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EL LIBRO DE MIS RECUERDOS.
templo. llevando el joven en su niíino izquierda el devocionario de la dama y enlazando ésta su brazo izquierdo con el derecho de su compañero, muellemente reclinada y ]x)saudo con ademán cariñoso sobre aquel mismo brazo la mano que le quedaba libre, lín su andar pausado y en su conversación, al parecer muy tierna, conocíanse desde luego. á dos recién casados en pleno disfrute de su luna de miel, listo minino se observa hoy y seguirá observándose mientras el inundo sea mundo y los i|iir lo habitan den cidrada en su corazón al iimor. Podrá disminuir el período de esa hina. mas eclipsarse ésta, jamás. La .Misa de onceen San Francisco era la que más gente atraía, por asistir áella con frecuencia algiln batallón de los (pie guarnecían la. Capital, el cual entraba á la iglesia con paso mesurado, al compás del sonido del tambor, y ocupaba en debida formación el centro de la iglesia, en tanto (pie los gastadores se desprèn(lían de la cabeza del cuerpo para ir á colocarse en el presbiterio, á uno y otro lado del altar. Durante la ceremonia, la m Tísica del Cuerpo hacía resonaren los ámbitos del templo sus bellas armonías, las (pie muchas veces se niezciaban con los alegres trinos del inquieto sallapared. lín la elevación callaba aquélla, todos
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los soldados hincaban una rodilla ou fierra y rendían las armas, y "los clarines y tambores batían marcha, cuyo regular y solemne ritmo producía, en tan solemnes momentos, un mágico efecto al unificarse con el pausado y ar; gen tino sonido de la campanilla y los trinos i de la regocijada ave. ¡ Los paseos á los alrededores de la Capital, i como Tacubaya y Han Ángel, donde se comía j bien y se jugaba A los bolos, se visitaba á las ¡ familias, se daban, por las tardes, frecuentej mente tamaladas y se bailaba. |>ouíau en ino¡ vimieiito los carruajes de alquiler, desde h:s ¡ primeras horas dol día. en la herniosa Capital: . ómnibus, guayines y carretelas transportaban ! á mucha gente á los amenos lugares expresa I dos, por dos reales (d asiento, aumentando el ] movimiento los coches particulares y de nú• mero, así como los trenes del ferrocarril, cuanj do ya los hubo. j Todo lo que he manifestado puede dar una : i lea cabal de lo (pie era la ciudad de México • por la mañana, allá ]jor la sexta década del siglo XIX. jx-ro falta dar á conocer algunas di' . las costumbres de la tarde y (pie. en realidad : de verdad, han desaparecido del teatro de la I Capital, ó pueden considerarse, en parte, como ! sombras de lo (pie fueron.