«¡Usted fue aprista!»
preludia el derrumbamiento de los demás dictadores de este continente (V del C 1973a: 222-224)19.
La última insurrección. Los disidentes apristas de México y Centroamérica México era otro punto de encuentro para los exiliados latinoamericanos provenientes de diversas experiencias revolucionarias y de quienes se preparaban para hacer la revolución en sus respectivos países. A su llegada a Guatemala, hasta el circunspecto Luis Alberto Sánchez terminó ganado por el ambiente insurreccional, aunque por un muy corto periodo: «En conexión con otros partidos políticos y grupos de desterrados, habíamos montado en Guatemala un aparato provisional para hacernos de armas» (Sánchez 1987: 132)20. Lo que más preocupaba a Sánchez era la radicalización de las bases apristas en el exilio, que eran profundamente críticas con relación a la dirección partidaria después del desastre de octubre de 1948. En una carta enviada a Haya desde Bolivia, el 10 de febrero de 1954, se refiere al avance de las posiciones disidentes en México: MVD [Manuel Vázquez Díaz] […] me cuenta que allí ha fructificado un novoaprismo que sabotea la liberación del jefe, capitaneado por [Manuel] Scorza, Willy Carnero, [Luis] De la Puente, Jorge Raygada y Mario Puga y familia, a quienes conducen Genaro Carnero […], Rivera, Paredes (la monja), Boado, [Juan Gonzalo] Rose, [Héctor] Cordero (el de L[a] T[ribuna] y Baires), G[arcía]-Vela, Tovar forman esta cáfila que pretende reincorporar a Valc[árcel] y Jibaja. Pretenden copar el CC., una macana estúpida que debiera morir en el día, porque sólo ha servido para que la usen dos personas a fin de cohonestar pasiones personales, no siempre limpias (VRHT y LAS 1982: vol. 2, 157).
Sánchez advertía acerca de iniciativas políticas surgidas de algunos dirigentes apristas que pretendían exigir a Haya definiciones radicales que ratificaran el alineamiento del Apra con las fuerzas progresistas de América Latina: «Insisto: tú debes comunicarte con la gente de fuera directamente. A[rmando] V[illanueva] 19
Villanueva del Campo sostiene que, a pesar de las discrepancias que tuvieron Haya y Perón, hacia el final de su vida llegó a desarrollarse una firme amistad entre ambos caudillos, cuando Perón radicaba exiliado en Madrid. 20 Sobre las aventuras guerreras de Sánchez, véase su relato de su relación con la exótica «Legión de Caribe y del Quetzal» (Sánchez 1987: 137-152). Definitivamente no conspiraba junto con el Che Guevara, quien también radicaba en Guatemala y al que Sánchez trata con una evidente inquina, cuando afirma que se casó con Hilda Gadea siendo «un estudiante famélico en busca de quien le mantuviese sin trabajar» (LAS 1987: 131). 145