lo que permanece Rebeca Jerez Hernández Artículo escrito con motivo del 50 aniversario de la llegada de las Misioneras de la Providencia a Ciudad Rodrigo
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o que permanece, a menudo, no se ve a simple vista. Permanece oculto a los ojos de aquel que no posee una mirada auténtica, que va más allá de lo superficial, del tener. Es la mirada del ser. Como afirma El Principito, “sólo con el corazón se puede ver bien, lo esencial es invisible a los ojos”. Es el caso que nos ocupa. La mirada hacia la labor de estas mujeres que aterrizaron un día en Ciudad Rodrigo, en el año 1968. Cuando leas estas palabras, has de hacerlo desde el corazón, comprediendo que tras ellas va mucho esfuerzo, trabajo y constancia, también grandes dosis de ternura, paciencia y buen hacer, y sobre todo un elemento esencial, la confianza, la fe, la consciencia de que en manos de Dios, todo es posible, la providencia.
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Las Misioneras de la Providencia inauguraron su primera casa en la calle Madrid, un 2 de octubre de 1968. Ese día recibieron la bendición y el envío. Casa por casa, hogar por hogar, recorrieron Ciudad Rodrigo ofreciendo ayuda a las familias para educar a sus hijas en valores humanos y cristianos. Así comienza la andadura del colegio, al tiempo que las hermanas colaboran con otras tareas diocesanas como campañas o catequesis, por ejemplo en el Arrabal del Puente. Un año después de la puesta en marcha, viene el reconcimiento definitivo para cuatro cursos de enseñanza primaria. Con el paso de los primeros años, ven la necesidad de buscar un nuevo edificio donde impartir las clases. El colegio inicial se había quedado pequeño, Ciudad Rodrigo
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