La noche del Lunes Santo es especialmente bella, pues cuando la Iglesia de San Vicente abre sus puertas, el intenso recogimiento del corazón se respira en las calles que son camino y consuelo. Tan solo el rumor de las teas se atreve a romper el profundo mutismo en el que se sume Zamora. El dolor de la muerte camina por sus calles, la ciudad se entrega al Señor en esta noche que es rito y regla. El alma se encoge cuando el Cristo de la Buena Muerte se posa en la mirada de los fieles, pues es inmensa su majestuosidad e imponente su presencia. Hasta el espíritu se doblega en esta noche de los sentidos, y se palpa la esencia de la Pasión en la retina y el oído de quien se sabe inmerso en esta dulce locura de la que es imposible escapar, pues embarga y araña lo más profundo del alma. CONVIÉRTETE AL SEÑOR, TU DIOS Los hermanos caminan por las s a r a p é r e z t a m a m e s angostas calles rememorando la estética de aquellos cuadros de Zurbarán, haciendo de esta noche algo sublime. La austeridad y la sobriedad son cobijo para la voz de quienes alzan su oración al cielo en forma del canto más profundo y sobrecogedor, “Oh Jerusalén, Jerusalén, conviértete al Señor, tu Dios”. La plaza de Santa Lucía se transforma entonces en el epicentro mismo de la fe, y se unen el cielo y la tierra en esta noche que tiene principio pero no fin. La Hermandad Penitencial del Santísimo Cristo de la Buena Muerte escribe su historia a través del silencio, de los tambores destemplados, de las siete palabras del Señor entonadas en la noche de la fe. Cristo clavado en la Cruz se adentra en la oscuridad de esta bendita ciudad. Es Lunes Santo en Zamora. el itinerario 2021
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