ar ácnidos
dos pensé que me iba a dar banquete. La cara de ella expresaba sin ningún tipo de pudor lo que es capaz de asumir una mujer con tal de retorcerse de placer. Una vez que entraron al cuarto que tenía destinado para ellos, tomé posición y disfruté de lo que podría describirse como un calentamiento tradicional. Después transcurrió lo demás, de modo que me sentía decepcionado, y cuando ya estaba decidido a buscarme otro entretenimiento, la descocada sacó de su bolso un objeto para la historia, uno de aquellos desodorantes redondos y azules, que venían dentro de un cilindro plástico con una tapita a cada extremo. Lo sacó con desespero y le exigió al hombre que se lo introdujera en el culo, y lo fuera moviendo hasta gastarlo y dejar en sus entrañas esa dosis de alcohol destinada para usarse planificadamente debajo de los brazos». Ácaro Rojo es tremendo: cuando se emocionaba demasiado con las escenas a contemplar, se adhería a los cuerpos de los protagonistas y se iba con ellos a sus casas.
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