No y que
Es noche de domingo, escucho las quejas de mi hija, que a sus tiernos siete años dice llorando que ya no la “pesco” en la semana, que ya no soy como antes. La abrazo fuerte hasta que se queda dormida. Quizás soñará con los juegos junto a sus amigas en el colegio, o nuestras salidas a la plaza cuando volvía del trabajo, o tal vez se acordará cuando estar en la casa era equivalente a jugar o reír. Mientras ella se acomoda para seguir durmiendo, pienso en lo que viene: el mismo despertar repetido cual rotativo antiguo, la conexión a las clases en línea mientras tengo que revisar un informe o estoy en alguna de las tantas reuniones virtuales que aparecieron sin respetar horarios. Veo su carita pidiendo tiempo para jugar y mi respuesta: NO PUEDO, quizás en un rato; más tarde, que tengo que cuidar el trabajo pequeña; que tras que, tratando de hacerla entender, tratando de hacerme entender, tratando de convencerme de que es lo correcto, que tengo suerte de tener trabajo. Es el tiempo de NO y QUE. No grites que necesito concentración. No te salgas de la clase que la profesora trabajó mucho para ti. No puedes salir a jugar que tengo reunión. No hija, no, estoy cansado, perdón. Marcelo Padilla Cuando el aislamiento nos une | 129