Número 9
Lo que no cuenta el Génesis Enrique
Angulo
Es una temeridad... AQUELLA MAÑANA Dios estaba aburrido, la vida en el cielo le parecía monótona, sobre todo tras haber expulsado a los ángeles rebeldes, que eran quienes organizaban las fiestas en el Empíreo. Por eso, pensaba en si realmente había sido acertada tal medida, pues se había enterado de que los llamados ángeles caídos se lo montaban a lo grande en el infierno, ya que a su jefe, el marchoso Lucifer, no le faltaban imaginación y recursos para organizar toda clase de espectáculos, y por las noches, en el silencio de los Campos Elíseos, podían oírles reír y cantar, mientras sonaban de fondo frenéticas músicas. Mientras que en el cielo, Dios, con los arcángeles, ángeles y principados —un tanto envarados—, las potestades, las virtudes, las dominaciones y los tronos —todos ellos muy serios y morige-
rados—, y los querubines y serafines, que eran más bien infantiles y melifluos, se sentía como un intelectual sin más recursos a su alcance que una novela rosa. Así que, a pesar de estar rodeado de ángeles, a Dios el cielo se le hacía muy desangelado, y llevaba mucho tiempo teniendo malos sueños por la noche. Por tanto, una mañana, mientras se desperezaba en su lecho, pensó en sacar parte de sus ahorros del banco Espírito Santo, e invertirlos en crear algo grande, enrevesado, espectacular, algo que le diese pie para no aburrirse durante los interminables eones. Iba a crear tal variedad de vida vegetal y animal que ya no tendría tiempo para la holganza y el tedio, y lo culminaría con un ser complejo y raro donde los hubiese, un ser que iba a dar un jue173