«¡Usted fue aprista!»
De la caída de Leguía a la insurrección de Trujillo Cuatro meses después de la muerte de Mariátegui cayó el régimen de Leguía y de inmediato Haya inició una copiosa correspondencia tratando, otra vez, de que se lanzara su candidatura presidencial, en el nuevo contexto político creado por la caída del leguiísmo. Su destinatario era Luis Eduardo Enríquez, uno de los fundadores del Partido Aprista Peruano y su primer secretario general, que había retornado a Lima desde París. El 25 de abril de 1930 Augusto B. Leguía renunció a la presidencia de la República obligado por el golpe militar de Luis M. Sánchez Cerro. Apenas una semana después, el 31 de agosto, Haya envió una carta a la célula aprista de París, desde Berlín, proponiendo que el Apra lanzara su candidatura presidencial. Sostenía que él había previsto el desenlace de una revolución militar. En esa extensa misiva explicaba su concepción de la política, que desplegaría a lo largo del siguiente medio siglo: Si yo soy el candidato hay que hacer “hayismo”, como se hace ahora cerrismo. Como en México se hizo obregonismo y callismo y zapatismo. Los compañeros deben ver que se ha errado ya mucho, hemos sido irrealistas. Este convencimiento me obligó a renunciar hace un año y medio y alejarme [...]. Aconsejo que desde el Perú se trate de iniciar una propaganda por la candidatura que tenga repercusión en toda la América Latina y en Europa [...] También es sumamente importante tratar de conocer las agencias telegráficas que sirven a Europa para que nos ayuden a la propaganda. Hay que conseguir a los corresponsales especiales [...] Hay que presentar la candidatura como una salvación, como una solución ante los peligros de anarquía militarista o de las ambiciones civilistas [...] Todo esto si todos están de acuerdo con la candidatura, Si hay divisiones y volvemos a los errores de 1928 y quieren la “revolución purísima”, tengan desde ahora mi resolución de no seguir dirigiendo un partido de fracaso (Enríquez 1951: 82-83).
La «revolución purísima» que el «compañero jefe» rechazaba era la revolución a secas. La propuesta de Haya no fue bien acogida, ya que a apenas a una semana de la caída de Leguía era imposible saber hacia dónde se dirigía la coyuntura, para no hablar del lanzamiento de una candidatura cuando ni siquiera había sido convocado un proceso electoral. Pero Haya no cejaba. En una carta enviada desde Berlín un mes después, el 2 de octubre de 1930, se quejaba de sufrir «la misma incomprensión de 1928, cuando la candidatura». Protestaba por que se le quisiera obligar a presidir un 95