tenía un trabajo especial para Bernabé y Saulo: Dios quería que fueran a otras ciudades donde no había cristianos para predicar a Jesús. Para señalar que Bernabé y Saulo tenían este trabajo especial. ¿Qué hicieron los dirigentes de la iglesia? (Léelo en Hechos 13:3).
Si te acuerdas es lo mismo que los apóstoles hicieron cuando nombraron a los primeros diáconos. A esa forma de orar lo llamamos «ordenación» y en la iglesia seguimos haciéndolo cuando nombramos diáconos, ancianos y pastores. ¿Lo has visto hacer alguna vez?
En el caso de Bernabé y Saulo, la iglesia los apartó para que dedicaran todo su tiempo a la predicación. Eso es lo que hacen hoy los pastores. Los pastores han estudiado mucho para conocer bien la Biblia. Su trabajo es predicar el evangelio, estudiar la Biblia con las personas y ayudarlas a amar a Jesús cada día.
Bernabé quiso llevar a otro ayudante con ellos. Era un chico joven llamado Juan Marcos. Este chico era hijo de María, la dueña de la casa a donde fue Pedro cuando fue liberado de la cárcel la semana pasada. Juan Marcos era un chico inteligente y valiente. Había aprendido a amar a Jesús y conocía muy bien a los apóstoles. Este chico quería ayudar a que todo el mundo conociera la historia de Jesús. Bernabé conocía bien a Juan Marcos porque era su primo (ver Colosenses 4:10). Sabía que podía ser un buen ayudante.
• Encuentra en la sopa de letras todos los nombres propios que aparecen en el texto de hoy.
«Os doy la paz, mi propia paz […] No os preocupéis ni tengáis miedo».
Saulo y Bernabé comenzaron a viajar por varios lugares en los que no había cristianos. Su viaje era un viaje misionero. Juan Marcos los acompañaba. Cuando llegaron a Chipre buscaron las sinagogas para hablar con los judíos que vivían allí. Muchos judíos creyeron en Jesús y se convirtieron en cristianos.
En Pafos, una ciudad de Chipre, un jefe romano escuchó hablar de Bernabé y Saulo. Quería saber qué enseñaban y los mandó llamar. Bernabé y Saulo se sintieron felices de poder hablar sobre Jesús a un jefe romano. (Si lees Hechos 13:7 sabrás cómo se llamaba).
Sergio Paulo tenía un amigo judío llamado Elimas. La Biblia dice que era mago. Pero Elimas no tenía ningún poder mágico. Sabía hacer cosas que parecían milagros. Así engañaba a la gente y conseguía que le dieran dinero y hacían todo lo que él les decía.
Cuando Elimas oyó a Bernabé y a Saulo hablar de Jesús con Sergio Paulo comenzó a discutir con ellos (ver Hechos 13:8). Elimas no quería que Sergio Paulo creyera en Jesús porque entonces el jefe romano no le pediría consejo y le dejaría de dar dinero.
¡Qué distinto es Jesús! Él nos cuida y nos ayuda sin pedirnos nada a cambio. ¿A quién preferirías como amigo? ¿A Jesús o a Elimas?
La magia está presente de forma habitual en la literatura y películas infantiles. Es muy importante enseñarles a los niños la diferencia entre la realidad y la fantasía. La diferencia entre las acciones de los magos de los cuentos y los milagros de Jesús.
Dios no desea el mal para nadie. No deseaba que Elimas se quedara ciego. La Biblia dice que solo fue temporal (ver el versículo 11). Solo se quedó ciego para que dejara de interrumpir y molestar a los apóstoles y demostrar a Sergio Paulo que Elimas era solo un charlatán.
Elimas se puso muy pesado y no dejaba que Bernabé y Saulo hablaran tranquilos con el procónsul. Elimas presumía de los milagros que podía hacer. Presumía de ser más poderoso que Bernabé y Saulo. Entonces Saulo miró a Elimas a los ojos. ¿Qué sucedió? (Lee Hechos 13:11)
Ahora Elimas no podía presumir más de ser tan poderoso. Él hacía milagros falsos, pero de repente se quedó ciego, de verdad. Elimas estaba asustado. No podía ver nada y hasta le tuvieron que ayudar para que no chocara con las paredes. ¿Quién era ahora el poderoso? Elimas no podía hacer nada para volver a ver.
