Doble encierro de origen mitocondrial
Era la segunda semana de marzo 2020, y llegamos desde Coyhaique a Santiago, después de unas semanas compartiendo en familia. En el avión había algunos pasajeros con mascarillas y un dejo de preocupación en el ambiente. La salud de mi hija de 21 años se había debilitado mucho desde enero, debido a que su enfermedad base había acelerado su velocidad de destrucción. Sólo quería llevarla luego donde su equipo médico para saber qué hacer. Pero no alcanzamos a ir porque a la semana siguiente declararon cuarentena en Santiago Centro. Crisis de angustia, debilidad extrema, dolor agudo de sus extremidades, hicieron de los primeros meses de encierro un infierno. Durmiendo poco y viendo como, lentamente, se iba apagando: primero en energía, después en fuerza. Tampoco pudo seguir con sus sesiones de kinesiología y eso facilitó el que se debilitara más. Sufríamos porque no queríamos exponerla, ya que en su caso sólo bastaba un resfrío para que termine hospitalizada. Pero cuando ya se le hizo complejo el respirar, y casi al borde del desmayo, tuvimos que salir. La doctora nunca la había visto tan mal, ordenó unos exámenes y nos dijo que necesitaba urgentemente un ventilador mecánico no invasivo, que tenía debilidad en sus pulmones y no estaban 156 | Historias confinadas