Número 10
Mis tres estigmas Andrés
Galindo
Todas las batallas perdidas... ¿HAS VISTO LLORAR a una mujer mientras la penetras, con la luz de la luna filtrándose por la ventana de un cuarto de hotel? ¿Crees que es una escena poética? ¿Crees que he comenzado describiendo a la mujer que llora en un cuarto de hotel sólo por mero artificio retórico? No. Puedes abandonar en el momento que quieras. Puedes cerrar la página e irte ya. Después de todo, estoy de acuerdo contigo. Mirado hacia atrás, puesto en orden, en palabras, efectivamente, parece poético. Pero tendrías que verlo con tus propios ojos para sopesar la magnitud de la poesía: en esos momentos puede llegar a ser tan pequeña, ¿a quién carajos le interesa la poesía cuando se está llorando? Supongo que el tiempo lo sabrá con-
tar con mayor pericia. Para mí, esto fue lo que pasó. *** Treinta y tres años. Poético, ¿no? Patético. Tres intentos de matrimonio, tres decepciones amorosas, un departamento vacío, unos cuantos libros, ningún cuento publicado, un empleo de mierda en un buffet de abogados; ya sabes, lo más mierda del país; todas las batallas perdidas. No era la gran cosa, sólo el mensajero, sólo el maldito mensajero: dinero suficiente para pagar la renta, la comida, los libros de ocasión y un paseíto con Delia de vez en cuando. Lo demás: ropa, calzado, el cine, el café, esas cosas, venían con los amigos, los cumpleaños y las navidades. En resumen: un verdadero don nadie, lo que se dice un patán bueno para nada apenas con aires de es19