Número 10
Un rezo a la vida Antonio Diego
Araújo Gutiérrez
Un bostezo de ventanas con los ojos secos... DAMIÁN QUIJANO nació la mañana del once de enero de 1930, poco antes de que cantara el gallo, en la aldea de Villaolvido. Siendo aún bebé, no tardó mucho tiempo en tener nueve años. A esa edad su estatura bastaba para llevar el cayado y conducir al monte el rebaño de ovejas que su madre, una mujer hecha de la misma madera que el travesaño que repisaba la chimenea del hogar, heredó de su difunto abuelo. El abuelo era labriego incansable, ganadero ocasional y un asiduo feligrés de la parroquia pagana, una tasca recogida cuyo pórtico presidía la explanada de la
plaza principal. A la iglesia, sin embargo, apenas acudía: la cita anual para bajar de procesión a la Virgen, y poco más. Mientras pastaba el rebaño, desde un pequeño risco en las afueras, Damián ponía nombres a los tejados de la aldea, a sus barros resecos de tonos desiguales y chimeneas blancas: el tejado de los molineros, el tejado de los pajaritos... daba igual que el sol impusiera su ley sobre las casas de la loma y el sembrado, o que la luna ocultara el color pardo de los caminos y el rubio de las cosechas: él ponía los nombres sobre los tejados. 77