Los eternos residentes Francisco Xavier León Román
La historia comienza con un R1 (residente de primer año) y termina con un R4 — quizá antes, dependiendo de las desilusiones de estos entes en formación. ¡La neumología es una especialidad compleja, piénsalo dos veces antes de escogerla! ¡Nunca entenderás la fisiología detrás de los pulmones! ¡Las manos te tiemblan demasiado para hacer una toracocentesis! ¡El sudor te empañará las gafas mientras haces broncoscopias! ¡La ventilación mecánica no invasiva es un arte anti-R1! Estas son algunas de las frases a las cuales te enfrentarás al escoger la dichosa especialidad. Desde luego, sabemos que el camino no será fácil. Un gran sabio decía: «La disnea es la única y verdadera urgencia». Con el paso de los años, aquella afirmación resuena en nuestros cerebros y nos programa para temerla. Mientras caminamos como R1 por la vida, sin conocer exactamente en lo que nos metemos, empiezan las dudas. Llegamos a las plantas de hospitalización sin siquiera saber el uso del corticoide y sus efectos beneficiosos en nuestra especialidad. Sin embargo, no es un año peculiarmente tormentoso; afloran nuevas amistades y quizá amores. Todo parece pertenecer a un orden establecido. Un R1 supervisado hace frente y vence más batallas que nuestro hidalgo de La Mancha. Los problemas comienzan cuando eres R2. Sin duda alguna, empiezan las competencias por descifrar el enigma dentro del concepto del PIM y el PEM; IPAP y EPAP; los distintos tipos de inhaladores y los temibles antibióticos inhalados. Sí, aquellos seres de vapor que requieren distintos y exclusivos tipos de nebulizadores para funcionar. Es entonces cuando somos capaces de entender la complejidad de nuestra especialidad. Sin hablar de nuestras primeras guardias y de la famosa frase de urgencias: «El paciente está muy dormido y le he descartado patología neurológica». Estas palabras harían correr al más experimentado de los R3; en el fondo, todos sabemos lo que implica. Sí, quizá tengas que ventilar, y eso de dormir ha quedado en el olvido. 133