María Concepción Rodríguez González-Moro
El enemigo invisible Eva Sampedro Jiménez
—El dolor es el enemigo invisible más poderoso que existe, pero no invencible. Pues, si analizamos a nuestro adversario y usamos todas las armas a nuestro alcance, podemos vencerlo. —Y, ¿cuáles son? —preguntó el joven discípulo intrigado. —Se encuentran en tu interior y no pesan, son sencillas y están a tu disposición siempre que las necesitas. Pueden protegerte y derrotar al sufrimiento. El muchacho, exasperado, le miró escéptico, pero sabía que iba a ser injusto si juzgaba las palabras de aquel sabio, del cual tantos le habían hablado. El primer paso que debía realizar era aceptar la ayuda de aquel hombre que conocía la clave para su sanación y seguir sus consejos. A pesar de no ser médico, poseía destreza en el arte de la guerra. Su valiosa experiencia le había servido de ayuda para convertirse en general de un importante ejército al servicio del emperador. Con el paso del tiempo, transformó esa estrategia en filosofía y la aplicó a todo aquel que la necesitara. —Te aconsejo tomar las medicinas que tu médico ha dispuesto y alimentarte de forma saludable. Cuenta con el ánimo, pues este fortalece a tu estrategia y ayuda a seguir avanzando para alcanzar la victoria en la batalla. Debes permitirte sentir al enemigo cuando se presente intenso ya que, si le dejas actuar en el proceso, reconocerás sus límites y podrás sobreponerte con mayor facilidad. Conócete a ti mismo a pesar de tus debilidades, pues eso conseguirá que las superes y te hagas resistente ante ellas. Aprende a defenderte a través de tu energía. Siembra el desconcierto cuando te enfrentes a la enfermedad con positividad, pues esta se debilitará y la conducirás a la derrota. Sé paciente, poderoso y perseverante ante la incertidumbre. Esas son las mejores aptitudes de un soldado. Anticípate a los momentos bajos, pues si no los evitas pueden debilitarte en gran medida. Actúa con empuje cuando tus condiciones sean propicias. Si el dolor te impide continuar en algunos momentos, espera a que cese y retoma tus fuerzas cuando afloje. 171