Pequeño satélite que lleva un sueño Mierda, Micha, pero si vas para esa base de mierda donde no queda en pie ni un cartel en ruso ¿entonces por qué tomar esta carretera que bordea el mar y se confunde y se hunde en la noche? Supongo que en parte para alargar el viaje ¿no?, el tiempo, hoy es sábado y mañana será domingo y no puede permitirse llegar un domingo, mierda, los domingos no se llega a ningún lugar. Luego en parte también para atravesar por última vez esta carretera postnuclear, puras rocas donde se revuelcan las olas y esos artefactos que suben y bajan eternamente chupando petróleo, mierda, una roca infinita que solo debiera existir para verla de paso, siempre en movimiento, flotando en un barco o a cien km/h en un Lada 2600. Y claro está, en parte también por mí, supongo, para que sienta ese viento fresco que huele a algas marinas podridas al sol y a explosión de tuberías de gas. «Mierda, así se verá el mundo cuando se acabe el mundo (me grita Micha con la cabeza fuera de la ventanilla), así se veía Chernóbil después del ¡BOOM!» Y suelta el timón para repetir, ¡BOOM!, con el pelo al aire como si estuviera bajo el agua y sus labios gritaran un ¡BOOM! repleto de burbujas. Y yo me río y le digo mierda, Micha, despelúcate si te da la gana pero asere no sueltes el timón, mierda, que te arranquen la cabeza si quieres, pero deja las manos aquí conmigo. Entonces él se tranquiliza un poco y me explica que saca la cabeza para que se le despeinen los sueños, para que lo dejen en paz. «Aquí soñamos mucho, hacemos las cosas soñando con hacer otras mejores y así no terminamos nada de nada». Y mierda, Micha, después de una frase tan llena de mierda es lógico que se pose entre no77