¿Se quedó ciego para siempre?
• Coloca las palabras en el lugar que le corresponda y lo descubrirás (Hechos 13: 11).
algún ciego por quedarás te tiempo
Cuando Sergio Paulo vio o que le había sucedido a Elimas creyó en Jesús. Pero ¿qué es lo que lo convenció; el mensaje de Bernabé y Saulo o el que Elimas se quedara ciego? (Lo sabrás si lees Hechos 13:12). El jefe romano era una persona inteligente, no se dejó engañar. Él no se impresionó por los milagros. Ya estaba acostumbrado a que Elimas hiciera magia y Dios no estaba con él. Lo que demostraba que Bernabé y Saulo venían de parte de Dios fue el mensaje, la doctrina de Jesús.
No todo lo que leemos en el ordenador o en los libros es verdad. También debemos tener cuidado con las personas desconocidas porque pueden engañarnos. Comenta con tus padres o alguna persona mayor estas imágenes.
Apartir de ahora, la Biblia comienza a llamar a Saulo con otro nombre. ¿Cuál es? (Lee Hechos 13:9). Mientras viajaban, Saulo comenzó a utilizar su nombre romano que era Pablo. Cuando comenzó a predicar a las personas que no eran judías utilizó su nombre romano, porque así sería más fácil acercarse a los griegos y romanos.
Después de predicar en Chipre, Bernabé y Pablo subieron a un barco para ir a Asia Menor (la actual Turquía). Llegaron al puerto de Perge y allí ocurrió algo. (Puedes leerlo en Hechos 13:13). La Biblia no nos explica qué pasó, pero el joven Juan Marcos decidió volver a casa.
• Acompaña a Juan Marcos a llegar hasta su casa en Jerusalén.
Luego continuaron su viaje hacia el interior, visitando varias ciudades. Cuando llegaban a las ciudades buscaban la sinagoga y predicaban.
Bernabé y Pablo predicaban primero a los judíos, pero también hablaban sobre Jesús a otras personas. Los que no eran judíos, acostumbrados a que estos los rechazaran, se alegraron de saber que Dios los ama a todos por igual y muchos aceptaron el mensaje de Jesús. (Lee Hechos 13:48,49).
Pero algunos judíos no entendían que Dios también amara a las personas que no pertenecían a su pueblo y que también pudieran aprender a amar a Jesús. Algunos se enfadaron muchísimo, tanto que no pararon hasta que echaron a los apóstoles de aquella región.
Pablo y Bernabé continuaron su viaje, pero dejaron grupos de cristianos, iglesias, en varias ciudades.
Bernabé y Pablo llegaron a la ciudad de Listra. Allí no había sinagoga. No había judíos. Pero a Pablo y Bernabé no les importó y decidieron hablar de Jesús a esas personas. Muchos escucharon hablar de Jesús y del Dios de los judíos por primera vez en su vida.
Un día, cuando Pablo predicaba sobre cómo Jesús sanaba a los enfermos, vio a un hombre cojo que escuchaba muy atentamente. El hombre había nacido cojo y nunca había caminado. Pablo sabía que el hombre creía las cosas maravillosas que escuchaba de Jesús. Entonces Pablo se dirigió a donde estaba el hombre y le habló en voz alta para que todos pudieran escucharlo. ¿Qué le dijo? (Lee Hechos 14:10).
Aquel hombre estaba feliz. No se podía creer que pudiera sentir sus piernas y caminar. Los habitantes de Listra que vieron el milagro, se quedaron asombrados. Nunca habían visto un milagro como ese. Pero, como no conocían a Jesús, no comprendieron lo que había pasado. Pensaron que Bernabé y Pablo eran dos de sus dioses que habían venido del Olimpo. ¿Quiénes creían que eran Pablo y Bernabé? (Léelo en Hechos 14:12)
Todo el mundo quería adorarlos. ¡Hasta uno de los sacerdotes quiso ofrecer sacrificios a Pablo y Bernabé! (ver Hechos 14:13). Los apóstoles podrían estar contentos porque ahora todo el mundo los escucharía y harían lo que ellos dijeran. Pero no, no estaban contentos. Ellos no querían ser tratados como dioses. Querían que conocieran al Dios verdadero. Pablo gritó: «¡Nosotros somos hombres como todos los demás, no somos dioses! ¡Hemos venido para hablaros del verdadero Dios!» (ver Hechos 14:15)
¿Te gusta que digan que eres el mejor?
