Nelson Manrique
1982: vol. 1, 452). Por supuesto, una vez recobrada la legalidad no renunció al Apra y prosiguió su militancia, en las buenas y en las malas, hasta el fin de sus días.
Los disidentes La derrota de la insurrección del 3 de octubre de 1948 tuvo un enorme impacto en las bases apristas que, golpeadas por la nueva clandestinidad y persecución, exigían deslindar responsabilidades sobre este nuevo fracaso. El descontento sembrado tendría su expresión durante los años siguientes en la formación de grupos radicalizados que exigían cambios en la línea que el partido venía siguiendo. Otros, optarían por abandonar el Apra buscando alternativas más radicales que pudieran canalizar su voluntad de hacer la revolución. El testimonio del obrero Enrique Malqui, describe bien la atmósfera imperante: Después de esto comenzamos a reunirnos por nuestra cuenta para investigar el fracaso. Supimos que la traición venía de la Dirección y que después nadie quería discutir. Claro que hay represión. Los líderes se asilan, otros caen, gente de base es muerta, otra apresada, otras perseguidas, pero a pesar de todo habían personas que pedían discutir, evaluar la cosa, pero nadie lo hace. Entonces comenzamos a reunirnos con Juan Pablo Chang, Virgilio Roel y otros. Decidimos enseñar nuestras experiencias a otros compañeros. Comenzamos a hacer círculos de estudio. Una vez Roel me dice que les enseñe marxismo. Qué podía enseñar yo de marxismo, si el único libro que había leído en toda mi militancia era “El antimperialismo y el Apra”. Además yo era un hombre práctico, de acción, no teórico. Entonces más que marxismo empecé a hablarles sobre mi experiencia, sobre la necesidad de la revolución y la decepción que se siente cuando ésta pudiendo hacerla no se realiza. Todo esto fue parte de un comienzo donde la gente comienza a definirse. Roel, Chang, Franco, Aquino, le decíamos “Sombrita”, se pasan al PC (Cristóbal 1985: 109).
Juan Pablo Chang, a quien Malqui se refiere en el testimonio citado, escribió una carta desde Buenos Aires a su hermana, el 15 de mayo de 1951, calificando su renuncia al Apra como «el paso más difícil de toda mi vida». Renunciar a una organización política a la que uno ha entregado todos sus esfuerzos y todas sus energías —prosigue—, es algo muy doloroso. [...] Pero esta organización traicionó las aspiraciones de las clases pobres, entonces un grupo de gente conciente vio la necesidad de formar dentro de ella una corriente que transformara a esta organización en un movimiento que realmente sirviera a los oprimidos del país; logramos hacerlo, llegamos a crear la corriente renovadora, pese a todos los obstáculos que encontramos en 112