Rubén Domínguez Rodríguez Historiador del arte el el itinerario 2021 itinerario 2021
El pasado año 2020 supuso, para la mayoría de personas, un punto de inflexión sin precedentes en la cotidianidad de nuestras vidas. Una situación excepcional, como la crisis sanitaria que padecemos, que ha hecho que toda la sociedad afronte, incluso, la alteración de algunas de sus tradiciones y costumbres más arraigadas en su historia y en su memoria colectiva. El tan enraizado silencio que estremece Zamora en estas fechas es mayor, si cabe, en las calles vacías y mudas de los tiempos de pandemia. El tañer de las campanas de los centenarios templos resonaba en la capital anunciando una Semana Santa diferente, que renunciaba a la materialidad de las procesiones y actos litúrgicos para ser vivida por cada persona de manera individual y familiar. Las puertas de la iglesia de San Frontis no se abrieron en esta ocasión, y la imagen de Jesús Nazareno que cada año abre la semana de pasión zamorana no se vio reflejada en las aguas del Duero a su paso por el puente de piedra. Al día siguiente, Viernes de Dolores, las voces cantoras de la Hermandad Penitencial del Santísimo Cristo del Espíritu Santo no entonaron el Christus factus est y el imponente ruido de las carracas no se hizo protagonista entre los muros de piedra de las estrechas calles del casco histórico. La talla de Jesús, Luz y Vida, obra de Hipólito Pérez Calvo, permaneció en la Catedral sin presidir su procesión hasta el cementerio de San Atilano, junto a cuyas tapias cada año se celebra una ofrenda a la memoria de quienes hicieron posible la Semana Santa de Zamora que ahora, gracias a su legado, ostenta un merecido reconocimiento internacional. El Domingo de Ramos la Borriquita de Florentino Trapero no recorrió las principales rúas de la ciudad escoltada por cientos de niños y niñas entre palmas ramas de olivo y laurel. 8686