EXÉGESIS LUIS MOLINER Exégesis 2Dossier Segunda Época
Tránsito de la piedra: Cinco de Teresa Garbí [literatura-crítica-poesía]
¿¿
El exilio de la piedra es, en rigor, la pérdida del centro. –J. A. Valente
A la piedra, como al viajero, “le corresponde la sed infinita, el camino hacia la nada, la búsqueda del maravilloso sortilegio, el viaje eterno”? El viaje es una rosa de piedra, un caracol de piedra que desarrolla su espiral afanando un centro perdido, un centro de piedra. Y el viajero que ha sentido la sed ya no podrá apagarla, sin otro oficio ya que el ir hacia ese centro. Pero hay otros centros en el camino, jalonado de centros. Y el viajero ha de recorrerlos paso a paso, pues son esos centros los que le irán proyectando hacia el otro centro, el centro de los centros. Ya San Juan de la Cruz advertía del centro de los centros recurriendo a la imagen de la granada y sus granos, no vaya el viajero a creer que un centro excéntrico es el centro definitivo. Así, la piedra, como el viajero, en su tránsito, recorre, pero no se instala ni se aduerme, todos sus centros antes de devenir flujo o música. Lo mismo acontece a la palabra, cada vez más delgada, acaso hasta alcanzar la figura que le permita pasar por el ojo de una aguja, figura ya del fluir, del fluir de la piedra, palabra de piedra, centro, síntesis de los nombres, el nombre.
A mí me parece que Cinco, de Teresa Garbí, nos propone eso, el tránsito del viajero, de la palabra, de la piedra a su centro. Y comienza como comienzan las teogonías, con el hálito de los elementos diferenciándose de lo indistinto, individualización tal vez injusta mas necesaria: lo preciso para que el hombre, otra penosa individualización, caiga en la cuenta de que hay un quinto elemento envolvente, el “tiempo” en donde se mezclan los cuatro elementos fundamentales, su líquido genésico, su síntesis, lo eterno. “El fuego –dice Teresa Garbí, como lo dijeron Filolao y los pitagóricos- brotaba en el centro”. Y el fuego brota para extender y para condensar, en ese doble movimiento empedocleano de expansión y síntesis que explica tanto el nacimiento de los astros y del hombre como su reducción a un cuerpo de armonía. Así es como se establece el monólogo primero, el diálogo después, en un estado más avanzado de diferenciación (de gestación) del agua, de la tierra, del aire, del fuego. Es un movimiento original, embrionario, el murmullo de las entrañas: El agua dijo: hago un murmullo superior a las palabras, semejante
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