PACO AGUADO (Periodista y escritor español)
Desde hace siglos el toreo, o la técnica de la moderna tauromaquia, se basa en la mera intuición y en el empirismo de los profesionales que lo han hecho evolucionar a golpes de cornadas y de triunfos. Esa experiencia y esa sabiduría “taurina”, para la que valía perfectamente el cruel dicho de que “la letra con sangre entra”, era guardada celosamente por los toreros, que ni la difundían ni se la transmitían a cualquiera. Les costaba tanto entender la sicología y el comportamiento del toro, tantos años de profesión y de sacrificios, que los viejos maestros escondían a los demás, como un valiosísimo tesoro de exclusivo uso personal, sus conocimientos adquiridos sobre el inquietante material con el que desarrollan su arte. El conocimiento profundo del toro -dentro siempre de los límites intuitivos, que no sobre argumentos medianamente científicos- quedaba así reducido a círculos muy selectos y excluyentes, formados por toreros -y no todos- algunos ganaderos inquietos y una minoría de aficionados elegidos que manejaban como arcanos reservados los distintos conceptos. Y, además, nunca pasándolos a negro sobre blanco, en escritos o libros, sino comentándolos verbalmente en tertulias vetadas para el resto de mortales no iniciados. Es así como, desde aquellas viejas tauromaquias de los toreros de la Ilustración, se ha escrito y se ha investigado muy poco no ya de la ganadería de bravo y de sus distintas sangres -tema sobre el que hay miles de libros en los anaqueles- sino concretamente del comportamiento y de los instintos del toro durante la lidia, de sus motivaciones para la embestida y de las muy variadas formas en que ataca o se defiende en la pelea.
EMBESTIDA. Ni al rojo ni al movimiento
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