Sputnik
Las luces corren alargadas por el cristal y luego regresan a su lugar de origen: postes a los costados de la calzada. Sin contarnos a mi padre y a mí, en la guagua van dos hombres dormidos con aspecto de borrachos y una pareja de adolescentes que juegan a sacar sus cabezas por la ventana, se besan al viento. Afuera amanece por capas, hay trozos ya muy claros a ras de tierra, tonos medio rojizos si alzo la vista y también hay nubes pesadas que llegan tarde al aguacero de anoche. Tantos cielos solo podrían confluir en una postal, por eso mi padre se entretiene tirando foticos en movimiento. Tiene su cámara lista incluso para cuando debo saltar un charco a la hora de bajarme; me atrapó en el aire. En total fue poco más de media hora en silencio, mi padre y yo estamos de acuerdo en que los viajes cortos y callados levantan el ánimo. Como nos habían contado, la calle va a morir justo a los pies de la mansión, aunque también nos contaron que la mansión era como un palacio y es mentira, hoy la mansión es como un barco hundido. Nada muy malo puede pasar si cruzamos el muro e invadimos esas ruinas, después de todo somos herederos directos. La maleza ha ocupado el jardín con tal fuerza que un niño podría perderse de vista, a nosotros nos llega a la cintura y en vez de tragarnos sólo nos salpica de rocío y guizazos los bajos del pantalón. Mi padre hace una fotografía desde el portal, de ser a colores saldría una imagen partida al medio: verde hacia abajo y azul arriba. Pero será en blanco y negro para que el pasado respi113