Nelson Manrique
Haya ama al partido por sobre todas las cosas, ama la obra de su vida. Este cariño, como todos, trae implícito el temor de perder el objeto amado y este miedo crea el complejo del avaro. Había logrado constituir un magnífico partido, lleno de mística y de fe; pero, desde el punto de vista revolucionario, crear el instrumento no es sino recorrer la mitad del camino; hay que emplearlo y saberlo emplear. El partido no es el fin sino el medio para alcanzar las promesas hechas al pueblo. Sin embargo, así como el avaro, a fuerza de acumular monedas llega a considerarlas como la finalidad suprema de su existencia, así Haya a fuerza de aglutinar gente alrededor de una idea llega a olvidar ésta y considerar al partido como el fin mismo de sus desvelos y no como un mero instrumento revolucionario. […] Haya, como buen amante, no quería perder el objeto de su amor; no quería emplear al partido por miedo a perderlo. ¡Para eso bastaba el ejército y para eso tenía un General! Pero el pueblo no lo entendió así. ¡El pueblo deseaba empeñarse y hacer la revolución para la que se le había educado durante 15 años! Haya no lo quiso comprender (Villanueva 1973a: 97-98).
La ruptura entre Bustamante y Rivero y el Apra, y la consiguiente ilegalización del partido, crearon las condiciones para que el 29 de octubre el general Manuel Apolinario Odría, hasta entonces ministro de Gobierno del régimen, diera un golpe desde Arequipa, derrocando al presidente e inaugurando un régimen represivo cuya primera víctima fue el Apra. La desmoralización del partido, debido a los golpes recibidos, se agravó, ya que, a diferencia de las oportunidades anteriores en las cuales Haya de la Torre permaneció en el país dirigiendo el partido desde la clandestinidad, esta vez optó por asilarse en la embajada de Colombia, el 3 de enero de 1949. El gobierno de Odría se negó a darle el salvoconducto para abandonar el país, alegando que no era un líder político, sino un delincuente común. Su caso daría lugar a un sonado juicio en la Corte Internacional de Justicia de La Haya. El «compañero jefe» permaneció cautivo durante cinco años en dicha embajada, hasta 1954.
El precio de la derrota Con Haya cautivo y luego de que Sánchez recorriera varios países latinoamericanos, para instalarse finalmente en Puerto Rico, se restableció la correspondencia entre los dos. El 3 de agosto de 1949 Sánchez envió una carta a Haya desde Guatemala, en la que le formulaba reproches contra la táctica insurreccional que este había promovido. «Tú sabes que yo estaba en absoluto desacuerdo con la 110