«¡Usted fue aprista!»
Durante el periodo siguiente Velasco se fue aislando progresivamente, mientras que la perspectiva de su eventual retiro de la presidencia provocó una polarización en torno a dos proyectos que se habían venido diferenciando al interior del comando militar. Por una parte el de los «socialistas libertarios», que encontraban una fuerte limitación para proseguir con su proyecto en la ausencia de una base organizada y que presionaban por la creación de una organización política que capitalizara el respaldo social creado por las reformas, y el del grupo encabezado por Carlos Delgado, que se oponía a la creación de tal organización, por considerar que los «partidos tradicionales» eran parte de la vieja realidad que la revolución peruana había venido a cancelar y que traicionaban la voluntad de sus representantes, para quienes debían crearse canales de participación directa. El discurso del «no-partido» y la «representación directa» de los trabajadores dio lugar a la organización del Sistema Nacional de Apoyo a la Movilización Social (Sinamos) y a la creación de la Organización Política de la Revolución Peruana (OPRP), medidas fuertemente criticadas por el Apra, que las veía como una amenaza a la posibilidad de heredar las reformas militares20. Por la otra, se articuló una fracción militar de derecha, que tenía cierta vinculación con el Apra.
El debate sobre el no-partido Para los militares, el cambio social sería el resultado de una intervención del gobierno que sus beneficiarios debían agradecer, pero en cuya gestación y ejecución no tenían ni voz ni voto. En determinada oportunidad el general Edgardo Mercado Jarrín comparó el proceso con la curación de un enfermo: este debía tomar los medicamentos que el médico le administrara y quedaba descartado que el galeno —que era quien tenía el conocimiento— consultara con el paciente sobre lo que a este le convenía. El almirante Vargas Caballero, ministro de la junta, considerado un militar conservador, reconocía la necesidad de las reformas del régimen de Velasco, y explicaba la forma cómo debían desarrollarse: «Un país que necesita cambiar rápido, necesita una dictadura. Lo malo es que no hay dictador bueno. [...] Hitler y Mussolini hicieron, en un comienzo, mucho bien a sus países, porque los sacaron de crisis, pero luego han hecho barbaridades. Quizá Franco escapa de esta regla» (Pásara 1985: 342). su enfermedad lo mostraba crecientemente vulnerable. Franco fue testigo de la desobediencia de subalternos a las órdenes de Velasco y de la necesidad de hacer la vista gorda de este, que perdía capacidad de mediar en los conflictos. 20 Haya declaró sobre el Sinamos: «Aunque lo preside un general, su mentor es el sociólogo Carlos Delgado, ex aprista» (Troiane 1974). «Opino que es otro partido y que tiene vocación de partido único», añadió. 383