ÁLVARO NÚÑEZ BENJUMEA (Ganadero español)
He seguido con mucho interés las líneas de la teoría desarrollada por mi compañero mexicano Pancho Miguel Aguirre Farías. En cuanto a la parte esencial de su tesis, en la que sostiene, con acierto y originalidad, que el binomio torero-muleta se presenta ante el toro como un posible depredador, creo que para encontrar su origen tenemos que remontarnos muchos siglos en el tiempo. Porque pienso que su reflejo actual en las reses de lidia es la consecuencia del “efecto recuerdo” de estos animales, un vestigio de comportamiento derivado de sus antecesores, de esos uros o astados salvajes que estaban más expuestos a las agresiones del entorno. De ahí, precisamente, esa tendencia a humillar para cornear y para defender los centros vitales de sus cuartos delanteros. Hago esta matización, con permiso del autor, teniendo en cuenta que el toro bravo actual es el producto de una selección genética encauzada hacia la bravura, que es un concepto moderno, con apenas siglo y medio de existencia, y que su crianza organizada en las explotaciones ganaderas hace que, desde hace ya muchas generaciones, no esté expuesto, salvo casos muy aislados a los ataques de los depredadores. En cuanto al tema de la bravura, estoy muy de acuerdo en muchos de los conceptos que el autor desarrolla en el texto, dentro, claro, de la disparidad de criterios que, afortunadamente, hace que ningún ganadero piense exactamente como el otro. Y digo que “afortunadamente” porque esas distintas formas de entender la crianza del toro bravo son las que hacen que se pueda ver en las plazas una gran y necesaria variedad en el comportamiento de las reses. Mientras que ante los ataques externos el resto de animales, incluidos los demás bovinos, se defienden, huyen o acaban por amansarse, el toro realmente bravo incrementa su agresivi-
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Francisco Miguel Aguirre Farías (Pancho Miguel)
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