Número 9
Los ojos de la gitana Luciano
Doti
Los muertos viajan rápido... JUAN SE ENCONTRABA con sus padres en una mesa sobre la vereda de ese restaurante cercano al hotel. Habían llegado a La Pampa con la intención de finiquitar la venta de los campos heredados de sus abuelos. Comían comentando alguna cosa sobre el viaje y la venta de esos campos. Recordaban otros viajes anteriores, cuando todavía tenían la casa en Santa Rosa, la que habían vendido hacía ya varios años para comprar un departamento en la costa. Desde entonces, iban siempre a la costa, y La Pampa había quedado olvidada. Juan era un muchacho grande. De hecho, hacía tiempo que no viajaba con sus padres, pero en ese momento la ocasión lo ameritaba. No podía dejarlos solos con ese asunto. Ellos ya eran viejos y resultaba conveniente que él estuviera allí. De repente, como de la nada, en medio de la bucólica noche pampeana, apareció una gitana. —Dejame que te lea la mano —le dijo a Juan. Juan, presa de un estado de sorpresa, no atinó a negarse. —Acá me dice que nunca te ha faltado de comer y de beber, pero que te falta la tranquilidad, y que mucho de lo que ganas se te va de las manos. Parecía una predicción bastante estandarizada. Posiblemente a todos les diría lo mismo. —¿No tienes algo para colaborar conmigo? 117