FRANCISCO VAQUERO FRANCISCO VAQUERO SÁNCHEZ SÁNCHEZ Campo lírico y ensoñación un poeta:Época Federico García Lorca Exégesis 2deSegunda
Campo lírico y ensoñación de un poeta: Federico García Lorca [literatura-historia-estudios culturales]
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“Mi paraíso un campo/sin ruiseñor/ni liras, /con un río discreto/y una fuentecilla.” “Deseo”, 1920, del Libro de poemas
En aquel paraíso entre las alamedas del ‘río discreto’, que es el Cubillas, afluente del Genil, se pasaba horas escribiendo. De allí procede casi toda su poesía juvenil. Es una ‘imagen exacta’, como él dice, ‘de mis días de adolescencia y juventud […]’ ‘[… ]A pesar de todo, nuestra vida en Asquerosa era monótona y sencilla. Para mí, apenas duró diez años, pero hoy los considero como uno de los períodos más ricos e importantes en mi ya larga vida’, y creo que en la de Federico lo fueron en grado sumo…”. Son palabras textuales que recojo del libro póstumo de Isabel García Lorca, hermana del poeta, “Recuerdos míos”. En este libro, Isabel, le dedica treinta páginas a Asquerosa, a la que en el año 1943 cambian tan desafortunado topónimo por el mejor sonante de Valderrubio. “Amo la tierra. Me siento ligado a ella. Mis más lejanos recuerdos de niño tienen sabor a tierra. La tierra está por encima de todas mis emociones”. Estas palabras recogidas de una entrevista del año 1934
nos recuerdan el campo y la naturaleza que empaparon el alma de Federico desde muy pequeño, que prendieron su corazón de intensas emociones que, voluntariamente él pretendió reencontrar a lo largo y ancho de su vitalista peregrinaje por este mundo. Así lo demuestran las numerosas citas que, en sus cartas y en su obra literaria, hace del paisaje y del paisanaje de Asquerosa. Una treintena de cartas desde este pueblo y desde el cercano cortijo de Daimuz dan fe de lo que decimos. En este campo lírico, sueña el poeta reencontrándose con su niñez, con su adolescencia: Cabecean los chopos hablando / con el alma sutil de la brisa (versos de “Espigas”, 1919, “Libro de poemas”) y en el dulce cabeceo suena su nombre que salta de rama en rama: ¡Federico!... ¡Federico!... ¡Fe… de… ri… co! Blanda de lágrimas y caliente de besos, su antigua espada de madera se bate en un misterioso crepúsculo de siluetas, un sueño de
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