Tradicionalmente, esta cadena de mando se ha juzgado suficiente y, como tal, se ha establecido normativamente para los centros de titularidad pública. Solo de manera incipiente (y reciente, en términos históricos) se han empezado a añadir algunas nuevas figuras de coordinación y un nuevo estilo de liderazgo por reflejo de nuevas necesidades. f. Acceso a la profesión Para acceder a la profesión, es indispensable disponer de un bagaje específico de conocimiento, formalmente acreditado y reconocido (título universitario, en el caso español) y superar ciertos mecanismos meritocráticos, como el concurso-oposición en el caso de los centros públicos, que responde a visiones un tanto anquilosadas de la educación. En definitiva, en lo tocante a la estructura profesional de la docencia, los centros públicos tienen algunas limitaciones para enfrentar la innovación. Sin embargo, Fernández Enguita (2001) defiende un modelo profesional democrático para los docentes como vía intermedia entre el profesional liberal, con autonomía pero alejado de lo que debe ser la educación pública, y la profesionalidad burocrática: “Lo definitorio de la profesionalidad (aparte del nivel y de la amplitud de la cualificación necesaria) no sería ya la autonomía, la definición de una jurisdicción como ámbito exclusivo de competencias, como en el modelo liberal; ni la disciplina, la disponibilidad para los fines de la organización y la integración en el cuerpo, como en el modelo burocrático. Sería el compromiso con los fines de la educación, con la educación como servicio público: para el público (igualitario, en vez de discriminatorio) y con el público (participativo, en vez de impuesto)”. Esta vía alternativa, conectada con los fines de la educación como servicio público, apela a la necesidad de formar a los docentes y directivos en nuevas competencias para la innovación.
9.5. INNOVACIÓN EFECTIVA: LA IMPORTANCIA DE LAS BUENAS PRÁCTICAS El concepto actualizado de innovación sobrepasa su raíz etimológica (de innovare, ‘hacer nuevo’), vinculada a la pura producción de novedad, para beneficiarse de lo que constituye su condición necesaria, esto es, la efectividad, de modo que una innovación cuya eficacia no se haya demostrado de un modo fehaciente no será una auténtica innovación. EL RETO DE INNOVAR EN LA ESCUELA PÚBLICA
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