El Callejón de las Once Esquinas
Antes del fin del mundo Manuela
Vicente No me da la gana...
ENTRÓ en el vagón del metro y se puso a rasgar las cuerdas de su guitarra, haciéndome un guiño. Paula, no hables con desconocidos,
emergió la voz de mamá que, como todas las madres, siempre hablaba de lo mismo: del miedo. Ese eterno aguafiestas que ocupaba siempre un hueco en nuestros bolsillos. Como la alarma de la policía, la sirena de los bomberos, o el semáforo en rojo en frente de casa. Al cuerno el miedo. El desconocido de hoy no era cualquier desconocido, porque llevábamos días coincidiendo en esa ruta. Él con su guitarra y yo con mis miedos a cuestas. Miedo y aventura no casaban en el mismo sitio. Cuando terminaba su actuación, yo le daba siempre propina. Cada vez más. Al llegar a mi parada ese día él bajó también. ¿Te vienes?, preguntó de pronto. Te invito a un café. Y yo, como una auténtica idiota: ¿Un café? ¿Dónde? No sé, donde sea, cualquier sitio que nos guste a los dos… Hay días en los que una quiere hacer una excentricidad. Días en los que el cielo se junta con la tierra y escuecen las alas plegadas que no han podido volar. Y si el mundo terminase mañana, me dije, ¿qué recordaré? ¿Tal vez la lista de la compra que olvidé encima de la mesa de la cocina? ¿El tibio sabor del beso del tazón de leche al irme a dormir? O lo que es peor… ¿Qué quisiera que recordaran de mí? Abnegada madre y obediente hija, proyecto de mujer responsable, hormiguita entre hormigas. A la mierda esa proyección perfecta que no quise ser. Lo que yo quiero en 108