No soy un robot
Era un hecho: por más que las autoridades llamaran a la calma, el panorama resultaba ser demoledor. Así lo estaba viviendo Carmen, quien durante los últimos meses había visto derrumbarse el sueño de su pastelería. Tantos años soportando labores precarias con tal de sacar adelante a su hija y, a la vez, ir juntando cada pesito disponible para destinarlo al ahorro de su proyecto. A sus cuarenta años, Carmen veía que aquella acogedora pastelería ubicada en una esquina del centro de la ciudad, se convertía en un espejismo. Su comuna entró en cuarentena y ella en la desesperación. Valentina, su hija, había decidido recientemente congelar sus estudios universitarios, ya que prefirió ayudarla a encontrar alguna forma de salir a flote. A pesar de que su hija se mostraba decidida, Carmen seguía sin poder aceptar esta realidad que, una vez más, las ponía a prueba. Entonces, Valentina encendió el televisor. Ahí se encontró con la noticia de que la idea de sacar el 10% de su AFP se hacía cada vez más real, pero no quería ilusionarse. Días más tarde, Carmen volvió a trabajar en sus preparaciones y Valentina se encargó de organizar los repartos. En eso estaban, cuando en las noticias vieron a un par de hombres influyentes diciendo que harían todo lo posible por 170 | Historias confinadas