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Lima
administración virreinal y de una dama perteneciente a la familia de los marqueses de Montealegre de Aulestia. Tras una estancia en España y en Francia, regresó a Perú en 1809. El año anterior había cursado al gobierno de la Gran Bretaña un proyecto para obtener su cooperación en la empresa de independizar los dominios españoles, que no se llegó a concretar. En Lima ofició de agente secreto de las Juntas separatistas de Buenos Aires y Santiago de Chile y las autoridades le sometieron a estrecha vigilancia por considerársele complicado en varias conspiracio nes, entre ellas las que urdía su remoto deudo y pandillista, el conde de la Vega del Ren. Llevado de su ardor revolucionario, escribió en 1816 en su ciudad natal, «centro de la opresión y del despotismo», un libelo que dos años más tarde dio a las prensas en Buenos Aires, sin nombre de autor. El opúsculo es más conocido como de «Las veintiocho causas», por enu merar otras tantas como cargos justificativos de la insurrección. El es crito, todo él redactado en vehemente tono de propagandista, emplea los recursos propios de este género para excitar la sensibilidad de los lectores. Vuelven a asomar citas de Montesquieu, de De Pradt, de Rousseau, de Vattel, de Necker, de Condillac y de Helvetius. En opinión de Vidaurre —otro fanático—, Riva-Agüero y el conde de la Vega del Ren eran los más extremistas y los únicos miembros de la nobleza partidarios declarados de la independencia, y así lo acredi taron en sus estrechos contactos con San Martín, aun antes de que éste pisara suelo peruano en 1820, ateniéndose —según se jactaba RivaAgüero— al plan estratégico que desde Lima le había alcanzado años antes. Entre los adictos a los que consiguió atraer a su opinión se con taron su tío, don José Mariano Sánchez Boquete, marqués de Montealegre de Aulestia, que le dispensó decidida protección, su sobrino don Francisco de Mendoza Ríos (1793-1837) y su primo político don José María de la Fuente y Messía, marqués de San Miguel de Híjar.
E l conde de la Vega del Ren No menos conspicua en el terreno de la acción subversiva, en atención a su jerarquía social, fue la mano oculta del conde de la Vega del Ren, don José Matías Vázquez de Acuña (1784-1842), que ocupa