A todos nos gusta ser los mejores en los estudios, en los deportes, en los juegos, en la iglesia, … Pero ¿si sobresalgo en algo voy recordando a mis amigos y familiares «lo bueno» que soy?
• ¿Desprecio a los que creo que son peores que yo?
• ¿Me vuelvo orgulloso o doy gracias a Dios por lo que me ha dado?
• ¿Utilizo los dones que Dios me ha dado para ayudar a los demás?
• Piensa en el comportamiento de Pablo y de Bernabé.
• Lee la historia y pinta el personaje que crees que se está comportando con humildad.
Cuando Pablo habló, la gente se quedó desilusionada y confundida. Si no eran dioses ¿cómo podían haber hecho el milagro? Entonces unos judíos que venían de otras ciudades para espiar a los apóstoles vieron la oportunidad de hacerles daño. Mintieron sobre Pablo y Bernabé y los habitantes de Listra se enfadaron muchísimo. Creyeron que Pablo y Bernabé querían engañarlos para aprovecharse de ellos. Hacía unos minutos la gente quería tratarlos como dioses y ahora les gritaban e insultaban.
Tan enfadados estaban que comenzaron a tirarles piedras. Pablo se llevó la peor parte. Lo dejaron sin sentido. Entonces la gente, creyendo que lo habían matado lo sacaron de la ciudad y lo dejaron tirado (ver Hechos 14:19)
¡Pobre Pablo…! Pero Dios tenía planes para Pablo. Todavía tenía que predicar el evangelio en muchos otros lugares. Ahora Jesús hizo otro milagro. Cuando los cristianos llegaron donde estaba Pablo, Pablo tuvo fuerzas para levantarse. ¿A dónde crees que fue Pablo entonces? (Lee Hechos 14:20). En vez de salir huyendo Pablo regresó a la ciudad. Habló con los discípulos y se despidió.
Al día siguiente, Pablo y Bernabé se fueron de Listra.
Comentad con vuestros hijos que en el mundo hay personas que les gusta hacer cosas buenas y obedecer a Dios y personas que les gusta hacer daño a esas personas buenas. (Podéis hablarles de Gandhi, Martin Luther King…). Reflexionad con ellos sobre el porqué ocurren esas cosas. ¿Quién es el que quiere realmente hacernos daño usando a otras personas? Preguntadles si quieren dejar usarse por Jesús o por el diablo.
Versiones de la Biblia utilizadas: Dios Habla Hoy, Traducción en Lenguaje Actual, Reina Valera Contemporánea, Reina Valera 2000. (http://www.biblegateway.com)
BIBLIOGRAFÍA GENERAL:
• BADENAS, Roberto. Para conocer al Maestro en sus parábolas. Editorial Safeliz, 2002.
• MA XWELL, Arturo S. Las bellas historias de la Biblia. Interamericana, 1965, 10 tomos.
• THOMAS, Jerry D. Las 28 creencias fundamentales para mí. Editorial APIA. Junio 2007.
• VV.AA. Comentario Bíblico Adventista. Editorial ACES. http://www.ellenwhitebooks.com/comentario/
• VV.AA. Diccionario Bíblico Adventista del Séptimo Día http://iglesiaadventistaagape.org/Documents/Diccionario % 20B % C3 % ADblico % 20Adventista % 20del % 20
Séptimo%20D%C3%ADa%20parte1.pdf
• WHITE, Ellen G.
• El Deseado de todas las gentes. Editorial ACES. Varias ediciones.
• Hechos de los apóstoles. Editorial ACES. Varias ediciones.
LECCIÓN 1. ¡ES JESÚS!
• Mateo 28:13-43; Marcos 16:9-13; Lucas 24:13-35; Juan 20:19-29.
• El Deseado de todas las gentes, capítulos 83, 84.
LECCIÓN 2. DE VUELTA A GALILEA.
