Sandra Garay Martínez
El hombre que fue ACO Luis Alejandro Pérez de Llano
El doctor Bermúdez dejó a un lado el artículo que estaba leyendo, «Towards the extinction of asthma-COPD overlap», del Dr. Cosío y colaboradores. Con disgusto, no tuvo otro remedio que reconocer que era el fin del ACO, que no existía una entidad así que pudiese ser definida con parámetros clínicos o biológicos. O asma, o EPOC, nunca ambas cosas a la vez, había que elegir en cada caso y no le quedaba más remedio que cambiar de nuevo su enfoque de la enfermedad obstructiva de la vía aérea. ¡Con lo bien que lucía ese acrónimo en la historia clínica! ACO. Esa C intermedia le daba una viril sonoridad, era como un latigazo, breve y contundente. La de veces que se había imaginado el rostro perplejo de un internista al encontrarse con ese diagnóstico. ¡Malditos líderes de opinión! ¡En cuanto uno se sentía cómodo con una guía o un algoritmo diagnóstico, pegaban un volantazo para ponerlo todo patas arriba! Se ve que no tienen otra cosa mejor que hacer… Todavía molesto, echó un vistazo a la lista de pacientes que mostraba su ordenador. Precisamente tenía que hacer pasar a uno que había diagnosticado brillantemente de ACO, un asmático que había perseverado fumando años y años hasta desarrollar una EPOC. Ahora tendría que ponerle otra etiqueta a su enfermedad, ¡menuda lata! Pulsó el icono de llamada. La puerta de la consulta se abrió tímidamente y dejó paso a un anciano que se sentó con parsimonia al otro lado de la mesa. —Buenos días, Manuel. ¿Cómo se encuentra hoy? —Buenos días, doctor… La verdad es que me va llegando… —Veo aquí que no ha tenido ataques de fatiga. ¿Cumple bien los inhaladores que le receté? —Tal y como me dijo, doctor. Pero no me alcanzan, me fatigo mucho. —¿Al subir escaleras? ¿O también por el llano? 147