La hora de las armas
El Apra Rebelde Después de la derrota de la insurrección del 3 de octubre de 1948, quienes cuestionaban la actitud de la dirección del Apra comenzaron a reunirse por su propia cuenta para investigar el fracaso y terminaron atribuyéndolo a la «traición» de la dirección. Eduardo Malqui, un dirigente popular con una gran ejecutoria dentro del aprismo, narra que su deseo de evaluar el porqué de la derrota chocó con el silencio del aparato partidario. Pronto sobrevino el desencanto (Cristóbal 1985: 109). Malqui dice que la gran tragedia que afrontaban quienes estaban definitivamente desilusionados del Apra era que no tenían a dónde ir. La juventud disconforme deseaba incorporarse a una organización revolucionaria, pero las únicas alternativas que encontraban eran los comunistas y los trotskistas. Del aprismo salían «vacunados» contra el comunismo y la línea zigzagueante del Partido Comunista, especialmente durante el período de Prado, no lo hacía atractivo como alternativa. Además, como dice Malqui, «el PC era muy estratégico, muy teórico, nunca daba una salida concreta a los problemas, a la realidad». Cuadros acostumbrados a una práctica de activismo febril y sin tradición de debate partidario no se sentían afines al estilo de los comunistas. Esto llevó a un significativo contingente de ex apristas hacia el trotskismo, donde destacó especialmente Ismael Frías por sus aptitudes oratorias. Frías no entusiasmaba a Malqui «por su tendencia en ser el primero en aparecer en la foto» (Cristóbal 1985: 111-112). En 1956 la dirección del Apra dio una amnistía limitada y algunos militantes que habían renunciado durante los años anteriores, como Guillermo Carnero Hoke, Julio Galarreta, Rogger Mercado, Héctor Cordero y Eduardo Malqui, se