• Juan 21.
• El Deseado de todas las gentes, capítulo 85.
LECCIÓN 3. JESÚS SE DESPIDE.
• Mateo 28:16-20; Marcos 16:14-20; Lucas 24:44-53; Hechos 1:1-14.
• El Deseado de todas las gentes, capítulo 87.
• Hechos de los apóstoles, capítulo 3
LECCIÓN 4. LLAMAS COMO DE FUEGO
• Lucas 24:52, 53; Hechos 1:12-26; 2:1-42
• Hechos de los apóstoles, capítulos 4 y 5.
LECCIÓN 5. SALTANDO Y ALABANDO A DIOS
• Hechos 3; 4:1-22.
• Hechos de los apóstoles, capítulo 6.
• Descubro la Biblia... y encuentro a Jesús.
LECCIÓN 6. NACE LA IGLESIA
• Hechos 3:43-47; 4:32-37; 5:12-16.
• Hechos de los apóstoles, páginas 58, 59.
LECCIÓN 7. ¿ES DE DIOS O DE LOS HOMBRES?
• Hechos 5:12-42.
• Hechos de los apóstoles, páginas 64-71.
LECCIÓN 8. HACEN FALTA AYUDANTES.
• Hechos 6:1-7.
• Hechos de los apóstoles, capítulo 9.
LECCIÓN 9. LA VALENTÍA DE UN DIÁCONO.
• Hechos 6:8-15; 7; 8:1-3.
• Hechos de los apóstoles, capítulo 10.
LECCIÓN 10. EL EVANGELIO LLEGA A ÁFRICA.
• Hechos 8:4-40.
• Hechos de los apóstoles, capítulo 11.
LECCIÓN 11. DEL TERROR A LA PAZ
• Hechos 9:1-31.
• Hechos de los apóstoles, capítulos 12 y 13.
LECCIÓN 12. DE VIAJE CON PEDRO.
• Hechos 9:32-43; 10.
• Hechos de los apóstoles, capítulo 14.
LECCIÓN 13. ABRIENDO PUERTAS
• Hechos 11; 12:1-19.
• Hechos de los apóstoles, páginas 116-121.
LECCIÓN 14. MISIONEROS DE JESÚS
• Hechos 13; 14:1- 20.
• Hechos de los apóstoles, páginas 126-152.
Descubro la Biblia... y encuentro a Jesús es el material para 6 a 9 años de la serie Mi Biblia, mi tesoro. El currículo Mi Biblia, mi tesoro ha sido escogido por voto de la XXI Asamblea de la Unión Adventista Española para ser utilizado en las clases de escuela sabática infantil de todas las iglesias del territorio de esta Unión durante el quinquenio 2022-2027.
Este material impreso se puede conseguir por suscripción anual a la Editorial Safeliz a través de las librerías de iglesia. Aquellas iglesias que ya utilizaban este material deberán realizar la suscripción anual de escuela sabática a la Editorial Safeliz.
Para cualquier consulta podéis dirigiros a:
Departamento MIAF+ de la UAE (mjroth@adventista.es) o
Sección Infantil de Aula7activa (infantil.aula7activa@gmail.com)
A Dios por todos los milagros que hemos visto y vivido a lo largo de la elaboración de este material.
A todas aquellas personas que con sus ánimos, su tiempo y su aportación económica han contribuido al proyecto. Sin ellos habría sido imposible llegar hasta aquí.
A las iglesias de Lleida y Madrid-Alenza, cuna y desarrollo del proyecto.
A la UAE y al departamento MIAF+ y a los delegados de la XXI Asamblea de la Unión Adventista Española por la confianza depositada en este trabajo.
la Biblia... y encuentro a Jesús.
Te invitamos a comenzar una aventura junto a tus hijos con la Biblia como escenario. Cada semana descubrirás un nuevo tesoro en forma de historia bíblica en el que siempre estará Jesús, tu amigo y compañero de juegos y aprendizaje.
Usa el material como mejor se adapte a vuestra dinámica familiar y a la madurez de tu hijo pero intenta dedicarle un ratito todos los días.
Y, sobre todo, disfruta de estos momentos, pasadlo bien, divertíos y dejad que Jesús forme parte de vuestra vida.