Dioses de Lambayeque Fig. 1
En el sector noreste del conjunto de pirámides de Túcume, se han podido identificar un templo propiamente dicho, determinándose sus características y contextos rituales, considerando que el edificio está asociado a un conjunto de más de un centenar de sacrificios humanos, varias decenas de sacrificios de camélidos y más de mil objetos de plata en miniatura, depositados en calidad de ofrendas. El templo tiene como eje de culto a una gran piedra de lados ligeramente planos, encerrada dentro de los confines de un recinto pequeño. Este contexto extraordinario, nos sirve para entender lo complejo de las ceremonias relacionadas con uno de los cultos religiosos más importantes, que tiene antecedentes en los registros arqueológicos de Huaca de La Luna en el valle de Moche, en el que se encontró también un recinto que encierra una parte de la roca natural que sobresale en las faldas de la montaña sagrada, dentro del cual se realizaron sacrificios humanos. En este caso, el contexto tiene relación directa con la ocurrencia de lluvias torrenciales en un espacio en el que nunca llueve (Bourget, 2000). La Huaca I y Huaca Larga, han sido interpretadas como centros de residencia de elite, con la presencia de numerosas evidencias de uso doméstico: cocina, desperdicios de comida, almacenes, áreas de culto y tal vez dormitorios. Huaca Larga ha sido considerada como el asiento del poder político, utilizado como tal por los conquistadores chimú y luego por el estado conquistador inca. Al final, el sitio fue incendiado y destruido, con recintos cubiertos y sepultados ex profeso. En este contexto, Huaca de Las Balsas, se ubica en el extremo suroeste del sitio, considerado como el opuesto al lado noreste, en donde se ubica el Templo de la Piedra Sagrada y Huaca Larga, los espacios hegemónicos relacionados al poder político y el factor religioso inherente. En el lado opuesto, considerando a la montaña como un eje cósmico, está Huaca de las Balsas, rodeado de un conjunto monumental, conteniendo un selecto espacio pleno de relieves en barro, de especial importancia religiosa y que nos han permitido plantear una nueva hipótesis en relación a la mítica Lambayeque. Estos relieves forman parte de diversas evidencias que forman parte de los resultados de excavaciones arqueológicas que han logrado definir contextos arquitectónicos, funerarios y domésticos asociados al edificio. El proyecto fue ejecutado en dos etapas: La primera entre 1992 a 1994 y la segunda entre 2008 y 2010. Como resultado de la primera etapa se realizaron diversas publicaciones que dieron cuenta del hallazgo (Narváez, 1995 y 1997) y la segunda, concluyó en una nueva publicación en la que se exponen, además de los aspectos arquitectónicos, su evolución y su relación con muros ornados con complejos relieves, fechados de radiocarbono (Narváez, 2011), pero además, el estudio de la cerámica asociada (Delgado, 2011), el estudio de la dieta (Rosales, 2011) y el estudio de los entierros humanos (Toyne, 2011). La mítica lambayecana, antecedentes El análisis de los personajes relacionados con los relieves de Huaca las Balsas, nos obligó a realizar comparaciones iconográficas con manifestaciones diversas que podrían contribuir al reconocimiento de escenas y personajes. En este proceso, se encontraron analogías formales con diversas expresiones iconográficas: arte mural de la región, la iconografía procedente de las colecciones locales de cerámica y oro, de manera especial de objetos de plata pertenecientes a la colección del Museo Larco de Lima y del Denver Art Museum en los Estados Unidos, estos últimos publicados en el catálogo de una exposición de plata peruana, organizada por el Museo Metropolitano de Nueva York (King, 2000). Los resultados de este estudio preliminar han sido bastante interesantes y ponen en cuestión las propuestas previas referidas al panteón lambayecano, que se iniciaron con la definición del estilo por Larco Hoyle, quien suponía que las máscaras de oro tradicionales de este estilo corresponden a representaciones felínicas (Larco, 1963), aunque un poco antes, se propuso la existencia de una deidad ornitomorfa relacionada con el culto a la luna, por lo tanto, expresada en la forma de búho (Carrión, 1942). Esto sucedía cuando aún no estaban claras las diferencias entre el estilo chimú y lo que después fue identificado como lambayeque. Posteriormente, se generalizó el concepto de una deidad ornitomorfa, única, identificada con diferentes especies o como un ave mítica. Este personaje, considerado como una suerte de deidad suprema: “numen tutelar por excelencia” (Zevallos, 1971, 1989) tendría su expresión totémica, a veces era referida al águila pescadora Pandiom haliaetus (Kauffmann, 1971) u otras, de modo general, como una palmípeda marina (Kauffmann, 1989). Esta explicación ha pretendido identificar los rasgos de ave que 26