Nelson Manrique
Para enfrentar a los sindicatos radicales se crearon organizaciones antisindi cales, como la Manpower del Perú, subsidiaria de una empresa norteamericana de seguridad, «una de cuyas funciones era proporcionar personal a los patronos que se proponían quebrar las huelgas de sus obreros y empleados» (Malpica 1976: 70). Esto violaba convenios internacionales sobre regímenes laborales suscritos por el gobierno, pero su funcionamiento era tolerado y amparado. Una demostración del aval de la dirección del Apra a esta política fue la incorporación de Luis Alberto Sánchez a la junta directiva de la AFL-CIO, en 1957: «la CIO (no la CIA) y la American Federation of Labor, me habían designado miembro del “Board of Trustees” del Instituto de Educación de los Trabajadores, con sede en la capital norteamericana. Tendría que viajar una vez al año para asistir a sus reuniones decisorias» (Sánchez 1987: 117; las cursivas son originales del autor). En adelante, los cuadros sindicales apristas fueron enviados a Estados Unidos para formarse en el «sindicalismo libre». No solo se modelaba los cuadros según los intereses norteamericanos, sino que la expectativa de poder viajar al extranjero para asistir a estos cursos se convirtió en un importante medio de comprar adhesiones entre los obreros. El creciente desprestigio de la burocracia sindical aprista abrió el camino al crecimiento de la izquierda entre los trabajadores a lo largo de los años sesenta, de tal manera que para mediados de la década el monopolio aprista en los sindicatos estaba seriamente cuestionado. En 1968 se logró reconstituir la Confederación General del Trabajadores del Perú —fundada por Mariátegui en 1928 y desaparecida a inicios de la década del treinta, como consecuencia de la represión estatal—. La CGTP, bajo la hegemonía del Partido Comunista, se constituiría durante la década siguiente en la mayor central de trabajadores del país, mientras la CTP languidecía. Para los sectores más lúcidos de la oligarquía, contar con el apoyo del Apra era muy importante, debido a que el respaldo popular del que gozaba el partido de Haya de la Torre le permitía actuar como un eficiente muro de contención frente al desarrollo de las corrientes políticas radicales que se venían gestando. Esta función se haría mucho más importante a partir del triunfo de la revolución cubana, el 1 de enero de 1959.
El Apra contra el movimiento sindical Inicialmente, la convivencia implementó una apertura que incluyó una amnistía política amplia, la restitución de los derechos sindicales desconocidos durante la dictadura odriísta, e incluso una actitud favorable frente a reivindicaciones planteadas por los sindicatos controlados por el Apra. Pero la política populista-liberal 300