César Gutiérrez
A pleno pulmón Marta Navarro Colom
Verdes, amarillos, negros, azules, rojos… Todos los tenía en mi escritorio, y todos podían servir para marcar en el calendario el “día X”. Podía escoger el verde como color de esperanza, esperanza hacia una nueva vida. O amarillo, brillante como el porvenir que yo buscaba. Quizás el negro sería el más adecuado, ya que anunciaba el luto al que me iba a enfrentar. O azul, como el cielo libre de humos y de partículas contaminantes. Al final, decidí marcar ese día en ROJO, como un semáforo que te hace parar y en el momento de parar te hace recapacitar, darte cuenta de lo que vas a hacer, de lo que vas a dejar atrás. Escogí el día y busqué por mi casa todos los calendarios en donde marcarlo; tenía uno sobre el escritorio, otro colgado en la cocina, y también lo marqué en mi agenda, la típica agenda anual que compraba año tras año y donde anotaba ¡tantas cosas!, unas importantes y otras banales. Del círculo rojo salía una flecha hacia el lateral donde escribí las palabras, tantas veces nombradas y tantas veces negadas y silenciadas: dejar de fumar. Quedaba un mes hasta la fecha, sabía lo que tenía que hacer. Un tiempo atrás ya había hablado con una especialista sobre los pasos a seguir. —¡Quiero dejar de fumar! —dije con un hilo de voz. —Creo que ha llegado el momento y no sé por dónde empezar. Mi cuerpo se iba hundiendo poco a poco en la silla, era como si me encogiese, como si perdiese un halo protector. —¡Buena decisión! —contestó con una voz amable, y comprendió que yo tenía miedo, miedo a lo desconocido, a no poderlo conseguir, al sufrimiento y al vacío. Siguiendo sus instrucciones, apunté todos los cigarrillos que fumaba cada día, que no eran pocos, cuándo lo hacía y dónde, si tenía algún hábito o alguna rutina que hacía siempre que fumaba, o quizás al revés, si fumaba siempre que hacía algo...
137