El apogeo virreinal
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gos, corsos...— que bullen durante las guerras civiles o luego se aplican al comercio, a la navegación o a modestas labores. Un corso, Tomás Mañara (padre del imaginario don Juan Tenorio sevillano), ejercía a principios del siglo xvn como comerciante de vasto giro, con contactos no sólo con la capital hispalense, sino con la Nueva España también. Los portugueses, en sus inicios, actuaban en oficios humildes, pero desde los albores de la decimoséptima centuria escalaron una situación superior: en 1635 se sabe que Lima estaba «cuajada» de gente de oriun dez lusitana, y [...] habíanse hecho señores del comercio [...] el castellano que no tenía por compañero de tienda a portugués, le parecía no había de tener suceso bueno.
Esa potencialidad se personificó en el opulento mercader Manuel Bautista Peres, cuyas vinculaciones mercantiles con puntos tan distan tes entre sí como Sevilla, Acapulco y Guinea ponen de manifiesto la amplitud de su negocio. De la misma nacionalidad fue el artífice de la iglesia de San Francisco, Constantino de Vasconcellos. Con frecuencia, los extranjeros se infiltraban para desarrollar acti vidades de espionaje. Algunos, como el francés Nicolás de la Porte y los alemanes Andreas Heinrich y Philips Hanse, fueron desembarcados por el pirata Spilbergen en 1615 para husmear las riquezas limeñas, pero fueron desenmascarados; otros, como el judío portugués de León Portocarrero, lograron escabullirse y alcanzar su valiosa información a las autoridades de los Países Bajos.
La
tapada
Acaso el personaje más identificado con la imagen de la urbe vi rreinal haya sido la «tapada», convertido en símbolo de la mujer lime ña. Se impone, pues, consagrarle algunas líneas, habida cuenta de que la indumentaria es algo menos anecdótico de lo que parece, pues en su evolución es posible identificar aspectos de la sociedad, desde jerar quías y niveles culturales hasta problemas de abastecimiento de mate rias primas y costos suntuarios.