Número 9
Los espiritistas (Continuación)
Plinio
el Bizco Un hombre o algo semejante apareció al rato...
En el Callejón 8... Después de la batalla de las pirámides, Napoleón estaba satisfecho; les habían dado una buena paliza a los mamelucos doblegando su caballería con férreas formaciones de infantería divididas en cuadros. Desde que era un niño en la isla de Córcega sabía que la gloria se esculpe en hazañas temerarias como esta. Sus generales marchaban hacia El Cairo, lo iban a celebrar por todo lo alto irrumpiendo en el harén del sultán, como los bárbaros en Roma. Él iba a pasar la noche en la Gran Pirámide. Quería que el espíritu del faraón se le presentase para visionar el futuro. Una compañía de granaderos protegía el perímetro. El túnel se estrechaba hasta resultar angosto y se perdía la noción de subida o bajada al estar todo en una oscuridad casi absoluta. Por delante, el guía le conducía a la cámara real, le seguían un capitán en servicio de escolta llamado Gerard y un joven asistente cargado con una esterilla y efectos personales al que todos llamaban Benjamín. 165