Ventanales • Universidad Casa Grande • Año IX No16
CUE NTO
CORREDORES
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El paseo de las arboledas
Era un mes caluroso en el trópico ecuatoriano. Por estas tierras andinas llaman invierno a la época de lluvias. Tan diferente a los inviernos de las naciones del norte, donde el frío y la nieve son sus protagonistas. En una ciudad costera como Guayaquil, que se levanta al pie de un río y está rodeada de manglares, el calor y la humedad hacen mella en el día a día de un colegio grande y bonito, con muchas canchas y jardines, el cual un día fue particular. Hoy es una institución fiscal. Y por la falta de mantenimiento, muchos equipos están dañados o en mal estado, incluyendo los aires acondicionados. Una situación no muy alentadora: estar en un aula calurosa con treinta cinco estudiantes adolescentes, a merced de un artefacto que en ocasiones funciona y en otras no. A pesar del clima, admiro que los chicos estén siempre activos jugando en los patios. El balón es su gran entretenimiento y siempre están cambiando de deporte: en ocasiones juegan fútbol, en otras vóleibol o básquet, e, incluso, inventan nuevos juegos. Hay que estar animándolos a que ingresen al aula, pues, apenas sale un docente, ellos corren a las canchas. Los inspectores viven llamándoles la atención. Sin embargo, a mí me gusta verlos jugar, especialmente a esos juegos que desconozco. —Son chicos —pienso—, es mejor que hagan deporte a que se vayan a las arboledas a usar alguna sustancia prohibida. Y es que, efectivamente, nuestro colegio está rodeado de arboledas. Es algo que amo del centro educativo en el que trabajo: hay plantas y árboles en todos lados. Y para que el calor no afecte la salud y disciplina de los chicos, me gusta sacarlos fuera del aula, donde hay grandes árboles que dan sombra y un céfiro de estío. Justo en unos de esos días calurosos de diciembre ocurrió el incidente con Burgos. Es un chico fornido y alto. Siempre anda desaliñado y de mal humor. Y es que, con tanto calor, en ocasiones hasta yo me irrito. Era una jornada de evaluaciones y me tocaba tomarles la evaluación de Filosofía. Antes de iniciar la prueba, se dan las instrucciones, y una de ellas es que no saquen el celular. Y eso es justo lo que hizo Burgos durante la prueba. En realidad, no sé por qué lo hizo, pero como se sabe que sacan fotos de las pruebas, entonces se lo toma como deshonestidad académica. Le dije: —Burgos, tienes que darme tu examen, sabes que no se debe sacar el celular. Me contestó:
—Ya sabes las reglas, le dije. —No voy a salir, pues no he hecho nada —me contestó de manera grosera y desafiante.
COLABORACIÓN
—Pero profe, si no he copiado ni he hecho nada.