Nelson Manrique
sostuvo que el Perú vivía una fase pre-revolucionaria, que constituía el comienzo del fin de la oligarquía que dominaba al país: «cuando llegue el momento oportuno, atravesaré las fronteras de mi país para, al frente del ejército de la libertad, derrumbar a la dictadura militar que sofoca, oprime y humilla a mi pueblo, causando desaliento en la juventud peruana con el ansia de destruir las energías de las masas». Aparentemente, su salida al exilio no constituía otra cosa que el preludio de una ofensiva revolucionaria que debía emprender contra la tiranía que lo había mantenido prisionero: «La libertad para mí apenas significa una nueva etapa de la lucha que hace treinta años llevo contra los opresores de las libertades y de los derechos humanos» (Aguiar 1954). Sin embargo, cuando encontró que los preparativos militares para la insurrección contra Odría estaban en marcha desautorizó el proyecto, condenándolo al fracaso. Esta intentona revolucionaria tuvo pues un final semejante a las otras realizadas durante la historia del Apra: bases radicalizadas que se lanzan a la acción, que son desautorizadas luego por la dirección, con un elevado costo político y personal para los militantes comprometidos en la aventura. Perdido el apoyo de Perón, el movimiento se extinguió, por lo menos en la fase que comprometía la frontera sur del Perú. En el norte, las cosas sucedieron de una manera diferente. Armando Villanueva del Campo no menciona ningún intento de seguir adelante con el plan por iniciativa aprista, ni de buscar otro apoyo para remplazar al que inicialmente les prometió el caudillo argentino. Pero la intentona no se saldó sin un costo social para los jóvenes apristas implicados. Poco después, el mismo Perón tuvo que afrontar problemas internos en Argentina, que terminaron con su derrocamiento. Haya de la Torre aplaudió su caída.
La otra mirada La versión de Luis Alberto Sánchez sobre estos hechos es muy diferente y revela la magnitud de la desconfianza que existía entre los apristas desterrados. El testimonio de Villanueva del Campo ha sido elaborado medio siglo después de los acontecimientos que narra, pero en el caso de Sánchez se dispone de las cartas que él intercambió con Haya mientras sucedían los hechos. Esto permite analizar la situación como una coyuntura abierta, situándose en la perspectiva de los protagonistas, sin ese «saber retrospectivo» que se tiene al analizar un hecho pasado, que con frecuencia suele llevar a cometer anacronismos en el análisis. Iniciada la persecución que Odría emprendió contra los apristas, Luis Alberto Sánchez se asiló en la embajada del Uruguay, el 29 de noviembre de 1948, y partió luego hacia el exilio. Recaló brevemente en Paraguay, Guatemala y Cuba y luego dictó conferencias en la Universidad de Columbia en Nueva York. 134