Número 8
Brand Agard y su insólita historia José A.
García
Escuchen, señores y señoras, miembros de las castas y honrado público...
COMO ES SABIDO por todos, al Valle del Árbol Seco nunca llega el sol. Es cierto, aunque cueste creerlo. Las altas montañas que rodean esa húmeda y fría tierra, mantienen alejado al sol, día tras día, año tras año. Al este, las montañas ocultan el amanecer, y las viejas colinas del oeste lo devoran antes del atardecer. El Valle del Árbol Seco corre del sur al norte, sobre el viejo cauce de un río que nadie conoció. Y cuanto más al norte, más estéril la tierra. El sol es un recuerdo que algunos días se ve brillar en las rocas más altas de las montañas;
pero, la mayor parte del tiempo, se oculta entre las nubes y la niebla de la humedad. A pesar de todo lo malo que aquel paraje posee, porque ni plantas ni animales crecen en él, allí viven personas, como ustedes y como yo. Sí, así como lo oyen y no lo creen, en el valle hay una aldea. Diminuta y vieja, con escasos hogares con sus techos a dos aguas, porque es tanta la humedad que allí reina que el agua nunca falta, aun cuando la misma no sirva para beber ni para regar los más raquíticos tallos. Pálidos y escuálidos, pequeños y hui131