María Concepción Rodríguez González-Moro
A contrarreloj Maricruz Carreño
—No, no voy a salir ahora. Ya sé que me apetecía mucho el concierto, pero no es el momento. No te costará vender mis entradas… No me puedo permitir ponerme mala ahora, ni soportaría un ingreso en el hospital… Ya, lo sé. No te preocupes, que ahora no estoy mal. Pero ya sabes que tenemos exámenes en dos semanas. Bueno. Un beso. Chao… Colgué el teléfono. No había sido fácil decir que no iba. Me apetecía tanto ver a ese grupo y bailar. Llevaba tanto tiempo esperándolo. Pero no había contado toda la verdad a mi amiga. La verdad es que tenía que escribir un relato breve para participar en un concurso y no podía descuidar los exámenes. Cuando le conté a mi hermano que había un concurso de relatos breves en el que estaba pensando participar, su respuesta fue: —¡Fenomenal, tienes que mandar algún relato! Bueno, si tienes historias que quieras contar y te da tiempo a escribirlas. ¿Cuándo termina el plazo? ¿Historias? ¿Yo? Llevaba escribiendo desde que tuve uso de razón y me regalaron aquel primer cuaderno-diario para que contara todo lo que me pasaba. En el papel había escrito de todo. Desde palabras de rabia y enfado hasta cuentos inventados, cartas de amigas, bueno cartas, emails… de todo. A aquel primer cuaderno le habían sucedido otros muchos que se apilaban en una estantería de mi habitación. Desde entonces, casi no salía sin llevar una minilibreta donde apuntaba lo que me llamaba la atención en los sitios más insólitos. Claro que tenía historias, pero redactarlas de forma concreta y con las normas del concurso no era tan sencillo. No sabía cuál de las tres cosas del concurso de relatos breves me ilusionaban más. La fecha tope de entrega terminaba en dos días. El ganador recibiría el premio en persona y daría las gracias en público. Me parecía fantástico poder subir al escenario y dar las
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