Zamora se viste de luto, los acordes de la Marcha Fúnebre de Chopin lanzan un grito de dolor al cielo. La ciudad hoy se alza soberana mostrando al mundo la joya de su Semana Santa, la profundidad de su devoción. Es la tarde de la oración en el día en el que Cristo fue juzgado y condenado a la muerte en la Cruz. La tristeza grabada en el rostro de la Virgen de los clavos con la delicadeza de las manos de Ramón Álvarez, la muerte plasmada en la figura del descendido con la sutileza de Benlliure, señas de identidad de una ciudad que llora en silencio cada tarde de Viernes Santo. Y sin embargo, el silencio esconde el grito más desgarrador, el de la Madre se que se cubre el rostro para no presenciar la muerte de su Hijo. El cortejo fúnebre acompaña con absoluta elegancia el cuerpo CONSUMMATUM EST sin vida de Cristo, y acaricia sara pérez tamames sus heridas antes de darle bendita sepultura. Terciopelo negro, luto para llorar al Hijo de Dios que redimió con la Cruz los pecados de los hombres. Se entrelaza el cabello de Cristo en las manos de su Madre, el Siervo de Dios entrega su espíritu al cielo. “Acontecerá aquel día, dice el Señor, en el que haré que se ponga el sol a mediodía y cubriré de tinieblas la tierra en el día claro”. Es Viernes del Señor, el día en el que el corazón de la ciudad se une en la penitencia, el día del ayuno y la abstinencia. Intercede Cristo por la salvación de los hombres, y nace el perdón del mundo del costado abierto del Salvador. Levanta la mirada Zamora, que el Hijo del Hombre se entrega a la muerte.
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el itinerario 2021