Hábitos
El encierro lo organizamos sin reglas impuestas, sin tener ninguna conversación al respecto de qué hacer durante este tiempo. La convivencia se da de forma natural, sin discusiones ni malos entendidos. Compartimos los gustos referentes a comidas, información y ocio, en general. No discutimos, no hay momentos para conflictos, de hecho, ni siquiera existen oportunidades para compartir ideas. Nos encargamos de ocupar todos los espacios del departamento. Cuando yo estoy en la cocina, está en alguna pieza; cuando estoy limpiando siento sus pasos en otro lugar. Cuando es hora de comer, no compartimos el momento y cada uno se encarga de lo suyo. No hay descanso en donde podamos reunirnos, ni siquiera de forma accidental. A veces despierto y me encuentro con sorpresas… los platos lavados o la ropa secándose en el tendedero. El silencio cada día es más absorbente. No tengo necesidad de ocupar mi voz. Mi espacio se llena con esos atrevidos ecos que no respetan el confinamiento, el ruido de algún mueble al ser arrastrado en el departamento contiguo, el ladrido de un perro en la calle.
178 | Historias confinadas