César Gutiérrez
Desdibujar el espacio César Augusto Bejarano Rojas
Me enseñaste a desdibujar el espacio, a sentir antes que pensar, a dar un abrazo con dos manos. Me enseñaste a sonreír sin taparme la boca. Me enseñaste a redescubrir el mundo, con palabras y figuras en el cielo. Me enseñaste a escribir en las nubes, a no tomar el primer sorbo de cerveza hasta que brindáramos con la mirada. Me enseñaste a desaprender. Me enseñaste a madurar y a no esconderme tras un «te necesito». Me enseñaste que el amor es libertad; que tu sonrisa es del mundo y que mis manos se entrelazan perfectamente incluso con la soledad. Fuiste la persona que me recogió cuando mi alma se caía en pedazos. La que me ayudó a reparar cada parte de mi alma fragmentada. La que me enseñó que hay ilusiones que van en ambos sentidos, no solo en uno. Fuiste la persona que esperó despierta a las 6 de la mañana mientras yo cruzaba la ciudad entera a pie porque no tenía para el bus. Y, sin pedírtelo, me abriste un campo en el colchón, que era un 20% para mí y un 80% para ti, pero en proporciones inversas en tu corazón. Me enseñaste que cuando hay amor caben dos personas en un mismo espacio. Me enseñaste que no había felicidad más grande que conocer otro país con la persona que quieres. Me enseñaste que, en medio de tus pocos ingresos, podíamos comer los dos. Me abrazaste antes de dormir, y aunque el sueño no me visitaba a mí, pude explorar con mi mirada ese rostro y el alma que descansaba detrás de las ventanas de tus ojos. Tan indefensa en ese momento, tan fuerte cuando estabas despierta, fuiste siempre tú. Me enseñaste tanto, que ahora que vuelvo a tenerte frente a mí solo puedo decirte, aún temblando, que te amo.
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