El Callejón de las Once Esquinas
Billetes en el bolsillo
Benjamín
Recacha Se sabe invisible...
MARTA SE ESTIRA EN LA SILLA, la echa hacia atrás y bosteza sonoramente. —Menudo tostón. La clase entera se gira hacia ella, y se oyen risitas. Maite, la profesora de historia, deja caer la tiza, y antes de darse la vuelta respira hondo y aprieta la mandíbula. —Cómo lamento que te aburras. —Marta se balancea sobre las patas traseras de la silla mientras sonríe desafiante. Sus compañeros murmuran—. No te preocupes, que en el despacho del director seguro que estás más entretenida. Acompáñame. La joven aguanta la mirada, más hastiada que indignada, de su profesora. Masca chicle con descaro y durante unos segundos mantiene el balanceo. —¿Y si no quiero? 102
Los murmullos aumentan; las risitas se multiplican. La profesora nota la oleada de calor que le sube desde el estómago. —Tendrás una semana extra de vacaciones, a partir de mañana. La clase está a la expectativa. No sería la primera vez que Marta lleva su apuesta impertinente hasta el final. En esta ocasión, sin embargo, con toda la parsimonia del mundo, y sin abandonar la sonrisa retadora, cede. —Vale, profa. Tranqui, que ya voy. Maite respira aliviada y afloja la presión en la mandíbula. Marta se le acerca arrastrando los pies y balanceando la cabeza de izquierda a derecha, como si estuviera siguiendo el ritmo de alguna canción. —Javi, ven aquí y apunta a todos los que alboroten mientras estoy fuera.