La libertad en calabozo
Todo este encierro tiene un costo, involuntariamente, lo pagamos con las sensaciones y pensamientos. Reflexionando, me imaginé al final de la pandemia con mucho cambio o tal vez siendo el mismo, total ¿en qué me puedo llegar a diferenciar sino es superficialmente? Sonará irrelevante o poco auténtico, pero sé que algunos dirán otro existencialista con una tinta depresiva. Porque, con toda sinceridad, las desgracias me regalan aquella emoción ausente; pueden estar llenas de tristeza o amor, pero están, y una insignificante vuelta a la normalidad no creo que pueda ofrecerme algo con honesta originalidad. Este relato nació de una muda desesperación que antes permanecía en mi cabeza y, ahora, entre las cuatro paredes de mi casa. Durante las noches, para pasar las horas, me acostumbré a cantar al cielo desde mi ventana, porque obviamente no podré llegar más lejos, pero es la manera en que dejaré mis melodías vivas a esta romántica tempestad. Mientras escribo llueve, y puede ser que la lluvia sea lo más cercano al amor que tendré en esta pandemia. Me conmueve aquella doncella centellante de sonidos constantes que te acogen, envuelven y son capaces de transportarte a lugares lejanos, con sensaciones especiales y cuestionamientos
150 | Historias confinadas