Lima
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Los grupos humanos ofrecían un variopinto espectro de razas: desde españoles y gentes del Mediterráneo —genoveses comerciantes y venecianos, griegos y levantinos marineros— hasta algún inglés, sin ol vidar moriscos, esclavas blancas y desde luego el elemento autóctono, y no pocos negros, entre los que no faltaba uno que otro ya liberto.
A ños
d e zozobra
Lima contaba con poco más de un año desde que fuera fundada, cuando una grave amenaza vino a poner en peligro su existencia mis ma. En esas circunstancias, el gesto audaz que adoptó Pizarro ante la presión de algunos vecinos para abandonar la ciudad fue decisivo: en vez de emprender la huida en los barcos surtos en Callao, para testi moniar su voluntad de arraigo ordenó que los navios desplegaran velas con rumbo a Panamá, a fin de alejar así toda tentación de dar las es paldas a la ciudad ante el levantamiento general de Manco Inca. En efecto. En septiembre de 1536, el caudillo indígena, que ya desde mayo anterior había establecido un riguroso cerco en torno de Cuzco, lanzó una ofensiva sobre Lima, poniendo a las órdenes del ge neral Titu Yupangui un fuerte ejército de 50.000 hombres, resueltos a arrasar la población, al grito de «¡A la mar, barbudos!» y «¡A embarcar, barbudos!». Por fortuna, en situación tan angustiosa grupos de indios leales y antagonistas de sus hermanos de raza por antiquísimas rivali dades, se ofrecieron para colaborar en la defensa, saliendo a romper el asedio para allegar alimentos, leña, forraje para las cabalgaduras y aun prestándose a pelear personalmente contra los atacantes. Espadas espa ñolas y flechas indígenas se cruzan en los distintos teatros de combate. Los sitiadores, aprovechando de los millares de brazos disponi bles, desviaron el caudal del río virtiéndolo directamente sobre el ca serío, inundando vastos sectores del mismo y enfangando la llanura, con lo que la acción de las cabalgaduras quedaba neutralizada. Duran te dos semanas no hubo descanso para los vecinos y aún es fama que una de las princesas imperiales residentes entre los familiares de Pizarro proporcionaba secretamente informaciones sobre los planes defensivos trazados por el gobernador. En la acometida definitiva, cuando ya la vanguardia enemiga ha bía logrado batir en brecha las defensas exteriores y la invasión era in