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“La liberación” Bru Solà i Inaraja / 1r de Batxillerat LLENGUA CASTELLANA_PROSA_3r PREMI Luego, de noche, cuando la luz era cerrada y negra por falta de luna, y ni se oían los murmullos de la fuente de la plaza, vio claramente qué había ocurrido. En la oscuridad, se había despertado inquieto, y como si se tratara de una revelación uno a uno se le habían aparecido los objetos causantes del mal. El dolor que sentía cada vez que se removía debajo de las sábanas mostraba el grado de putrefacción al que había llegado. Junto a él su esposa impertérrita y fría continuaba inmóvil en la misma posición que cuando él se había metido en la cama. Oyó, de repente, un barullo interior tan fuerte que hubiera incluso despertado a un muerto. Su mujer, seguía impertérrita. Tenso y nervioso esperó al siguiente ataque, sentía la segundera del despertador como si fuera un martillo dándole en las sienes. Contaba los segundos y cada uno le parecía una nueva entrada al infierno. Supo que no había muerto porque no recordaba haber dado pago alguno a Caronte. En aquel interminable intermedio entre el primer ataque y el que imaginaba seguro vendría después, tuvo tiempo de hacer un repaso a su vida. Las escenas pasaban rápidas como en un tráiler de película. Vio a su mamá, vio a toda su familia comiendo durante su primera comunión, vio los juegos de canicas con sus amigos de primaria, vio las vacaciones al lago donde aprendió a nadar, vio su primer beso, justo antes del examen para el carné de conducir, y vio su boda, su primer piso de casados, vio el nacimiento de cada uno sus tres hijos, vio a sus compañeros de trabajo, vio el entierro de su abuela, el de su padre, y entonces vio como fantasmas todos y cada uno de los elementos que le habían provocado aquella situación. El cuchillo, que aún estaba descansando encima de la mesa. El pan, que con tanta ilusión habían comprado en aquel horno que tanto les gustaba ir los sábados de invierno, y que se había ganado la fama de preparar la mejor coca de anís de la provincia. La mantequilla salada con la que había untado la rebanada de pan. Y vio claramente a cámara lenta como ésta caía al suelo de la cocina, bajo la ley de Murphy, impactando completamente por la cara untada. Recordó que al recogerla