4.4.4. GESTIÓN DE LOS RECURSOS DIDÁCTICOS La clave de la calidad de los recursos reside en su capacidad de potenciar los objetivos de aprendizaje y la metodología elegida. Podemos, por tanto, valorar los recursos empleando los tres ejes metodológicos señalados más arriba: a. Ajuste. El principio del ajuste remite a estilos de aprendizaje distintos. Hay alumnos que aprenden mejor leyendo, otros escuchando. Los buenos profesores conocen estas peculiaridades. Los materiales deberían ofrecer actividades en distintos formatos que se complementen entre sí. Es preciso que haya actividades con distinto grado de aprendizaje, algunas de las cuales puedan enganchar con niveles de aprendizaje del curso anterior –para alumnos que no los tengan consolidados– hasta otros que permitan ampliar conocimientos a quienes aprenden más deprisa. No se trata de adelantar temas, ya que eso distorsiona la marcha de la clase, pero cualquier conocimiento siempre puede ampliarse. Junto con la diversidad de actividades, tanto en el grado de aprendizaje como en el formato de acceso, el principio del ajuste en la ayuda pedagógica reclama que los materiales favorezcan que el alumno pueda seguir su propio ritmo de aprendizaje, sin por ello dificultar la marcha del grupo. Esto implica, sin duda, romper la estructura frontal, todavía muy habitual en la docencia, pero requiere también diseñar materiales que permitan al alumno recibir feedback y que ofrezcan nuevas actividades en el caso de que no se haya alcanzado el nivel deseado. Las TIC pueden ser un recurso esencial desde esta perspectiva, pero habría que cambiar el uso que mayoritariamente se les viene dando, como se plantea más adelante en el apartado sobre la cultura digital. b. Autorregulación. Aprender a autorregular el aprendizaje implica usar recursos de regulación externa que tendrán que ir retirándose progresivamente, a medida que se comprueba que el alumno se apropia de ellos. Las verbalizaciones del profesor, su comportamiento como modelo o la presencia recurrente de una estructura de actividad organizada en torno a la planificación, supervisión y evaluación son algunas de estas ayudas. Resultan también muy útiles las guías escritas, en las que se va recordando al alumno estas formas de pensamiento y de acción para favorecer que las convierta en rutinas. Cuando las preguntas o las instrucciones de la guía van estando “dentro de la cabeza” del alumno, se puede ir retirando este apoyo. Utilizar a otro compañero como guía-modelo 76
ÁMBITO PEDAGÓGICO Y DEL APRENDIZAJE