Capítulo IV
U na
a g o n ía d e tres años
El conflicto bélico que se iniciara en 1879 llegó a las puertas de Lima dos años más tarde con la presencia de las fuerzas militares chi lenas. Hubo que improvisar la defensa de la ciudad, aunque los recur sos disponibles tanto en elementos humanos como en armamento eran sumamente precarios. Se llegó a combatir en los alrededores con arrojo y denuedo, pero como la superioridad del enemigo era incontrastable, la capital cayó en poder del ejército victorioso, cuyas avanzadas pene traron el 17 de enero. Para evitar una invasión violenta y la presumible devastación de la ciudad, y a la vista de las escenas de horror desarrolladas en Chorri llos el 13 y en Miraflores el 15 de ese mes, localidades ambas incen diadas y saqueadas hasta sus cimientos, el almirante francés Bergasse du Petit-Thouars, que comandaba una flotilla, interpuso su influencia y su carácter ante el jefe de las huestes chilenas para que no se repitie ra tamaña hecatombe, limitándose la operación a la entrada de tropas escogidas que asumiesen el control de los lugares estratégicos. Nume rosas familias, temerosas de desmanes, acudieron a refugiarse bajo pa bellones extranjeros o se asilaron en misiones diplomáticas o consula dos. La ciudad quedó desguarnecida, sin autoridades —el jefe del Estado y el Gobierno en pleno se retiraron a la sierra y la corporación muni cipal quedó sin presidencia y escapó a la desbandada—, y hubo que improvisar y alistar precipitadamente una guardia urbana para impedir desmanes y mantener el orden en medio de tan dramáticas circunstan cias. Se implantó la ley marcial.