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ricardo alberto pérez
perturbaba y la hacía deambular por las calles balbuceando sobre plantas ornamentales. El otro ojo del tuerto, el que luchó en solitario por la autoestima, ahora pertenece enteramente al fondo marino, ha quedado inmóvil, hipnotizado por el desplazamiento de lujo que practican algunas especies. Aquí encontrarán seres que se arrastran, otros que escalan, y también son creativos, es decir, que segregan una sustancia mientras edifican algunos diseños que van volviéndose entrañables. Encontrarán a los que parasitan amplias superficies de seres enormes, verán la belleza que se expone en el traspaso de la sangre de un organismo a otro, seres que han vivido violentados, y por ello dan la sensación de rígidos, moldeados a partir de dos materias primas básicas: la carne y el hueso. Seres a los que les vamos a ir construyendo los sitios que merecen. El ácaro se levanta como un fénix, inevitablemente será uno de los héroes entre tanta sangre caliente, el ácaro de la calle Monte y de la Avenida del Puerto, semi-soterrado irá provocando la alteridad de los personajes, empujándolos hacia una suerte de extraño hedonismo. Ácaro que representa nuestro sentir más oculto, la esencia de lo que llena espacios espontáneamente cedidos por la escritura. Ácaro puede encarnar un ente individual, representar su intensidad simbólica, y transferirla a la complicada racionalidad humana. Te criaste en la superficie de un queso seco y rancio, emprendiste una larga ruta hacia lo que supuestamente nació torcido, adquiriste una personalidad, un comportamiento contaminado por todos los es-